Casado y el PP pagan la factura de blanquear a la extrema derecha

Manuel Domínguez Moreno / José Antonio Gómez
21 de Octubre de 2020
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Casado y Abascal

Hoy, a partir de las 9 de la mañana, se escenificará la muerte política del principal partido de la derecha democrática española. El Partido Popular quedará, en el medio plazo, fagocitada por los ultras de Vox salvo que desde los diferentes comités de dirección del PP tomen las medidas adecuadas.

La moción de censura de Santiago Abascal no está dirigida en exclusiva contra Pedro Sánchez, sino que el objetivo prioritario es Pablo Casado y, por extensión, el Partido Popular. Los precedentes históricos no son, desde luego, nada halagüeños porque todos los partidos políticos autoritarios, como lo es Vox, lograron reducir a la nada a los tradicionales de su ámbito ideológico.

En Alemania, el ascenso del partido nazi se produjo con la absorción de los partidos nacionalistas y del Centro Católico que dejaron el poder en manos de Adolf Hitler. En España, la CEDA desapareció dejando todo el poder político en manos de Falange y del Movimiento Nacional. Se dio el caso, incluso, de que Franco expulsó de España a José María Gil Robles a pesar de que éste financiara el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 o incitara a sus seguidores a alinearse en favor de los generales fascistas sublevados. Los jóvenes de la CEDA se dejaron engatusar por el populismo nacionalista de Falange y no dudaron en cambiar la camisa verde por la azul.

No se puede olvidar jamás lo que ocurrió con la UCD de Adolfo Suárez y cómo los votantes de centro se pasaron a la Alianza Popular de Manuel Fraga que en los años 80 tenía un perfil más cercano a lo que ahora representa Vox que al propio PP. Una anécdota sucedida durante el 23F demuestra que, incluso los golpistas, tenían a Fraga como uno de los suyos y no se lo llevaron como sí hicieron con Suárez, Felipe González, Alfonso Guerra, Gutiérrez Mellado, Agustín Rodríguez Sahagún o Santiago Carrillo.  

Esto es lo que le va a ocurrir al Partido Popular si continúan con la vía sin retorno a la que les tiene abocados Pablo Casado. El presidente del PP ha cometido errores muy graves que ahora está pagando.

Respecto a la moción de censura es una trampa muy bien estudiada por Vox que deja a Casado en una situación muy difícil de cara a su electorado y a una parte de su partido que escucha los cantos de sirena de la extrema derecha con placer. Si votara a favor, coloca al PP en el mismo ámbito de los ultras, lo que sería duramente reprendido por el Partido Popular Europeo. Una abstención le da munición a Abascal para continuar con su mensaje de la «derechita cobarde» y no sería entendido por una parte muy importante del electorado tradicional del PP, sobre todo en un escenario en el que la gente conservadora está pidiendo la mano dura contra el Gobierno que Abascal sí les ofrece. Un voto negativo, tal y como advirtió la youtuber Cayetana Álvarez de Toledo, dejaría a Casado como cómplice del Gobierno. La trampa está ahí: aislar al PP y Vox ya lo ha conseguido.

Estos lodos son la consecuencia de los barros que regó Pablo Casado con prestancia y sin realizar un control de daños. Los ultras no tienen escrúpulos en su estrategia de asaltar el poder, ya sea por la vía legal o por la fuerza. El PP no dudó en blanquear a Vox cuando comenzó el crecimiento del partido de extrema derecha incluyéndolo dentro del ámbito del centro cuando necesitó de sus votos y escaños para alcanzar el poder autonómico y municipal.

Ese es otro de los puntos que fortaleció a Vox en una parte del electorado tradicional del PP: los pactos alcanzados para gobernar en el Ayuntamiento de Madrid, la Región de Murcia, Andalucía o la Comunidad de Madrid. Al asimilarlos dentro del mismo ámbito ideológico lo que Casado consiguió fue ceder gratuitamente una parte de su base electoral a la extrema derecha, sobre todo porque la propaganda, los bulos, la contrainformación y las alharacas patrióticas de Abascal calaron, y mucho, entre los votantes conservadores españoles. Esa es la razón principal de que en el escenario actual se estén produciendo movimientos desde Vox para la convocatoria electoral en algunas comunidades autónomas gobernadas por el PP para, de este modo, acceder definitivamente al poder.

Por otro lado, la postura mantenida respecto al conflicto político catalán por Pablo Casado, despreciando el diálogo como único modo de resolución, ha dado alas a Vox y ha dejado al PP en una situación límite. Al presidente del Partido Popular se le está poniendo cara de Albert Rivera, la primera víctima del crecimiento de la extrema derecha. El clima de crispación generada desde una parte del PP provocó que en el resto de España se generara una catalanofobia que llegaba, incluso, a aspirar a convertir Barcelona en la nueva Belfast. Esto favoreció a Santiago Abascal porque los ultras siempre resuelven los problemas políticos por la fuerza, la imposición y el odio.

En consecuencia, Pablo Casado se ha convertido en el principal problema para el partido que durante años contuvo a la extrema derecha nostálgica del franquismo. Ni siquiera Aznar llegó a los grados de deslealtad que está alcanzando el actual líder del partido conservador español, y eso que el expresidente del Gobierno dejó el listón muy alto con una de las oposiciones más falsas e ilegítimas que se recuerdan en la historia del parlamentarismo mundial.

Un partido político de gobierno como el PP debe comprender que la lealtad al gobierno de la nación no es complicidad, es utilizar la razón de Estado que él mismo exigiría si estuviera gobernando. Desde luego, ser cómplice de la polarización, de la desafección, de la violencia y de la generación de odio, no entra dentro de lo que se espera de una oposición democrática sino, más bien, es el primer paso para pretender acceder al poder por medios no reconocidos por un Estado de Derecho. Por tanto, Casado debe entender que la moción de censura se la han puesto a él, no a Pedro Sánchez, porque Abascal va a disponer de toda la atención mediática para exponer un programa basado en lo que la gente quiere oír y, en ese aspecto, Vox ya le ha ganado la batalla ideológica.

Hoy en muchos hogares, miles de ciudadanos y ciudadanas que viven en la incertidumbre, escucharán palabras y mensajes vacíos pero que les alegrarán los oídos porque les mostrarán el camino fácil para salir de su situación, un camino que no se corresponde con la realidad pero que será aceptado porque, en esencia, es lo que la gente quiere oír.

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