Fernando de los Ríos, hace casi un siglo señaló que en España la revolución pendiente era la del respeto. Tantas décadas después, estas palabras están más vigentes que nunca ante la estrategia de crispación extrema que desarrollan el PP y Vox acompañados de algunas élites económicas y mediáticas.
Nos estamos jugando mucho: la convivencia, la democracia y el bienestar de la sociedad española para las próximas décadas. Y ante esta crispación extrema, que está llegando a niveles nunca conocidos en el periodo democrático, cuando se celebra el cuarenta y cinco aniversario de la aprobación en referéndum de la Constitución de 1978, hay que decir a quienes la alientan y protagonizan que paren.
En democracia, hay que reconocer y aceptar los resultados que se producen en las urnas, te sean o no favorables. Y, por tanto, es imprescindible acertar la legitimidad de un gobierno de coalición nacido de las urnas democráticamente, porque no hacerlo está debilitando día a día nuestro sistema democrático.
No vale llenarse la boca de “España, España, España”, y al mismo tiempo incumplir los preceptos básicos de la Constitución que tanto dicen defender. No vale desarrollar esta estrategia de crispación extrema y como parte de esta decir que el culpable de ella es el gobierno de España. Menos golpes de pecho huecos y sobreactuados. Menos arrojar a la cabeza al que no piensa como tú la Constitución como si fuera un ladrillo. Y más diálogo y más acuerdo.
Dialogo y acuerdo que significa poner fin a esta estrategia de crispación extrema que, al tratar al adversario político como enemigo a batir, imposibilita o dificulta mucho la posibilidad de acuerdos por el bien de España y los españoles. Esto significa parar y condenar la violencia, porque de no hacerlo puede ser la antesala de tiempos oscuros.
Asistimos perplejos a las declaraciones de unos lideres políticos del PP y Vox que dicen sin rubor que España se está convirtiendo en una dictadura por la puerta de atrás. Lo hacen con un desparpajo, que afecta a la convivencia diaria de los españoles. Pero, sobre todo, demuestra que tenemos dirigentes en algunas fuerzas políticas que son más propensos a crear problemas que a resolverlos.
España supo en 1978 superar un mal histórico que la lastró durante siglos al lograr, por fin, un acuerdo en las normas de convivencia a través de la aprobación de la Constitución. Por eso, cuando se habla de democracia hay que entender que fundamentalmente supone cumplir la norma que nos dimos nosotros mismos dentro de un régimen de libertad.
Sí, cumplir la norma. El derecho como sustento de la construcción democrática, como pilar básico de la convivencia y la libertad. La Constitución de la que todo el mundo habla garantiza a los españoles la libertad, la igualdad y el respeto a las posiciones diferentes. Si el proceso de transición democrática no fue rupturista, ahora con más motivo hay que abandonar las propuestas maximalistas y rupturistas para garantizar la convivencia pacífica entre españoles y para que las ideas democráticas no terminen arrinconadas.
En este punto es importante destacar que la Constitución está plenamente vigente para los españoles. Así, cuando se les pregunta por la valoración de distintas organizaciones políticas e instituciones, la Constitución es la norma que más confianza da a los españoles. Un apoyo que está aumentando año a año como se observa en la encuesta de Tendencias Sociales que realiza el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).
La crispación destroza la convivencia. NO permitamos que eso suceda. La política es una actividad viva, que se tiene que adaptar a los cambios que se producen en la sociedad. Por tanto, es flexible, debe ser conciliadora, y aunque pueda parecer mejor o peor lo que se hace siempre deja margen para que el ciudadano elija el papel que quiere desempeñar en libertad y sin violencia.
Mantengamos las normas básicas de tolerancia mutua entre los que no piensan igual. Mantengamos las normas básicas de contención y moderación. Desterremos todo tipo de violencia. Recuperemos la fraternidad.