El chalé de Escuredo que cambió la historia política de Andalucía

22 de Mayo de 2018
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El 16 de febrero de 1984, Rafael Escuredo Rodríguez, primer presidente de la Junta Autonómica de Andalucía, se entrevistaba con Alfonso Guerra, a la sazón vicepresidente del Gobierno. “He venido a hablar de cosas importantes con mi amigo el vicepresidente Guerra”, soltó aquella noche Escuredo a los periodistas en un intento de emular a Josep Tarradellas cuando salió de su primera entrevista con Suárez, poniendo sordina y sonrisas a la monumental bronca que acababan de protagonizar dentro.Escuredo había llegado temprano aquella tarde a Madrid, tanto que alquiló habitación de hotel porque la reunión con Alfonso estaba fijada para las 19,30 horas. No existía el Ave. Desde el hotel, el presidente andaluz, llamó a Felipe González a Moncloa porque, realmente, con quien quería hablar era con “el del puro”, el que mandaba de verdad. Nunca se supo el contenido de aquella conversación telefónica que, desde luego, debió de ser de lo más desagradable y decepcionante para Rafael Escuredo. “Secretos de sumario”, alegó jocoso cuando le preguntamos los periodistas. De hecho, 18 horas después, a las 14,25 del 17 de febrero, la SER en Sevilla daba a sus oyentes la primicia de la confirmación de que Escuredo dimitiría aquella tarde ante Rodríguez de la Borbolla, secretario general del PSOE-A. Fue el propio Escuredo quien, desde su coche oficial, parado en un semáforo junto a la unidad móvil de la SER, el que confirmó que dimitía. No lo verbalizó, lo hizo inclinando el pulgar hacia abajo.Cuando aún le llamaban ‘Escudero’La dimisión de Escuredo resultó una sorpresa para la opinión pública andaluza que, dos años antes, le había dado su primera gran mayoría absoluta con 66 escaños en el primer Parlamento. Su empatía con la calle le había servido para llegar a todos los rincones y tascas, lo que le convertían en un presidente querido y popular al que entonces muchos aún llamaban “Escudero”.Sin embargo, para la opinión publicada, la noticia de su caída era la lógica consecuencia de acontecimientos que habían sucedido en el último año. Tensiones con las transferencias de competencias; anuncio de una Ley de Reforma Agraria que ni su consejero de Agricultura ni nadie conocía; su mini gabinete de asesores andalucistas, ex del PSA, desplegando gran influencia nacionalista, a excepción del catedrático Ángel López, quien luego sería presidente del Parlamento de Andalucía. Sin olvidar su sonora y frontal oposición al arquitecto “catalán” Ricard Bofill como Comisario de la Expo92, candidato del guerrismo postmoderno.Rafael, aquel paisano sevillano de Felipe y Alfonso, se movía demasiado, hablaba alto y claro y empezaba a creerse lo de Andalucía. Un peligro. Jaime Montaner, consejero con tres presidentes sucesivos, sostuvo en privado durante aquella crisis una hipótesis que explicaría en parte la caída de Escuredo. Felipe es el verdadero responsable de esta decisión, literalmente lo ha dejado caer. Alfonso no es el malo de la película, aunque lo parezca, es simplemente el ejecutor. El liderazgo de Rafael Escuredo había crecido políticamente tras la barrida andaluza del PSOE en mayo del 82, recogiendo la gran cosecha que el socialismo había sembrado durante el proceso autonómico del 151.  Escuredo era, según aquella hipótesis, un adversario tan popular y populista como el propio Felipe González, cuña de la misma madera sevillana.El chalé lo construyó Dragados, una de las empresas a las que se adjudicó la construcción de Fibes en Sevilla, y costó unos 15-16 millones de pesetas del año 83.También se barajaron explicaciones de tipo más íntimo, relativas al estado de ánimo de alguien que, en las navidades del 83, sin saber esquiar, se fue a Sierra Nevada, con resultado de “fractura a nivel del cuello del húmero derecho, con arrancamiento del tróquiter”. Escuredo, contaban los de su equipo entonces, quedó muy afectado por sus discapacidades