Cuando Pedro Sánchez va a Bruselasa pelear las ayudas contra la pandemia, el primer enemigo que se encuentra enla puerta es Pablo Casado. Al líderdel PP ya solo le falta ponerse eltraje de “hombre de negro”, empuñar las famosas tijeras de los recortes quehicieron célebre a Rajoy y apostarsea la entrada de la Comisión Europeapara impedir que el presidente del Gobiernoentre en el edificio y saque las migajas que con tanta ansia esperan losespañoles. La vergonzosa oposición que está haciendo Casado durante la crisis(denunciada incluso por los periódicos más prestigiosos del mundo) estállegando a límites delirantes, surrealistas, casi kafkianos. El líder del PP estáobsesionado con Sánchez, no se ha dado cuenta aún de que el país se ha hundidopor una epidemia, y es capaz de montar una tienda de campaña frente al Parlamento europeo, si es preciso, parahacer guardia, noche y día, y que el chavista bolivariano del PSOE no consiga su propósito de traerseun buen bocado de las ayudas para Madrid.
La auténtica y triste realidad esque los jerarcas de Bruselas habían decidido abandonar a su suerte a los paísespobres de la UE y solo Sánchez y el italiano Conte estuvieron a la altura cuando dieron aquel histórico puñetazoen la mesa, amenazando con romper la baraja si Alemania no sacaba la manguera o el bazuca de inmediato para regarlas maltrechas economías de la zona euro. Al final, España arañó 140.000millones de euros en fondos solidarios, 77.000 entransferencias a fondo perdido y 63.000 en créditos a devolver, lo cual no estánada mal. Pero esa victoria de Sánchez, que en realidad era una victoria delpaís, le escoció al siempre resentido y huraño Casado, que ya solo trabaja paraque su rival político fracase, aunque ello suponga que no llegue a losespañoles un solo céntimo de los fondos estructurales de la UE.
Una vez más, asistimos a la actitudinfantiloide del hombre que aspira a gobernar el país algún día, un señor alque le falta talla y madera de estadista pero que además es desleal,antipatriota y cómplice de los intereses de la extrema derecha europea xenófoba,que no quiere ni oír hablar de préstamos, ayudas o subvenciones para esosvecinos famélicos de las leproserías cuasiafricanas del sur. En realidad, laestrategia política de Casado ya no extraña a nadie. Si tiene estómago parapactar con los falangistas de Vox lesobra cuajo para aliarse con los neofascistas europeos. Sin duda, quien másclaro se lo ha explicado al sucesor de Rajoy ha sido Pablo Iglesias: “Ustedes no aceptan perder; son capaces decualquier cosa por recuperar el poder que creen que les corresponde por derechodivino. Ahora hasta colaboran con los holandeses para promover en Europarecortes a los derechos sociales en España. Se envuelven en cientos de banderasespañolas pero solo tienen una denominación: traición a España”.
Y es exactamente así. El plan de Casadopara acabar con Sánchez –llevándose por delante, de paso, a varios millones depobres españoles que aguardan las ayudas europeas como agua de mayo− no solo esmaquiavélico, retorcido y estúpido. También es nauseabundo desde el punto devista ético y político. Lo que tocaba en estos momentos de tragedia nacional erahacer frente común con el Gobierno para sacar la mayor cantidad posible dedinero de Bruselas. Pero lejos de ponerse a trabajar codo con codo con Sánchez,Casado ha insistido en su deriva sectaria, ciega y ultra. En Europa nadie loentiende, todo el mundo flipa y ve al candidato español del PP como un bichoraro que en lugar de defender los intereses de su país es capaz de colocarse allado de los halcones del Bundesbank,de los rubios hermanos finlandeses, de los calvinistas holandeses que odian alos morenos, de los belgas supremacistas más euroescépticos y de los ariosneonazis que sueñan con quemar el Reichstagpor segunda vez (dándole un golpe de Estado a la Merkel). Casado es capaz de hacer una promesa a la Virgen y peregrinar a Varsovia de rodillas, si es preciso,para aliarse con los católicos ultraortodoxos polacos a cambio de que le ayudena cargarse al ateo que más odia en el mundo. Ni siquiera Núñez Feijóo, el último cuerdo que queda en el PP, es capaz depararle los pies al jefe, que está firmando una de las páginas másabochornantes de la Historia de España.Cuando pasen los años y la pandemia sea un mal recuerdo del pasado, los niñosestudiarán en las escuelas la traición de donJulián (que puso barcos al servicio de los invasores musulmanes); lasintrigas y conspiraciones de Godoy queterminaron en la fatídica invasión francesa; y los planes secretos de Casado, “elmaniobrero de Bruselas” que es capaz de vender al pueblo a los jerarcasfascistas europeos a cambio de un sillón de piel en la Moncloa.
El tiempo apremia, los estómagos demillones de españoles no pueden esperar más y rugen y piden justicia socialmientras a este hombre solo le ocurre torpedear las ayudas comunitarias porqueestá más en sus cálculos electorales y en sus demagogias que en el hambre delpaís. El pueblo sufriendo porque las colas de Cáritas y las colectas de leche y aceite de los Grandes de España no dan para más y éljugando a las intrigas con las cancillerías del viejo continente para que alGobierno español le vaya mal. Media España enferma y con las tripas retorcidasy él hablando de control del gasto público, de ambiguas reformas, decompetitividad de las empresas y de neoliberalismo que nadie entiende, vulgarescoartadas que no pueden ocultar su desmedida ambición de poder. Ya ni siquierasube en las encuestas del CIS,mientras Cayetana Álvarez de Toledo,en uno de sus habituales sarcasmos, dijo ayer en las Cortes que la única patria de Sánchez es su ego. ¿Ha mirado bien alque tiene a su lado?