Tras varios meses de bulos, falsas exclusivas y titulares amarillistas a cuenta del caso Begoña Gómez, el juez Peinado ha decidido, por fin, cerrar el grifo de las filtraciones a grupos ultraderechistas. Ya era hora de que se pusiese en su sitio y cortara el festival de la noticia fake. A Peinado, que investiga a la mujer del presidente del Gobierno por un presunto delito de tráfico de influencias con patrocinadores, mecenas y empresarios en la organización de un máster por la Universidad Complutense de Madrid, parece que finalmente le ha entrado el vértigo ante la mala prensa de su juzgado, el Número 41 de Madrid, que se ha convertido en el abrevadero de los tabloides sensacionalistas del régimen anterior. ¿Empieza el juez de hierro a derretirse como una barra de hielo en un pueblo de Jaén en pleno mes de agosto y a 45 grados a la sombra? Habrá que seguir sus movimientos en el futuro, mayormente porque en la logia franquista no se perdona a timoratos o blandengues y podría tener los días contados como mando en plaza.
Peinado ha decidido echar el freno y cortar por la sano el despelote de las filtraciones antes de que la cosa llegara a mayores. Es como si el instructor hubiese despertado del sueño nostálgico –en el que había caído arrastrado por los peones de Vox, Manos Limpias y otros agentes del universo friqui–, para constatar lo escandaloso de la situación y retornar de nuevo a la cordura, a la sensatez, al imperio de la ley. El magistrado ha citado a las partes para entregarles los vídeos de las declaraciones que ha tomado últimamente a investigados y testigos, pero entre ellos no estará la pieza más cotizada: la grabación de Pedro Sánchez negándose a declarar ante él en Moncloa, adonde el juez se desplazó para interrogarle. Esta prueba era la pieza de caza mayor, el fetiche perseguido con ansia viva por los periódicos y digitales de la caverna que de, momento, no tendrán en su poder la imagen soñada del tótem sanchista claudicando ante la autoridad judicial.
De esta manera, el magistrado ordena que se entregue a las partes (ese variopinto conglomerado de grupos neofascistas, ultracatólicos, negacionistas, conspiranoicos, esotéricos, abogados youtubers y antivacunas) “las grabaciones realizadas los días 15, 19 y 29 de julio, 1 y 26 de agosto”, entre las que figuran las de varios testigos y tres investigados en la causa: la propia Begoña Gómez –que se acogió a su derecho a no declarar–, el empresario Juan Carlos Barrabés y el rector de la Universidad Complutense, Joaquín Goyache.
El circo, por tanto, continúa, pero los payasos ya no podrán montar su show en redes sociales con tanta impunidad, sino que tendrán que cortarse un pelo, trabajárselo con algo más de cuidado y disimulo, con algo más de decoro, más finamente. No todo vale en el mundo del espectáculo, y para que la farsa de la función resulte creíble y convincente deben mantenerse unas formas, sin caer en lo chabacano, descarnado o cruento. El implacable linchamiento público al que estaban sometiendo a Begoña Gómez empezaba a ser contraproducente, un escarnio repelente, y ya le daba vergüenza ajena hasta a Feijóo.
La Fiscalía ha investigado si hubo revelación de secretos y ha llegado a la conclusión de que no se cometió delito alguno pero, quizá para curarase en salud, el juez Peinado ha dado órdenes tajantes de que todos los documentos que salgan del juzgado a partir de ahora, hasta el más insignificante, se controlen férreamente, es decir, que las “copias sean debidamente identificadas” con marcas de agua, sellos oficiales, número de registro y otros procedimientos legales. Todo ello con el fin de frenar el chorreo de noticias (muchas de ellas meras especulaciones y gallardas mentales periodísticas) que estaban apareciendo en la prensa ultraconservadora. Otro dato que nos lleva a pensar que el magistrado ha estado reflexionando seriamente sobre dónde se estaba metiendo.
Es evidente que lo que está ocurriendo en el juzgado de Peinado bien podría titularse como aquella película de terror barato (Sé lo hicisteis el último verano), ya que en ese tribunal han pasado demasiadas cosas raras desde que comenzaron los meses del calor. Ha habido demasiado botellón playero, demasiada manga ancha, demasiada borrachera antisanchista y delirio ultra, y eso había que pararlo de alguna forma. El levantamiento nacional comenzó un 18 de julio y, cada vez que llega esa fecha o efeméride señalada, en este país se van mucho algunas cabezas.
Todo apunta a que ha habido un antes y un después en la instrucción de este sumario, de modo que, de ahora en adelante, ya no habrá tantas alegrías. De otra manera no se entendería que Peinado haya tirado de la palanca de frenazo en seco. El tren de la máquina del fango estaba funcionando a pleno rendimiento, cada día un titular nuevo, cada día una bomba de humo, más madera, más madera sobre Gómez, un material caducado con escasos visos de realidad, de modo que el juez instructor ha tenido que decirle a los abogados del Movimiento aquello de basta ya, hasta aquí hemos llegado, se acabó la fiesta, como el partido de Alvise, uno de los que están en esta sucia verbena veraniega. Seguramente el juez no hace todo esto por ética o por imperativo categórico kantiano, sino porque su juzgado estaba dando el cante y corría el riesgo de que se abriera una investigación interna en las más altas instancias del Poder Judicial, ahora que la jueza progresista Perelló (nieta de un fusilado por los franquistas) se ha hecho cargo de las riendas del CGPJ. El vídeo de Sánchez achantando ante el ídolo de los falangistas no va a salir, al menos de momento. Una auténtica pena, porque tenía su morbo.