temporales y con el ánimo por los suelos, “pasaba de todo, no estaba de humor para nadie”, recuerdan.Pero hubo algo más, lo que para muchos fue la guinda envenenada a una ofensiva perfectamente orquestada durante meses para que el PSOE de Felipe y Alfonso recondujeran tanto rollo blanquiverde, tanto Blas Infante y tanto nacionalismo de clase que tan buenos réditos electorales, por otra parte, había dado hasta entonces al socialismo sureño. Un chalé de 15 millones de pesetas.Un chalé de algo menos de 300 metros útiles, nueva vivienda construida en tiempo record de seis meses, diseñada por el arquitecto José Luis Palomino en la cornisa aljarafeña de Simón Verde, se iba a convertir en el verduguillo a utilizar para acabar con un morlaco que se resistía, pese a estar políticamente inmovilizado y físicamente escayolado. Un chalé construido por Dragados por unos 15-16 millones de pesetas del año 83, –“que le ha otorgado un trato preferente”– y del que se sospechó que podría tener gato encerrado al ser Dragados una de las empresas a la que se le iba a adjudicar la construcción de Fibes en Sevilla por unos dos mil millones de pesetas. Parece que la única prebenda real pudo ser que se lo construyeran rápido.Fue en este cruce de caminos cuando suceden acontecimientos que, con el paso de los años, marcarán el devenir político de la región. El PSOE logra jubilar a Escuredo que opta por la dimisión en silencio y recompone su cadena de mando del partido en Andalucía. Fue la época del “quien se mueve no sale en la foto”. Así, la dirección federal del PSOE aisló el virus del “nacionalismo de clase” que se había inventado Escuredo en un congreso del PSOE-A en Granada, con el pretexto de atraer las bases electorales del PSA de Rojas Marcos, ya que a los cuadros más importantes se los había llevado ya a su gobierno. Con el PSC tenían bastante y no estaban dispuestos a permitir que en Andalucía crecieran incontroladamente los brotes nacionalistas sembrados el 4D que germinaron el 28F.Nace la alianza PSOE-PRISAY en ese contexto político arranca la alianza histórica del Grupo Prisa con el PSOE en Andalucía, que se prolongará como grupo mediático pro gubernamental durante décadas; hasta nuestros días.Fue el diario El País el que, en solitario, abrió fuego racheado contra el presidente andaluz con un reportaje sobre el chalé que Escuredo y su mujer, la diputada Ana María Ruiz Tagle, se habían construido a unos 12 kilómetros de Sevilla. “Las informaciones fueron demoledoras desde el punto de vista personal y político, con el capataz de Alfonso en Sevilla, Miguel Ángel Pino de presidente de la Diputación, sembrando la duda sobre la adjudicación de Fibes a Dragados”, recuerdan quienes estaban cerca del presidente. Escuredo se sintió perseguido, acosado y humillado, entendiendo con aquellos artículos que Felipe González, “el del puro”, le estaba enviando la cabeza cortada de un potro marismeño. No se equivocó.Fue Escuredo quien inventó lo del “nacionalismo de clase” en un congreso del PSOE-A en Granada con el pretexto de atraer las bases electorales del PSA de Rojas MarcosHerido en su amor propio, cuestionada su honorabilidad, la cabeza del presidente Escuredo no estaba en condiciones de desplegar una defensa numantina de su posición, máxime cuando su mano derecha en el gobierno y secretario general del partido, Pepote Borbolla, pensaba lo mismo que González y Guerra, que “Rafael se tiene que marchar”. Y se marchó. Aguantó una semana en el cargo tras la primera información de El País sobre su chalé. Fue la puntilla.Años después, los chalés de la política, entendidos como ostentación de una casta dominante, volvieron a aparecer sistemáticamente en las crónicas de los bajos fondos de la política andaluza.  Pero ninguno marcó tanto la agenda política de esta tierra como aquel chalé de diseño en Simón Verde, escenario de los últimos días en el cargo del primer presidente que tuvo Andalucía elegido por las urnas.
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