La crispación de las derechas lleva al país a una tensión inédita en cuarenta años de democracia

29 de Mayo de 2020
Actualizado el 02 de julio de 2024
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abascal

La Comisión para la Reconstrucción del país está transcurriendo talcomo se esperaba, un sainetillo o entremés entre insultos, descalificaciones ymucha puesta en escena del que saldrán pocas soluciones para superar la crisis.Si el espectáculo de la sesión de control al Gobierno del martes fuebochornoso, el de ayer en esa comisión que tiene por supuesta finalidad sacaral país del fango de la epidemia y la ruina económica no defraudó. La imagen dela España de hoy quedó perfectamenteretratada en ese momento sublime en el que PabloIglesias aseguró que a Vox “legustaría dar un golpe de Estado pero no se atreve”, a lo que Espinosa de los Monteros, haciéndose elofendido, respondió levantándose de la silla, cerrando su maletín de un golpeseco y saliendo de la sala con paso marcial, como un despechado y decadente duelistadel siglo pasado después de recibir un pañuelazo en la mejilla. Solo le faltó soltaraquello de “tendrá noticia de mis padrinos”, que decían los exaltados del Romanticismo antes de batirse apistolas.

Mientras tanto, el presidente de lacomisión, el socialista Patxi López,un hombre habitualmente comedido y en su sitio, también aportaba su granito dearena a la gresca al asegurar que “algunos tienen la piel muy fina”. Minutos después,y dándose cuenta del error que había cometido, pidió disculpas: “No he estado ala altura de lo que es y de lo que significa esta comisión”, puntualizó elexlehendakari antes de darle la palabra a la vicepresidenta tercera del Gobierno,Nadia Calviño.

La escena fue propia de una operetao vodevil, cuando no de una secuencia de película de los Hermanos Marx. Todo se antoja tan esperpéntico, tan de otra época,tan exageradamente decimonónico, que resulta difícil creer que gente a la quese supone preparada y leída sea capaz de caer en semejante función barriobajeray denigrante. Pero así está la política española y así está el país. Elcomentario de Iglesias sobre el carácter golpista de Vox fue extemporáneo, noporque le falte razón sobre el partido neofalangista, que la tiene toda, sinoporque no era el momento ni el lugar más indicado para volver a traer el temadel guerracivilismo que tanto daño ha hecho a este país. En teoría, unacomisión parlamentaria debería servir para aportar ideas y para intentar quetodas las fuerzas políticas trabajen, si no unidas porque eso es imposible enun Parlamento tan diverso y polarizado,sí al menos coordinadas con el objetivo de levantar el país. La únicajustificación que cabe para las palabras de Iglesias es que el hombre veníacaliente de la sesión del día anterior, en la que Cayetana Álvarez de Toledo lehabía acusado de ser “el hijo de un terrorista”. Se comprende, desde todo puntode vista humano, que alguien que ha recibido un insulto tan duro y amargo detragar pueda llegar a esa comisión con los dientes y puños apretados y un ciertoánimo de revancha. Pero en cualquier caso, a un hombre de su inteligencia queostenta un cargo de tan alta responsabilidad como es una Vicepresidencia Segunda del Gobierno de España se le debe exigirque mantenga un perfil institucional cuando la ocasión lo merece. Con la Nissan sacando sus fábricas de Barcelona para llevárselas a China, con medio país sufriendo todavíael azote de la epidemia y con las colas del hambre repletas de gentedesesperada sosteniendo bolsas de arroz y lentejas, un miembro del Gobiernodebe saber estar a la altura de lo que espera el pueblo y guardarse su desquitedialéctico (totalmente justificado por otra parte) para otra ocasión. Siemprehabrá un momento para decirle a Vox lo que es: un partido preconstitucional quelleva fascistas en sus filas, que apoya el franquismo y que mantiene (en una perversatergiversación de la historia) que el levantamiento del 36 no fue un golpe deEstado, sino una reacción legítima ante la revolución comunista que seavecinaba.

En todo caso, y sea como fuere, el vicepresidente cayó de lleno en la trampa tendida por Vox. Cuando Espinosa de los Monteros vio que el vicepresidente había pisado el cepo, esbozó una sonrisa de satisfacción para luego ponerse en el papel de hombre digno y cabal. Con esas trazas de dandi crepuscular y esas barbas de duquesito de los tercios de Flandes, el elegido era perfecto para encarnar el personaje de caballero herido en su orgullo propio. El plan que Cayetana Álvarez de Toledo había puesto en marcha el día anterior, y que consistía en picar el toro rojo para que embistiera ciegamente, había dado resultado. Las trincheras siempre se cavan a paladas de injurias y provocación. Ya solo quedaba consumar la comedia de que Vox no podía participar en la Comisión de Reconstrucción porque había sido seriamente insultado por un ministro del Gobierno. La excusa perfecta. En realidad, la extrema derecha tiene claro que jamás participará en nada que suponga un pacto con la izquierda por el bien del país porque solo trabaja para desestabilizar, destruir y reventar. Así que una vez más, el montaje y la vieja técnica de la crispación (que está llevando al país a un estado de tensión inédito en cuarenta años de democracia) habían funcionado a las mil maravillas. Los bots que tan bien controla el partido ultraderechista echaban humo en las redes sociales, como ese tuit de un tal Andrés (¿no será también un robot?) que rezaba: “Hay que arrasar con ellos Abascal. Pégale dos tiros a Iglesias en el Congreso, coño”. La pólvora está bien esparcida por todo el país y solo falta que algo o alguien prenda la mecha.

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