Arrimadas, el caballo de Troya de la patronal y la banca para influir en los Presupuestos del Estado

02 de Septiembre de 2020
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Tras su descalabro en las pasadas elecciones, Ciudadanos se convirtió en una mera comparsa en el Congreso de los Diputados. El partido naranja tiene 10 escaños pero a veces sus dirigentes se comportan como si tuvieran mayoría absoluta, una actitud de arrogancia que aún hoy arrastra como herencia de su fundador, Albert Rivera, el líder dimitido que por un momento se creyó su delirio de que podía ser presidente del Gobierno algún día. En los últimos meses Inés Arrimadas ha matizado esa actitud prepotente (recuérdese que Rivera llegó a llamar al Gobierno la “banda de Sánchez” desde la mismísima tribuna de oradores de la Cortes) y la joven líder catalana ha dado muestras de mayor inteligencia política, responsabilidad y tacto que su antecesor. En lo peor de la pandemia Arrimadas apoyó el estado de alarma, algo que sería impensable en alguien como Rivera que quiso ponerle un cordón sanitario al presidente del Gobierno mientras pactaba con la extrema derecha pese a las advertencias y alertas de los partidos liberales europeos.

Hoy Pedro Sánchez ve en Ciudadanos un posible aliado de cara a la aprobación de los cruciales Presupuestos Generales del Estado. Y ese acercamiento le huele a cuerno quemado a Unidas Podemos, el socio preferente del Gobierno de coalición. Hace solo unos días, la formación morada advirtió al PSOE que no apoyará unos Presupuestos si Sánchez pacta con la derecha liberal de Ciudadanos, aunque poco después moduló su discurso y aclaró que no vetará a la formación de Arrimadas siempre y cuando antes “se asuman sus condiciones”. Fuentes podemitas fueron más allá al filtrar que Iglesias aceptaría un acuerdo con Ciudadanos si antes se pacta un borrador de Presupuestos en el seno del propio Gobierno, una especie de documento de mínimos con sus líneas rojas que nunca deben ser traspasadas para no renunciar a los principios básicos de la izquierda. Pero quede claro que todo por escrito y firmado. Además, Iglesias exige estar presente en las conversaciones y contactos que Sánchez mantenga con la dirigente de Ciudadanos.

Es evidente que Unidas Podemos no se fía de lo que puedan pactar PSOE y Ciudadanos entre bambalinas. Y recela precisamente porque hay antecedentes históricos de que cuando los socialistas han tenido que cerrar acuerdos con la derecha económica (y C’s es un legítimo representante de ese poder fáctico) se ha entregado demasiado alegremente al neoliberalismo puro y duro. La desconfianza es por tanto lógica. Iglesias está obligado ante sus bases a garantizar el pedigrí de izquierdas del Gobierno de coalición y quiere velar por que no se produzca una nueva traición al proletariado. Sin embargo, el líder de Unidas Podemos no lo tiene fácil para garantizar la pureza roja del Ejecutivo que salió del “Pacto del Comedor”. España atraviesa por la peor crisis de su historia reciente y tal como ha asegurado el propio Sánchez la situación exige el “consenso más amplio posible” entre las diferentes fuerzas políticas con representación parlamentaria. De ahí que Iglesias haya deslizado en las últimas horas que “no habrá veto a Ciudadanos” para boicotear a Moncloa. Romper el Gobierno de coalición sería tanto como ir a nuevas elecciones y eso sería nefasto no solo para el país sino para el futuro de la izquierda, sobre la que pende la espada de Damocles del auge de la extrema derecha.   

A Iglesias le produce urticaria el acercamiento PSOE/Ciudadanos pero se encuentra atado de pies y manos y atrapado en una encrucijada diabólica: si acepta la participación de un partido liberal en la confección de los Presupuestos quedará como un blando ante su parroquia, mientras que si se enroca en el sectarismo, rechazando la entrada de Arrimadas en el borrador de las cuentas públicas, será acusado por los socialistas, de inmediato, de desleal al Gobierno, alguien con el que no se puede gobernar ni cinco minutos porque no es capaz de superar la inmadurez adolescente y la utopía marxista.

En ese escenario, es fácil comprender que ya se estén produciendo tensiones en el seno del Gobierno de coalición. En las últimas horas destacados dirigentes de Podemos han mostrado su convicción de que el PSOE ya está negociando con C’s, en secreto y sin contar con ellos, puntos fundamentales de los Presupuestos Generales del Estado. Incluso han vuelto a advertir de que esa maniobra a sus espaldas podría hacer estallar el Gobierno de coalición en cualquier momento.

En todo caso, el presidente del Gobierno ya ha elegido. Esta misma mañana ha asegurado en una entrevista en la Cadena Ser que “no hay veto a Ciudadanos” e insiste en que los Presupuestos son “la principal ley” para hacer frente a una situación de grave crisis y emergencia sanitaria como la que atraviesa el país. Sánchez tiene claro que España no puede seguir ni un día más con los presupuestos de Montoro prorrogados desde el año 2018. Hablamos de unas cuentas públicas que fueron aprobadas por un partido conservador antes de la pandemia, es decir, para un país que ya no es. Además, el presidente sabe que la imagen de la nación quedará seriamente dañada si los diferentes partidos no son capaces de ofrecer cierta unidad y caen de nuevo en el gallinero y en la jaula de grillos. Europa no entenderá cómo puede ser que Bruselas haya aprobado 120.000 millones en ayudas para el fondo de reconstrucción mientras los españoles siguen a la gresca con sus luchas cainitas de siempre. Por tanto, todos saben que es necesario aprobar unos presupuestos sea como sea porque está en juego el futuro del país y las ayudas para el empleo, la sanidad, la cohesión social y la transición ecológica.

“Sobre esa base se negocia. Somos conscientes de que tenemos que aprobar presupuestos progresistas y no excluyentes, condición sine que non para que España pueda salir de la crisis. Elegimos la unidad, la unidad y la unidad frente a la división y el enfrentamiento” advierte el presidente. Ahora bien, con Arrimadas afinando las cuentas del Estado para los próximos cuatro años ya nada será igual. La patronal y la banca habrán colocado a su caballo de Troya en el Gobierno y medidas como la reforma laboral y el impuesto a las grandes fortunas −con el que Unidas Podemos pretendía recaudar 11.000 millones de euros− serán definitivamente aparcadas. La derecha habrá ganado otra vez.

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