Utilizar el dolor de un pueblo es uno de losaspectos más mezquinos que caracteriza a la extrema derecha. A lo largo de lahistoria hemos visto cómo los movimientos autoritarios y antidemocráticos hanaprovechado los momentos de debilidad o de insuficiente protección social paraasaltar el poder. Eso es lo que está ocurriendo ahora.
La extrema derecha, junto con el silenciocómplice de la derecha, no tiene programa, sólo quiere poder. Hay que recordarla frase de Hitler a Otto Strasser: «El programa no es la cuestión. La únicacuestión es el poder y el hecho de que todo es falso». Para Hitler el programaque ofrecer al pueblo, es decir, la ideología, no era más que una cuestión deintelectuales.
Los ultras, con la complicidad silenciosa de laderecha teóricamente democrática (también ansiosos de obtener el poder),siempre han aprovechado momentos de deriva social para utilizar un mensajesencillo que incremente el descontento y, llegado el momento, dar el zarpazodefinitivo al Estado de derecho con el apoyo de un pueblo engañado. Hitler seaprovechó de las consecuencias de las sanciones tras la I Guerra Mundial.Franco utilizó el descontento de las élites respecto a las medidas socialesadoptadas por el Frente Popular. Pinochet, Videla, Trujillo, Mussolini,Salazar, etc. hicieron lo mismo, cada cual con las diferencias socioeconómicasde cada país. No hablamos de política porque la extrema derecha no tieneideología, sólo ansia de poder.
En el día de ayer se convocó una manifestación«telemática» contra el gobierno y para exigir la dimisión del ejecutivolegítimo y democrático de España. Es evidente, que este movimiento no estáconvocado por una persona particular, sino que tiene por detrás algún tipo deorganización. Por otro lado, está teniendo difusión por la utilización quehacen los ultras de las redes sociales y del big data. Todo gracias a Steve Bannon, por supuesto.
Esta manifestación no es otra cosa que lautilización de la ultraderecha de la «ingenuidad» de un pueblo que estáatemorizado por la pandemia y que desearía que todo volviera a la normalidadcuanto antes. Esa es la propaganda, ese es el mensaje: «Estás encerrado en casapor culpa de un gobierno de comunistas» o «Los muertos por el coronavirus sonpor culpa del gobierno de comunistas». Todo ello, por supuesto, sin ningunaopción alternativa y ni de eficacia probada.
Lo importante para la ultraderecha es crear uncaldo de cultivo, una desafección «violenta» contra el gobierno legítimamenteelegido por la ciudadanía.
Para los ultras su acción no es deslealtad, sinopatriotismo, y así intentan venderlo. Hablan de comunistas, hablan deseparatistas, hablan de chavistas, cuando, en realidad, en el Gobierno no hayni de lo uno ni de lo otro. Hay más chavistas en España afines a laultraderecha que en el Ejecutivo porque los regímenes autoritarios de extremaderecha son los que, precisamente, cohabitan perfectamente con la corrupción ocon la usurpación de los bienes del pueblo, tanto aquí como en Latinoamérica.
Sin embargo, tal y como ocurrió con Hitler, esaestrategia de la ultraderecha es imposible de que se pueda llevar a hechos sinla colaboración, activa o a través del cómplice silencio, de la derechademocrática. Ahora, en España, los ultras se han encontrado con un partidoconservador sin liderazgo y temeroso de los votos que pueda perder a costa demantener la coherencia ideológica con lo tradicionalmente defendido por suorganización política. Esa brecha, esa «derechita cobarde» es la que, con susilencio, está alentando al salvajismo autoritario de los herederos del búnkerporque, mientras éstos están «prietas las filas», aquéllos se mantienencallados y, por desgracia, en España «el que calla otorga».
La manifestación «telemática» de hoy no es másque la continuación de la estrategia. Mañana, seguramente, el líder ultrautilizará el lugar donde reside la soberanía nacional para hablar de los queacudan a ella y será el pistoletazo de salida para el golpe de Estado que ya seestá pergeñando. No en vano, ya han pedido la intervención del Ejército, laconformación de un gobierno de concentración nacional y han hecho demostraciónde su habilidad con las armas. ¿Qué más falta?