Cruel abandono del Ejército a una militar herida en acto de servicio en Afganistán

24 de Noviembre de 2019
Actualizado el 02 de julio de 2024
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La soldado Laura Velasco se sentía dueña del mundo hace nueve años. Había conseguido cumplir su sueño de entrar en el Ejército, donde se sentía feliz y útil, y había podido hasta formar parte de la misión de España en Afganistán en 2010. Con 25 años la joven militar tenía una vida plena. Hubiera podido perfectamente ser parte (sin falsear ni exagerar) de un anuncio publicitario de esos que lanza el Ejército para conseguir tropa. Hoy ese Ejército, y el Estado, la ha abandonado a su suerte. No le reconoce la incapacidad y la despide. Su vida se truncó mientras servia a esa Patria que, desde el mismo día del accidente, le ha dado la espalda.Nueve años después, con sólo 34, Laura siente que vive una pesadilla de la que espera poder despertarse algún día. En acto de servicio en Afganistán, la joven soldado cayó de un camión desde tres metros donde estaba de vigilancia de control de artefactos.  La caída le produje unas secuelas irreversibles. De hecho, hoy -tras cuatro operaciones dolorosas- ha perdido tres nervios y dos tendones de la pierna izquierda, tiene pie equino, sufre pérdida de sensibilidad y movilidad, no puede doblar la rodilla y con el paso del tiempo la pierna y el pie van a peor, con la aparición de un esguince y pendiente de una nueva intervención, esta vez de ligamentos.Pero que Laura sufriera ese accidente en acto de servicio y que sus superiores y su equipo  del Batallón de Policía Militar I (que se encuentra ubicado en la Base "Jaime I" de Bétera  en Valencia) le hayan apoyado siempre le ha servido de poco.La joven valenciana, a la que está a punto de acabársele el paro, con una niña de dos años y un niño de tres, tiene que vivir en casa de sus padres -con su mujer- porque no tiene medios económicos para valerse por sí misma ni opción a un puesto de trabajo en su situación.

Su historia

Laura Velasco quiere contar su historia enterita y con detalles. Necesita que se la escuche y diario16.com lo hace. Así, nos encontramos ante un relato escalofriante -que viene acompañado de documentos- que cuesta asimilar.L ex soldado (porque así lo decidió el Ejército tras el grave accidente que sufrió en acto de servicio en Afganistán), narra, con lágrimas, y mucha angustia una terrible historia que hay quienes todavía pensamos que son cosas que no pueden pasar en un Estado de Derecho:“ Mi accidente fue el 15 de julio de 2010. He estado más de cuatro años en el Ejército. Quiero dejar claro que, a pesar de lo que he vivido, mi batallón de la policía militar siempre me apoyó, igual que mi familia y mi mujer. Y que dentro del Ejército he sido la más feliz del mundo. De hecho, lo dejé todo, incluso un trabajo fijo, para irme a las Fuerzas Armadas. Allí, encontré una familia maravillosa”.Las circunstancias de la vida hicieron que Laura iba a ir a Afganistan de voluntaria en la segunda tanda de misiones. Pero inesperadamente quedó una plaza libre, de una compañera que al llegar a la misión se enteró que estaba embarazada. Laura la sustituyó feliz  en 2010.

Nueva misión

Integrada en la nueva misión, tan lejos de casa, un mal día que marcó la vida de la joven militar para siempre, tuvo que sustituir a otra compañera enferma, a pesar de que acababa de hacer una guardia, y que al día siguiente iban a zona conflictiva.“Fui encantada a sustituir a mi compañera, teníamos que registrar una carga de un camión y al bajar del vehículo me caigo de tres metros y me destrozo el pie”, recuerda. Desde el primer momento, se vio que era una caída grave.Laura sigue explicando a Diario16 que “me trasladan a Herat y me ponen la epidural y me giran el pie, con mucha morfina por el dolor insoportable. Y me dicen que allí no hay medios y no me pueden operar . Y que no puedo esperar porque perdería la pierna si en seis días no me intervienen”. Ocho días estuve allí hasta que pudo disponer de plaza en un vuelo de regreso.La joven militar no puede salir de Afgnistán con un vuelo específico para ella, así que espera ocho días hasta que tiene un hueco en un avión del ejército que se fleta para llevar a varios militares de regreso a España.Y ahí empezaron los primeros signos de cómo trata el Ejército a su tropa. Según explica la joven valenciana, “me dejaron un asiento normal al final de todo, sin poder levantar la pierna y con más de diez horas de vuelo por delante. Fue un infierno de viaje”.Una vez en España, Laura acude al Hospital militar Gómez Ulla, , donde esperaba que ya estuviera su informe para entrar en el quirófano de inmediato. Pero no fue así. Laura recuerda que “no tenían ningún documento, y yo con el pie y la pierna negros hasta la rodilla. Me hicieron placas y ya sí, me operaron al día siguiente”.Las Fuerzas Armadas tampoco facilitaron a los familiares de Laura su desplazamiento a Madrid desde Valencia. La madre en la sala de espera, mientras su hija estaba en quirófano, “vio a mucho alto cargo con medallitas” , explica la ex soldado. “Le dieron una caja grande de caramelos y que me iban a llamar. No me llamó nunca nadie”.

