El clamor vecinal e institucional a favor del cierre del vertedero de residuos tóxicos y peligrosos de Nerva, en Huelva, al fin es una realidad, pese a que las 12.000 toneladas que han llegado esta semana desde Montenegro, por barco hasta Sevilla y después en cientos de camiones hasta el pueblo de la cuenca minera de Riotinto, no son las primeras ni tampoco las últimas que recibirá el pequeño municipio onubense, que culminarán con un envío total de unas 120.000 toneladas de residuos altamente tóxicos procedentes del desmantelamiento de un astillero en el país balcánico para construir un puerto deportivo de lujo con fondos de Emiratos Árabes Unidos. La asociación vecinal Nerva, Salud y Dignidad, creada ipso facto cuando se conocieron los planes de la Junta de Andalucía en pleno estado de alarma en abril de 2020 para ampliar las saturadas instalaciones, envió una carta personal de auxilio a la ministra de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, en la que se le solicitaba la inmediata paralización de este traslado de más de 3.200 kilómetros por mar y carretera atravesando media Europa procedentes del país extracomunitario. Un año después, los miembros de esta entidad vecinal, fundamental en la concienciación ciudadana a favor del cierre definitivo del vertedero, aún esperan una respuesta por parte del Ministerio para la Transición Ecológica.
El Gobierno central no sólo se ha cruzado de brazos ante esta llamada de socorro de los vecinos sino que además aprobó finalmente el envío de esta carga tóxica extracomunitaria al ser de su exclusiva competencia velar por el contenido de los residuos procedentes de fuera de la Unión Europea que entran en suelo español, según el Convenio de Basilea.
Los vecinos de Nerva, que felicitaron a la ministra en enero de 2021 por el Plan Estatal de Inspección en materia de Traslados Transfronterizos de Residuos 2021-2026 (PEITTR), aprobado precisamente en esas fechas en Consejo de Ministros, le recordaban por carta que el vertedero de Nerva tiene casi 25 años de antigüedad y no cumple con las directrices europeas, además de tener sobrepasada su capacidad de almacenaje. Los miembros de Nerva, Salud y Dignidad pedían por todo ello a la ministra que se fijara una fecha de clausura definitiva.
Los vecinos ponían en antecedentes a Ribera sobre la “larga trayectoria de expedientes sancionadores y accidentes” que suma la empresa que gestiona el vertedero nervense, que además se encuentra a escasos 700 metros de la población y otros tantos del río Tinto, un entorno protegido. Además, solicitaban que interviniera ante la administración autonómica para “encontrar una alternativa adecuada de sustitución en el plazo que el Ministerio le marque antes de la fecha de cierre definitivo con salvaguarda de los puestos de trabajo”.
También exigían la “inmediata paralización del proyecto de ampliación”, así como la investigación y depuración de responsabilidades por los traslados que consideran “ilegales”, como por ejemplo el de Montenegro, aunque el Ministerio para la Transición Ecológica ha insistido que cumple con todos los requisitos legales para su llegada a Nerva.
Clamor vecinal e institucional
Por último, la misiva enviada a la ministra Ribera reclamaba la creación de un plan de actuación que incluyera “un fondo solidario que repercuta en el desarrollo de poblaciones desgastadas tras soportar en su término municipal vertederos de esta tipología que condenan a soportar en su subsuelo durante siglos millones de toneladas de los peores residuos tóxicos y peligrosos, además de la solución laboral para esos vecinos que han gastado sus mejores años trabajando en las instalaciones y que bajo ningún concepto pueden ver en peligro el desarrollo de sus sueños y anhelos familiares”.
La ministra Teresa Ribera y todo el Gobierno de Pedro Sánchez, mientras tanto, guardan silencio y los vecinos siguen esperando una carta de respuesta un año después. Aunque ahora todo ha cambiado sin remisión: ya toda España sabe qué está ocurriendo en Nerva y el clamor social y político de apoyo a su población al fin se ha hecho visible a todos los niveles y más de un avispado con intereses espurios no ve mejor ocasión para subirse al carro.