Díaz Ayuso paga con sueldos de camarero a los médicos jóvenes de la Comunidad de Madrid

31 de Julio de 2020
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La Sanidadpública de Díaz Ayuso es unaauténtica ruina. A la rebelión de los médicos de Atención Primaria –que le han dado un ultimátum a la presidenta delGobierno regional madrileño para que refuerce las plantillas de cara al próximootoño, cuando una segunda oleada de la pandemia será inevitable– se une elestado de agotamiento en el que se encuentran los profesionales tras meses detrabajo extenuante y los bajos salarios que perciben, sobre todo los másjóvenes.

Preocupa especialmente la endémica precarización de los MIR, los médicos internos residentesque empiezan su carrera en los hospitales públicos y que están siendoexplotados a conciencia en turnos de guardia interminables. En los peores díasde la pandemia, cuando los pacientes morían en los pasillos de las Urgenciassin poder ser atendidos, los MIR se comportaron como auténticos héroes. Muchosde ellos, a pesar de no haber completado sus estudios, se presentaron comovoluntarios para pelear contra el covid-19en la primera línea de combate: el improvisado hospital de Ifema. Se les pidió que se comportaran como médicos con veinte añosde experiencia  profesional, se lesarrojó a las consultas sin equipos adecuados y se les exprimió todo el jugoposible en contra de la legislación laboral. Ellos, por su parte, respondierondejándose la piel. Decenas cayeron contagiados pero con su esfuerzo y valentíaayudaron a salvar miles de vidas. Hoy se sienten abandonados por la Administración regional, al igual quesus compañeros más veteranos. No solo no se les asegura un contrato fijo y unfuturo medianamente estable ante el segundo virulento rebrote que se prevé parael mes de octubre, sino que buena parte de ellos han vuelto al dique seco.Ayuso los ha utilizado cuando los necesitaba y después los ha dejado en laestacada, como suele hacer todo buen neoliberal que antepone el valor deldinero a los valores humanos.

Hace solo unos días, más de 2.000 jóvenes MIR semanifestaban ante los centros sanitarios para “decir basta ya a los sueldosprecarios, a ser mano de obra barata para los hospitales y la Atención Primaria en vez de serpersonal en formación, a cargar con responsabilidades que superan suscompetencias”. La situación que sufren es tan sangrante que el sueldo deresidente de primer año apenas roza los mil euros mensuales, un salario a laaltura de oficios como el de camarero. “La carrera, la especialización, seisaños de estudio, las prácticas en hospitales y todo para terminar cobrando 960euros. Así no se puede vivir en Madrid”, asegura un joven médico movilizado endefensa de sus derechos.

Para tratar de apaciguar la rebelión, Díaz Ayuso haenviado a las trincheras a su consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, que tiene la difícil misión de capear eltemporal y tranquilizar los ánimos. En declaraciones a La Sexta, Ruiz Escuderoha dicho estar dispuesto a “negociar y a valorar las reivindicaciones”, pero aconsejaa los jóvenes médicos huelguistas que se dirijan a la ventanilla del Gobiernocentral, ya que “son parte del convenio colectivo a nivel nacional”. Laspalabras del titular regional de Sanidad tuvieron inmediata respuesta por partede los profesionales de la Medicina: “Es falso. Lo que dijo el consejero sobretrasladar al Ministerio de Sanidad las peticiones de los MIR es una forma deechar balones fuera. Las comunidades sí tienen competencias y así está reguladoen el real decreto sobre los facultativos residentes”, asegura Tomás Toranzo, presidente de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos.Es cierto que ese real decreto regula los sueldos de los médicos, pero deja ampliomargen de libertad a cada Gobierno regional para que fije sus propias tablassalariales. “Aunque no se puede modificar el salario base, sí se puede aumentarel precio por hora de guardia, aumentar los complementos autonómicos, ponernuevos, reorganizar libranzas, descansos, rotaciones, bajas, tocar las pagasextras… Las competencias son enormes”, insiste Toranzo.

Las coartadas de Ayuso y su consejero caen por su propiopeso. Las comunidades autónomas están perfectamente capacitadas para mejorarlos salarios de los profesionales que trabajan en los distintos serviciosregionales, ya que las competencias están transferidas. De no ser así, los Gobiernosautonómicos no tendrían razón de ser, quedarían como una inútil burocracia másy Díaz Ayuso sería poco menos que un figurín con muy buen sueldo para lasportadas de las revistas.

Ahora bien, ¿por qué esas diferencias retributivas entre unos territorios y otros, por qué Madrid es la región que peor paga a sus profesionales de la Sanidad pública? Sin duda, la causa de la nefasta precarización que padece el personal contratado –y que no solo afecta a los hospitales sino también a las residencias de ancianos–, hay que buscarla en los años de políticas privatizadoras impulsadas por los diferentes gobiernos del PP, entre ellos el de Esperanza Aguirre, predecesora de la actual presidenta. Si Díaz Ayuso no mejora las condiciones económicas de sus médicos y enfermeras es sencillamente porque no considera oportuno hacerlo y porque no cree en la Sanidad pública. El PP es un partido que se deja seducir por lo privado mientras abandona un Estado de Bienestar que para ellos es un engorro y además no da dinero porque no es negocio. La pésima Sanidad que sufren los madrileños no nace de la nada: es el resultado de una filosofía política concreta y de una forma de entender la vida que consiste en que cada cual se pague su médico con arreglo a sus posibilidades económicas. Es el modelo Trump, hacia el que peligrosamente se va deslizando, cada vez más, la presidenta regional. Por eso la polémica delfina de Pablo Casado invierte en curas y capellanes que den la extremaunción a los pacientes del covid en lugar de en rastreadores que sigan la pista de los contagiados. Por eso se saca de la manga una tarjeta, pasaporte, cartilla o como quiera que se llame ese engendro que ayudará a discriminar entre madrileños sanos y enfermos. Será una forma de concentrar los esfuerzos en salvar a aquellos que tienen posibles mientras los pobres son atendidos por los médicos deprimidos, mal pagados y abandonados a su suerte en el gueto de Vallecas

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