Avería

Así, con la caída, Laura se rompe la tibia, el peroné, los ligamentos internos y la rodilla, que se operará más adelante cuando mejorara lo del pie.Y el abandono sigue presente cuando es el momento de regresar a casa. Laura explica que “para volverme a Valencia me dicen que me busque la vida. Menos mal que mi suboficial mayor, que estaba de vacaciones, quiso ayudarme y nos facilitó una ambulancia militar que nos llevó a Valencia”.Una vez en casa, le tienen que reconstruir la pierna dos veces más en el Hospital 9 de octubre.Tiempo después llegaría la cuarta operación, esta vez de rodilla. Y, según explica la ex soldado, le propusieron otra intervención de tendones, “pero sin confirmar que quedara bien, no me atreví”. Así perdió tres nervios, dos tendones y , dice, “no tengo ni sensibilidad ni movilidad en el pie”. De hecho, anda con muleta y no puede ni conducir. Situación de cómo llegó el pie de Laura a España

Tras la rehabilitación, la dura realidad

Al año de la rehabilitación, ya la médico considera que son secuelas, y que no se puede hacer nada más por el pie.La Seguridad Social le reconoce una discapacidad de un 38%, y un Tribunal Militar (y ahí empieza la verdadera tragedia para Laura) le dice que la Generalitat le ha evaluado más.Tras pasar el primer tribunal médico militar para reconocer la minusvalía,  porque estabas en acto de servicio, le concede un 24% y así no tienes paga. Porque para tenerla, necesitaría un 25%.El abogado de Laura, entonces, solicita que intervenga el Tribunal Superior Médico pericial del Ejército, que le concede un 60% y le reconoce a Laura una discapacidad permanente para todo trabajo u oficio.Cuando todo parecía encajado, a los pocos días, Laura recibe una carta militar que exige que la vuelva a ver un nuevo médico rehabilitador. Según recuerda la joven, “me pide que me quite las zapatillas, que ande y no me hace más”.Al volver a Valencia,  “recibo una carta que de un 60% me lo bajan a un 20% y, por tanto, no tengo derecho a la pensión”.De ahí, ya por vía civil, se celebra otro juicio por lo contencioso administrativo. El perito de lesiones de parte le reconoce un 74% de discapacidad. La juez, ni la escucha, ni la deja llevar testigos: “ni médicos ni nada, porque dice que con las pruebas que hay es suficiente”. Y esta juez remata a Laura, a la que sólo reconoce un 24% de discapacidad y con sentencia firme. Así Laura se queda sin paga y sin esperanza. La pierna va a peor y, ya sí, tras todo el periplo empieza a sufrir secuelas psicológicas. Secuelas que sirven para que, por un mensaje por SMS oficial, recibiera la noticia de su expulsión del Ejército. A cambio, le conceden una indemnización de 45.000 euros. De los cuales, un tercio se quedó Hacienda.

Excusa

Problemas psicológicos son la excusa perfecta para echarla del Ejército. Pero Laura también tiene respuesta para esto: “Defensa dice que yo soy propensa a tener depresiones, cuando antes de entrar en el Ejército y de ir a Afganistan yo pasé todas las pruebas psicológicas”.A pesar de la dura situación, Laura es valiente y sigue denunciando su caso. Ante los medios de comunicación, por supuesto, pero tampoco ha dejado de enviar cartas, emails y poner mensajes en redes sociales para denunciar su caso y tratar de conseguir ayuda para que se reabra el tema.
Ha perdido tres nervios y dos tendones de la pierna izquierda, tiene pie equino
Entre las cartas enviadas, está la que dirigió a el Rey. Tal y como recuerda, “me contestó su secretario para decirme que ellos no podían hacer nada , pero que iban a enviar mi expediente a Defensa”.También escribió a la ministra y Margarita Robles llegó a llamarla por teléfono, pero además de solidarizarse con su situación, le explicó que nada podía hacer por ella porque había pasado mucho tiempo”.También trató de ponerse en contacto con el presidente en funciones. Alguien de Moncloa le redirigió a un link de Defensa.Mientras, van surgiendo nuevas patologías:  En las rodillas, contusiones en las caderas y más problemas en la espalda. “Y lo mismo me tienen que operar de los ligamentos del pie”, explica.

Condecoración

Antes de despedirla a través de un SMS, el Ejército, con eso del honor, tuvo un último detalle, otorgarle el distintivo amarillo por ser una militar herida en zona de guerra. Con orgullo, su superior se lo colocó a su hijo.Laura hoy, asegura que va a seguir luchando, sobre todo, por ser un ejemplo para su dos pequeños (niño y niña). Tajante explica que “quiero decirles a mis hijos que no hay que rendirse”.Y también asegura, entre lágrimas, que hoy volvería a entrar en el Ejército y a vivir lo que vivió en su destino militar.Mientras, incluso en este relato para Diario16, no deja de buscar en redes cómo llegar a altos cargos del Ejército para que la escuchen. Ya ha escrito por Facebook al Jefe del Estado Mayor, “pero en cuanto pongo algo me lo quitan”, dice.Pese a todo, la ex militar insiste en su despedida, y pide que se refleje en este artículo: “Yo no he acabado lo que empecé. Tuve el gran privilegio de trabajar en lo que me gustaba, conocí a gente maravillosa y muy grande. Y lo volvería a hacer”.Sin duda, Laura sí es una mujer de honor.
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