La herencia que Felipe VI ha recibido de su padre estáenvenenada. La ciudadanía ve con estupor cómo el hombre a quien se encumbróestaba enriqueciéndose de manera presuntamente ilícita mientras representaba aEspaña, en una especie de pluriempleo en el que, por un lado, realizaba lasfunciones que tenía conferidas por la Constitución —en algunos casos lasexcedía, según ha publicado Diario16— y por el otro creaba estructurasfinancieras para ocultar al fisco el dinero cobrado de donaciones y presuntascomisiones.
Por más que los partidos del «bloque de la Transición», dela mano de Vox, estén pretendiendo desvincular los comportamientos de JuanCarlos de Borbón de los de Felipe VI, la realidad es que la instituciónmonárquica ha quedado tocada y hundida. No hay más que comprobar los abucheosque están recibiendo el rey y la reina en su gira por España, una serie devisitas que no tienen más intención que la de un lavado de cara de lainstitución, algo parecido a lo que intentó Ana Patricia Botín con supublirreportaje en Groenlandia.
La realidad es que, desde el punto de vista institucional,no se pueden separar los comportamientos presuntamente corruptos de Juan Carlosde Borbón de la institución monárquica. Cuando se produjeron los grandes casosde corrupción política, quienes quisieron defender a sus partidos intentaronhacer ver a la ciudadanía que se trataba de casos individuales provocados «lapersona de la que usted me habla». Sin embargo, afectaron directamente a lasorganizaciones y, cuando hubo sentencias condenatorias, llegaron a provocar lacaída de gobiernos.
Por tanto, pretender separar las actividades de Juan CarlosI de la Monarquía como institución no es más que buscar una salida desesperaday, en cierta medida, tapar un caso de presunta corrupción.
Sin embargo, España tiene tal capacidad de superación en loabsurdo que puede llegar al ridículo institucional más asombroso de la historiaen el momento en que, por ley de vida, fallezca Juan Carlos de Borbón y se organicenfunerales de Estado, con sus salvas de honor y parada militar incluida, a un reyque, de momento, está siendo investigada por presuntos delitos relacionados conla corrupción.
La única salida digna que tiene la Monarquía en España, ahoramismo, es que Felipe VI tome la iniciativa y abdique en el pueblo español paraque sea éste quien, a través del sufragio universal, decida sobre el modelo deEstado, tal y como reclamó la diputada de Unidas Podemos, Gloria Elizo.
Sin embargo, hasta la fecha, Felipe VI no ha hecho más queguardar silencio y mantenerse de lado ante unos escándalos que implican a supadre pero que afectan tanto al prestigio como a la institución que ocupa laJefatura del Estado. En el discurso institucional que dio el pasado 18 demarzo, en los primeros días del estado de alarma y tras semanas desaparecido,el rey no hizo ni una sola mención a la investigación suiza ni a las revelacionesque se iban conociendo sobre los negocios de Juan Carlos I. El país seencuentra ante una crisis institucional de dimensiones jamás vistas desde lacaída de Alfonso XIII. Felipe de Borbón ha preferido callar a dar la cara anteel pueblo español, afrontar las consecuencias y pedir perdón. Nelson Mandeladecía que «los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todopor la libertad de su pueblo».
Es muy grave que Juan Carlos de Borbón esté siendoinvestigado por la Fiscalía por el presunto cobro irregular de comisiones y,por extensión, por supuestamente haber escondido ese dinero del fisco español.Es muy grave que esas actividades se produjeran durante el tiempo en queocupaba la Jefatura del Estado y es muy grave que la impunidad que da lainviolabilidad haya sido utilizada para acumular riquezas y ocultarlas enpaíses con secreto bancario. El New York Times calculó, en base a una informaciónde Forbes, que la fortuna de Juan Carlos de Borbón superaba los 2.000 millonesde euros. ¿De dónde sacó todo ese dinero?
Ante una crisis institucional tan grave, Felipe VI haguardado silencio, hecho que agrava aún más la situación.
Dos días antes, la Casa Real, que no el rey, emitió uncomunicado en el que renunciaba a la herencia de su padre tras aparecer comobeneficiaron de la Fundación Lucum, lo cual fue un reconocimiento implícito deque la fortuna de Juan Carlos I tiene un origen ilícito.
Felipe VI debería recordar lo que dijo en 2014, ante losrepresentantes del pueblo: «La Corona debe […] velar por la dignidad de laInstitución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta ytransparente, como corresponde a su función institucional y a suresponsabilidad social. Porque, sólo de esa manera, se hará acreedora de laautoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones. Hoy, más quenunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales yéticos inspiren –y la ejemplaridad presida– nuestra vida pública. Y el Rey, ala cabeza del Estado, tiene que ser no sólo un referente sino también unservidor de esa justa y legítima exigencia de los ciudadanos».
Por tanto, la única salida digna que le queda a la instituciónmonárquica es devolver la voz al pueblo y que sea éste, con la libertaddemocrática que da el sufragio universal, quien decida, de una vez por todas,el modelo de Estado que quiere.