De cómo la derecha no sabe aritmética

06 de Septiembre de 2020
Actualizado el 02 de julio de 2024
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foto Casado y Abascal

En estos días transcendentales para que el gobierno pueda o no aprobar los Presupuestos que regirán nuestra vida al menos un año, escucho las declaraciones de los representantes de los partidos de la derecha y me pregunto, asombrada, cómo es posible que tales personajes hayan sido votados por la ciudadanía para que les hundan en el paro y la miseria.

La representante de Ciudadanos, Inés Arrimadas afirmaba pomposamente en la radio que su partido quiere ayudar a los ciudadanos en momentos tan difíciles como los que estamos viviendo y en consecuencia no apoyará los presupuestos de Pedro Sánchez si acepta el propósito de Unidas Podemos de subir los impuestos y aumentar el gasto. Este discurso repetido como un mantra obsesivo por esa política y sus correligionarios, pretende calar en la conciencia de las clases medias la idea de que la izquierda que representan Podemos e IU va a aumentar la presión fiscal sobre sus escuálidos ingresos para que espantados huyan de concederles el voto.

Esta amenaza la lleva publicitando Ciudadanos desde que comenzó su andadura, siempre advirtiendo en tono espantado que viene el lobo de la izquierda expropiadora y despilfarradora, pero por los últimos resultados electorales obtenidos  no parece haberle dado mucho éxito, y debería reflexionar si continuar con la misma estrategia le es rentable. Aunque me parece que no sabe de cuentas precisamente.   

Esta señora que cuando ganó las elecciones catalanas últimas se negó tozudamente a defender en el Parlament su candidatura a la Presidencia de la Generalitat arguyendo que “la aritmética parlamentaria no daba los votos necesarios”, con lo que perdió protagonismo y capacidad de acción de tal modo que al cabo de unos años la llevaron a abandonar la trinchera catalana y exiliarse en Madrid, hoy no sabe nada de la aritmética necesaria para cuadrar las cuentas del Estado.

España tiene una presión fiscal de ocho puntos por debajo de la media Europea, y mucho menos que los países que han creado un poco de Estado de Bienestar como Finlandia, Suecia, Noruega y Dinamarca, y también menos que Francia, cuyo sector público es el mayor de Europa. Con esos impuestos se mantiene la sanidad y la educación públicas, se construyen y se mantienen las carreteras, se cuida a los niños y a los mayores y se ayuda algo a las mujeres sin recursos. Y una consecuencia muy importante para mantener el sistema: se apagan los fuegos de la rebelión.

Incendiarios

Esos que están incendiando EEUU, Hong Kong, Bielorrusia, Líbano y ahora Bulgaria, y en otras ocasiones Perú o Ecuador, aunque la ciudadanía de cada país se rebele por lo que parecen causas distintas, pero que en España pueden encenderse cuando la pobreza nos muestre su cara más severa y las consecuencias de haber detenido la producción económica durante varios meses hunda a los trabajadores en la miseria, mientras reduce a la clase media, tan sumisa y conformista ella siempre, a vivir como obreros mal pagados.

Alemania, ese ejemplo de país capitalista próspero, que todos envidiamos, sin detenernos a averiguar cómo ha podido llegar a serlo cuando sólo hace setenta y cinco años estaba destruida, gobernada por la derecha desde hace varias décadas, ha dedicado el 50% de su PIB a ayudar a mantener sus empresas, mientras España sólo lo hacía un escuálido 2%. Ese dinero público no lo fabrica el gobierno alemán, sale de los impuestos que en mucha mayor proporción que nuestro país cobra de sus ciudadanos. Ciertamente la potencia económica alemana es incomparable a la modestia española, y ahora no me detendré a explicar con detalle por qué, pero entre las causas de la triste estrechez en qué vivimos se encuentra la política fiscal mantenida por todos los gobiernos que hemos padecido.

El capitalismo español, desde sus inicios se ha caracterizado por su avaricia y cortedad de miras, teniendo en cuenta que nunca hizo su revolución industrial. Pero a los trágicos sucesos que interrumpieron el evidente avance que estaba consiguiendo la II República, y el hundimiento que supusieron los cuarenta años de dictadura, se han sumado las condiciones en que nos aceptaron en el Mercado Común primero, travestido de Unión Europea ahora.

La patronal española, que también se manifiesta estos días por la boca del señor Garamendi, sigue firmemente enrocada en mantener las miserables condiciones de trabajo de los empleados, sancionadas por la reforma laboral de Rajoy que tan bien le ha ido, y además no quiere pagar impuestos a tenor del resto de las corporaciones europeas. Las ganancias de la CEOE, que han aumentado escandalosamente en los tiempos de crisis, las obtiene de la explotación exhaustiva de los trabajadores y de la exención de impuestos que le permiten las leyes aprobadas por los sucesivos gobiernos democráticos, cuando no del robo directamente que de cuando en cuando conocemos en alguno de los procesos por corrupción que se les instruye.

Cuando Ciudadanos y el PP claman enfurecidos contra la posibilidad que defienden Unidas Podemos de subir impuestos aseguran que estos caerán sobre la sufrida clase media, ya muy apaleada por las crisis que padecemos, porque así asustan a los votantes, y ocultan, arteramente, que el proyecto de la izquierda siempre es que los ricos paguen más y los pobres menos. Plantear un impuesto a la riqueza para los que obtengan cientos de miles de euros de renta y posean millones en propiedades, y subir el porcentaje a las corporaciones que ocultan sus beneficios en los paraísos fiscales, es simplemente realizar un más justo reparto de la riqueza, como dice nuestra Constitución.

Porque si no será imposible subvenir las necesidades sociales de los más desfavorecidos, sostener una sanidad y una escuela públicas decentes y  mantener el mismo nivel de transportes, hostelería y restauración para atender el turismo, que es lo que nos da comer, en la crisis económica que se nos viene encima. Cuando la señora Arrimadas clama contra el aumento del gasto que propone la izquierda parece que no ha hecho las cuentas de lo que supone sostener el subsidio de paro de los cuatro millones de parados que contamos hoy, no sé mañana, pagar los ERTES que se han aprobado durante unos meses, atender a la gente que pierda la vivienda, las pensiones de jubilación, de viudedad, de orfandad, las no retributivas, las ayudas a la reinserción, y todas las demás necesidades que un Estado avanzado subviene. De otro modo retrocederemos a la situación de la posguerra.

Subida de impuestos

Lo más desvergonzado de todo es que mientras la patronal y los partidos de derecha claman contra la subida de impuestos a su clase social, tanto Garamendi como Feijoó como los empresarios del turismo y de las editoriales y de la música, y de la hostelería y de la restauración, etc. etc.  reclaman la aportación económica del Estado para no hundirse en las penosas condiciones que están viviendo a raíz de la crisis de la pandemia.

Diríase que para la patronal y para Arrimadas y Casado, y toda la esfera de la derecha, el gobierno, por pura maldad, fabrica el dinero en una máquina especial que posee y lo despilfarra en los usos que he mencionado, en vez de dárselo a ellos, como Dios manda. 

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