Hace algunas semanas, Santiago Abascal tuvo la luminosa idea de tomar prestado el nombre de aquel viejo sindicato polaco que terminó de darle la puntilla al comunismo en los países del Este: Solidaridad. La cosa tenía su simbolismo, su morbo, su aquel. Las masas desencantadas y furiosas con los grandes sindicatos decadentes acudirían como abejas a la miel. Y no se lo pensó. El pasado 20 de julio, su lugarteniente Jorge Buxadé, vicepresidente primero de Vox, anunciaba que el nuevo sindicato de trabajadores vinculado al partido se llamaría de la misma manera: Solidaridad. Buxadé se esforzó en explicar que el nombre escogido trataba de demostrar que los españoles necesitan que “acabemos con la confrontación de padres contra hijos, de mujeres contra hombres, y que responda a una causa común: la defensa de los trabajadores, de la economía nacional, de los pequeños empresarios y de los autónomos”. Sin embargo, nada dijo del mensaje subliminal que iba por detrás para tratar de seducir al lumpenproletariat.
Solidaridad (en polaco, Solidarność) fue un sindicato de raíces cristianas que nació de las luchas obreras y campesinas contra el Partido Obrero Unificado Polaco, el mismo que gobernó el país durante más de 40 años. Hoy Polonia se ha convertido en todo un referente para la extrema derecha europea, la Ítaca de los ultras del viejo continente. Allí los partidos fascistas organizan grandes aquelarres nocturnos, con antorchas y cánticos nazis, donde se vuelca todo el odio al inmigrante a la manera de los mítines que Leni Riefenstahl rodaba para AdolfHitler antes de desencadenar el infierno. Importar una idea de la Polonia ultracatólica era un bocado más que apetitoso para Vox. Bajo el nombre de Solidaridad había una magistral operación de marketing que lo tenía todo: el rencor de la clase obrera hacia los sindicatos culpables de todos los males del país, el anticomunismo exacerbado, el patriotismo nacional cristiano y ese falso mito de que el fascio redentor reparte pan entre los pobres cuando la izquierda solo trae miseria.
Así que la operación parecía perfecta. Los obreros iban a caer como moscas en las redes del nuevo nacionalsocialismo posfalangista. Sin embargo, Abascal se iba a encontrar una resistente piedra en el camino: Solidaridad Obrera, un sindicato anarcosindicalista que tiene la marca registrada desde hace años en España, ha demandado ante la Audiencia Nacional al nuevo sindicato vinculado a Vox por vulneración del derecho a la libertad sindical al usurpar su nombre, por lo que le exige una indemnización por daños y perjuicios valorada en 10.000 euros para donar a una oenegé, según informa Europa Press.
En su denuncia, registrada el pasado viernes, la organización anarcosindicalista exige que esta nueva central sindical deje de utilizar el término “solidaridad” y que no pueda usarse tal denominación en sedes, carteles y pancartas. Todo ello después de que el pasado 13 de agosto el nuevo sindicato Solidaridad, impulsado por Vox, se presentara en redes sociales con un vídeo en el que cuestiona al Gobierno de coalición, a los “sindicatos corruptos”, a Bruselas, a la inmigración ilegal, a la deslocalización e incluso el “ecologismo progre”.
Para argumentar su escrito de demanda, Solidaridad Obrera asevera que la jurisprudencia del Tribunal Supremo, en base a una sentencia de 2006, establece que las denominaciones de los sindicatos no pueden coincidir ni inducir a confusión con otra “legalmente registrada”. “Argumentar que la identidad o mera asimilación de la denominación adoptada por un determinado sindicato en relación con la de otro ya existente con precedencia y que figura legalmente registrado no afecta al derecho fundamental de libertad sindical resulta, realmente, inaceptable, puesto que el nombre identificador de una organización sindical constituye, sin duda alguna, un elemento básico de su existencia dentro del ámbito laboral y, por tanto, cualquier duda que pueda suscitarse al respecto, necesariamente tiene que afectar a aquel derecho fundamental que, obviamente, se puede ver lesionado por la utilización de una denominación idéntica o, simplemente, inductora de confusión dentro del mundo sindical”, subraya Solidaridad Obrera parafraseando la resolución del Supremo.
Además, la denuncia destaca que la nueva organización estará vinculada a Vox, formación de implantación nacional e ideología “ultraconservadora”, y constituye un “apéndice del partido con finalidades políticas”. En contraposición, defiende que Solidaridad Obrera es un sindicato con más de cien años de historia que no está integrado en ningún partido político, con ideología “social y obrera” y en cuyos estatutos queda “expresamente prohibido” militar en formaciones políticas. “La confusión entre ambas denominaciones es notoria y creemos honestamente que tampoco el sindicato demandado debería encontrarse cómodo con la confusión que denunciamos”, ironiza Solidaridad Obrera.
Tampoco ve “baladí” la demandante el hecho de que fuera el presidente de Vox, Santiago Abascal, quien anunciase su creación en plena campaña electoral gallega y que el portavoz del partido, el eurodiputado Jorge Buxadé, fuera quien diese a conocer su nombre: Solidaridad, rememorando así el “mítico” sindicato polaco que lideró Lech Walesa, queen los años ochenta se enfrentó al régimen comunista polaco. “Solidaridad no puede tener nada que ver con los políticos machistas, neofranquistas, ultraderechistas y autoritarios de Vox, que ahora pretenden disfrazarse de sindicalistas para tratar de generar confusión e indefensión entre la clase trabajadora”, ha espetado Solidaridad Obrera en un comunicado. El pleito está servido. Será la Justicia la que decida si la solidaridad de Vox es un burdo reclamo, un canto de sirena para seducir a las masas confusas.