El rey Juan Carlos se erigió «de facto en un auténtico dictador en la sombra»

23 de Junio de 2020
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Juan Carlos I Emérito Justicia

Juan Carlos I vio que el 23F se le iba de las manos y, segúnfuentes que estuvieron cercanas al monarca en aquellos meses posteriores al intentode golpe de Estado, pasó «mucho miedo». Por ello, en el Palacio de la Zarzuelase inició una operación político-militar secreta que le permitió hacerse con elpoder real del Estado, independientemente de lo que dijera la Constitución, paraevitarse, en el futuro, sustos tan fuertes y desagradables como los que viviódurante «la Tejerada».

Según indica el coronel Amadeo Martínez Inglés el su libro JuanCarlos I. El último Borbón, el rey abrió dos frentes. El primero fue llamara capítulo a todos los líderes políticos que, de un modo u otro, estuvieron deacuerdo con la «Solución Armada»; el segundo, y, quizá el más importante, elhacerse con el control de todos los servicios de inteligencia de las FuerzasArmadas y, de este modo, convertirse en el hombre más informado de España, loque, por ende, le transformaría en la persona más poderosa del país. Tal y comopublicamos en Diario16, esto tuvo como consecuencia que Juan Carlos I no sólo dispusierade las funciones que el confería la Constitución, sino que durante su reinadoejerció el poder de facto, disfrazado de rey constitucional y demócrata,pero sometiendo a los políticos, entre campechanía, sonrisas y abrazos, quienessiempre creyeron que no ejercía el poder pero que no dudaron en aceptar lavoluntad del monarca.

El primer baluarte de la información era el CESID (Centro Superiorde Información de la Defensa), formado casi exclusivamente por militares y conuna estructura anticuada volcada preferentemente, siguiendo todavía con lasdirectrices de los servicios secretos del Régimen franquista, a la informacióninterior: política, social y militar. El control del CESID se convirtió en prioridadabsoluta del rey Juan Carlos en los meses siguientes al 23F.

«Así, en octubre de 1981, después de someter a una presióndirecta e insoslayable al nuevo presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo  consigue que sea nombrado director general delCESID el coronel Emilio Alonso Manglano, un militar de la nobleza, monárquico visceraly que había jugado un papel esencial en la postura de «no intervención»adoptada por la Brigada Paracaidista durante el 23F», afirma Martínez Inglés. Estehecho fue importante puesto que los jefes de esta unidad siempre fueronpartidarios de un golpe de Estado duro, «a la turca». Si en febrero losparacaidistas hubieran actuado, el golpe habría tenido éxito. Y esto lo sabíaJuan Carlos I y recompensó a Manglano con la dirección del CESID. Ya habíacolocado al hombre clave en el lugar clave porque la apuesta nunca fue desinteresada,ya que con su fiel servidor a la cabeza del CESID, Juan Carlos I sería elprimer beneficiario de cuanta información sensible y reservada generaran los serviciosde Inteligencia del Estado.

Ello, unido al control que por su mando supremo de lasFuerzas Armadas ya ejercía sobre la Junta de Jefes de Estado Mayor convirtieronal monarca en el hombre mejor informado del país más poderoso y capaz de «erigirsede facto (guardando siempre las formas democráticas, cómo no) en un auténticodictador en la sombra», afirma el coronel Martínez Inglés.

Manglano se convirtió, a partir de octubre de 1981, en losojos y los oídos del rey Juan Carlos, en la punta de lanza de su oculto poder, «enla correa de transmisión, a través de la cual recibiría a diario la municiónnecesaria para doblegar y hacer hincar de rodillas a los políticos de lademocracia elegidos por el pueblo soberano. Con el general Sabino FernándezCampo como nuevo valido y fontanero máximo del palacio de La Zarzuela,reconvertido en El Pardo de décadas pasadas; con el espía Alonso Manglanosirviéndole a mansalva y en tiempo real cuanta información sensible (mucha deella referida a los otros poderes del Estado) llegara a los terminales delsiniestro servicio de información del Estado que dirigía con mano de hierro;con la cúpula militar (JUJEM), y los servicios de Inteligencia exteriorsecretos adscritos a la misma, obediente y sumisa en virtud de la etérea ynunca concretada Jefatura Suprema de las FAS que le otorga la Constitución; ycon el permanente «chantaje» a los políticos, y en especial a los sucesivos presidentesdel Gobierno elegidos democráticamente por el pueblo, que representaba la meraexistencia de esa suprema jefatura sobre los militares como valladar antetentaciones golpistas… el camino a esa deseada dictadura real en la sombra se presentabaexpedito», afirma Martínez Inglés.

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