Odebrecht o cómo la corrupción destruye la naturaleza humana
19
de Abril
de
2019
Actualizado
el
02
de julio
de
2024
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La corrupción no es el nuevo modelo de hacer negocio, como afirmó el presidente de la constructora brasileña Odebrecht, sino un elemento que, no sólo destruye a las sociedades occidentales, sino que deshumaniza la propia esencia de la naturaleza humana.Hay muchos modelos de corrupción, pero todos convergen en el mismo fenómeno y se retroalimentan. Las consecuencias son funestas en todos ellos. La corrupción política destruye y hurta los derechos democráticos de la sociedad en general; la judicial hurta a la sociedad los derechos de igualdad; la periodística o de los medios de comunicación hurta a la sociedad su libertad a decidir su destino con verdad y dignidad; la corrupción del capital, la de los dictadores privados, hurta a la sociedad todos los derechos anteriores y coadyuva a los poderes democráticos. Es, sin duda, el modelo corrupto más destructivo y perverso porque aniquila los derechos de todos los seres humanos, de los pueblos y de la naturaleza.El Caso Odebrecht muestra la importancia de los corruptores porque, para que haya corrupción es necesaria la participación de dos partes. Normalmente los escándalos surgen con las personalidades políticas que se ven implicadas en los mismos, pero se deja muy de lado a quien pone el dinero en el bolsillo de los que tienen capacidad de decisión a la hora de adjudicar los contratos. Hay quienes asumen su responsabilidad, hay quienes pretenden eludirla. Sin embargo, hay otra categoría que escapa a todo análisis de la ética humana: aquellos que se saben impunes a la mano de la Justicia y siguen postulándose a ocupar los más altos cargos del poder en sus respectivos países.Odebrecht es, quizá, uno de los corruptores más importantes de la historia. Sus sobornos llegaron a casi todos los países de Latinoamérica. Más de 15 presidentes y ex presidentes de diferentes países estuvieron implicados en esta red de cuimas. Muchos de ellos han sido procesados o imputados, pero, hasta el día de hoy, ninguno fue condenado. La realidad es que el día en que el Departamento de Estado de los Estados Unidos hizo pública la investigación que estaba llevando a cabo respecto a las actividades de Odebrecht, muchos de los principales políticos latinoamericanos temblaron de miedo.En este mes de abril hemos visto cómo la Justicia peruana procedió a la detención de los ex presidentes Alan García —que se suicidó cuando la policía iba a detenerle— y Pedro Pablo Kuczinsky. Odebrecht informó al Congreso peruano en diciembre de 2017 de que había pagado 4,8 millones de dólares a dos empresas asesoras que están vinculadas al ex mandatario. Alejandro Toledo, está acusado por haber recibido, presuntamente, un soborno de 20 millones de dólares de Odebrecht. Por su parte, Ollanta Humala y su esposa cumplieron 18 meses de prisión preventiva por un presunto delito de blanqueo de capitales y asociación delictiva relacionado con Odebrecht.Evidentemente, donde el golpe fue más duro fue en Brasil, país de origen de la constructora. Tanto Michel Temer, quien fue detenido por su presunta implicación en otro caso de corrupción, como Dilma Rousseff o Lula Da Silva se vieron implicados en las investigaciones.En Colombia, Otto Bula, ex senador que se encuentra encarcelado, afirmó haber recibido 4,6 millones de dólares en sobornos de Odebrecht, hecho que salpicó a la campaña de reelección de Juan Manuel Santos, sobre todo cuando en marzo de 2018 el jefe de campaña confirmó la recepción de un pago de la constructora por valor de 2 millones, aunque negó la implicación de Santos. Odebrecht, además, también realizó pagos para la campaña del rival del ex presidente colombiano, Óscar Iván Zuluaga.El ser humano es débil, sobre todo cuando tiene al alcance de su mano el acceso a dinero fácil. De eso se valen multinacionales corruptoras como Odebrecht. Lo que ocurre es que esa debilidad puede transformarse en tragedia. La apertura de las diferentes causas en distintos países está generando que los testigos claves estén siendo asesinados, como sucede en Colombia. El suicidio de Alan García, quien no supo aguantar la presión de verse detenido, es un muerto más en la lista que demuestra los límites a los que llega el terrorismo financiero a la hora de corromper a las personas. El Caso Odebrecht ha provocado vidas destrozadas y demasiadas muertes. Es el nuevo modelo de hacer negocio: ganar dinero por encima de lo que haga falta, incluso de la vida.
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