Vivimos arrastrados en muchas ocasiones por las fuerzas de nuestros egos, si, en plural, porque no tenemos uno solo, son múltiples, cada uno con sus apetencias, ideas, creencias, miedos, etc.
Son subpersonalidades que anidan en nuestro interior y que son como la cabeza de Hidra, el monstruo mitológico del lago de Lerna, con siete cabezas, que renacían a medida que se cortaban, matado por Hércules, que las cortó todas de un golpe.
Ocurre que esto mismo pasa con los egos, en la medida que se cortan reaparecen, porque quieren más de todo, o menos de cualquier cosa que les incomode, no gustándoles el deber ni la disciplina a no ser que pueden capitalizarlas para darse autobombo o para producirse placer.
Pasa también, que entran en conflicto entre sí, y unas miran al cielo, y otras a la tierra, les cuesta aceptar lo que ocurre, a si mismos, y cómo son los demás. Huyen del mérito pero quieren el logro y el éxito. Envidian y suelen si no se los corta o por lo menos sujeta, hacer todo tipo de tropelías, y a veces nos llevan al mal y a la locura.
La cura para todo esto es la consciencia, que corta esas cabezas con la espada de la voluntad. Pero para eso hay que conocer el juego de ese monstruo. En realidad, el sentirse separado y la soberbia son sus padres, y estos le inducen todo tipo de malas intenciones, movidos fundamentalmente por la ignorancia, que cono dice el gurú Nisargadatta es la causa de todos los males.
El plural mayestático, lo podríamos utilizar todos, realmente, no podemos, y muchas veces, no sabemos lo que queremos y cuales son las causas reales de nuestros pesares, pero en cuanto a las afirmaciones son más contradictorias, pues una cabeza de Hidra mira hacia un lado y otra hacia otro, y cuando una está satisfecha, otra u otras, están rabiosas y contrariadas.
La serenidad, que es la cualidad, o el efecto de ser, también es un buen cauce para la consciencia, se ve más lúcida cuando la mente está calmada y alejada de los múltiples deseos y temores, que sobre todo en la sociedad actual notamos burbujeantes en nuestro interior.
Otra cosa que produce este monstruo es que en vez de buscar la felicidad en nuestro interior, la busquemos en mil objetos, y que convirtamos en objetos a las personas, sin duda, para él, solo sirve algo si es utilizable.
No sabemos si el ser humano creció ya con Hidra en su interior fruto de su herencia animal, o si de alguna forma, la cultura que fue creando hizo que lo que tenia una función de protección, deleite y preservación se fuera transformando en un elemento mental peligroso que está sumiendo a la humanidad en el dolor.
Los avances en todos los sentidos que ha tenido la humanidad, la han hecho vivir más cómoda, mas segura, con más libertad aparente, pero no la han hecho más feliz, porque la felicidad está compuesta fundamentalmente de valores humanos: la paz, el amor, la alegría, la fe, y sobre todo la verdad, y esta sociedad se anestesia de mil maneras para no ver su imagen real, que es de falta de autoestima y de amor sobre todo, aunque hay partes del mundo en que también falta lo necesario para cubrir las necesidades básicas, ya que se administran mal los recursos, y por el virus de la codicia y la avaricia que tiene infectadas las almas de mules de millones de personas en el mundo, que se han convencido de que la sopa de corcho es mejor que el néctar de los dioses.
A nivel psicológico, existe un proceso de transformación, denominado individuación por C.G. Jung que consiste en que después de un unión de los complementarios masculino y femenino, y la integración de la sombra de la mente, esa parte que ocultamos a los demás, y que encarna lo que mas rechazamos, pero que también tiene un tesoro escondido, pues bien, como consecuencia de esa integración, el ser humano pasa de ser muchos a ser uno, a veces con mayúsculas, ya que se conecta con su esencia inmortal y ya ni él ni el mundo serán iguales. La consecuencia es vivir y actuar con lucidez, sabiendo lo que es rábano y lo que son hojas. Hay que buscar, hay que indagar, porque las llaves están, como dice la canción infantil, en el fondo del mar.