El Partido Popular ha arreciado en su ofensiva por tierra, mar y aire para acabar con el Gobierno de Sánchez. El Justicia atornilla al sanchismo mientras que en la calle se intensifica el activismo de los grupos más ultras. El escracheo a los políticos de la izquierda, una práctica deleznable que en su día Pablo Iglesias aplicó contra la casta de la derecha, calificándola de “jarabe democrático”, retorna con fuerza. Ayer, un grupo de jóvenes insultaba y abucheaba al ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, a su salida del edificio de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, tras participar en la inauguración de la III Jornada contra el terror: las historias detrás de las historias.
Los jóvenes se colocaron en la entrada del edificio esperando la salida del ministro hasta que comprobaron que Grande-Marlaska iba a salir por la zona del aparcamiento. Se trasladaron hasta allí y comenzaron a proferir insultos al ministro como “maricón”, “hijo de puta” y “corrupto”. El vehículo del ministro, que estaba acompañado por una furgoneta de la Policía Nacional y escoltado por agentes de este cuerpo, abandonó rápidamente las instalaciones del centro académico mientras los estudiantes comenzaron a entonar el tradicional Que te vote Txapote, un eslogan acuñado por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
En el Partido Popular hay prisas. Si Sánchez logra aprobar sus Presupuestos Generales del Estado, iremos a una legislatura larga (hasta 2027) y ese escenario es el peor para la derecha. La consigna de Feijóo es derrocar el sanchismo cuanto antes. Así lo dejó claro ayer el portavoz parlamentario del PP, Miguel Tellado, quien dijo que su partido tiene la “obligación en estos momentos de echar a Sánchez del Gobierno” y de “acabar con este Gobierno lo antes posible”. “Y lo vamos a hacer con todos los medios a nuestro alcance”, zanjó. Además recordó las palabras de José María Aznar, quien ordenó que “el que pueda hacer algo, que lo haga”. “Y nosotros lo estamos haciendo”, alegó Tellado. “Este es un mal Gobierno, no solo por las políticas que desarrolla, sino porque creemos que Sánchez es una amenaza para la democracia en España y nuestra obligación es echarlo lo más pronto posible”, insistió.
Con Moncloa en graves problemas por el caso Begoña Gómez, con Ferraz bajo sospecha por el caso Koldo y el fiscal general del Estado investigado por el Tribunal Supremo (un hecho inédito en la historia de la democracia), Génova ha tocado a rebato. Es ahora o nunca. Eso los saben bien las bases ultraconservadoras, que de aquí a unas semanas volverán a la calle. Sin duda, el momento de inestabilidad política que vive el Gobierno es idóneo para que la oposición redoble la ofensiva callejera. Vox quiere que los agricultores, ganaderos, estudiantes, afectados por la vivienda y otros colectivos afectados por la crisis retornen a las movilizaciones. También los grupos provida, ultracatólicos, víctimas del terrorismo y profranquistas están preparados para una nueva fase en la estrategia de la acción/reacción, inventada por los fascismos durante el pasado siglo. Y esa presión la siente también en sus carnes Alberto Núñez Feijóo, atrapado entre dos frentes duros, el que le plantea Ayuso y el impulsado por Santiago Abascal. El presidente no puede quedar como un blandengue o timorato. Por eso hay motivos para pensar que puedan volver a reproducirse los lamentables hechos ocurridos el pasado mes de noviembre, cuando miles de personas pusieron cerco y asedio a la sede de Ferraz. En ese punto, la proximidad del 20N, conmemoración del aniversario de los fallecimientos de José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco en 1936 y 1975 respectivamente, preocupa este año, especialmente, en el Consejo de Ministros.
Hay razones para temer que el país pueda convertirse en una olla a presión en las próximas semanas. Los últimos casos de corrupción en el PSOE han caldeado la crispación, como ya ocurrió en los tiempos del felipismo en descomposición, cuando Aznar lanzó un ataque feroz desde las instituciones políticas, desde los juzgados y desde los medios de comunicación, contra el primer Gobierno socialista. Su reciente frase para la historia (el que pueda hacer que haga) fue toda una orden para entrar en batalla. Además, el tono barriobajero y agresivo que Ayuso empleó ayer en la Asamblea regional de Madrid (pocas veces se la había visto tan alterada y fuera de sí a la lideresa) anticipa lo peor. Y en ese contexto, en Madrid corren intensos rumores de moción de censura contra Sánchez si Carles Puigdemont da el paso final de sumarse a la iniciativa. Los siete diputados de Junts tienen la llave de la gobernabilidad. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, quiso lanzar un mensaje de tranquilidad al asegurar con firmeza, durante la última sesión en el Congreso de los Diputados, que “habrá Presupuestos”. ¿Quiere decir eso que Sánchez tiene atados los siete votos de los independentistas catalanes posconvergentes? Cuesta trabajo creerlo, aunque prebostes del PP como Elías Bendodo reconocen en petit comité que puede salir adelante la ley de cuentas del Estado para el próximo año. Ese escenario favorable para el Ejecutivo de coalición inquieta al PP. De ahí que en el partido se esté sopesando sacar a la militancia antisanchista, otra vez, a la calle.
Los altercados de ayer en Navarra pueden ser solo un episodio aislado o el comienzo de algo más importante que está por llegar. Un plan para acosar ministros allá donde sea posible; un plan para protestar con toda la furia posible contra el actual inquilino de Moncloa, que se encuentra en el momento de mayor debilidad desde que llegó al poder. El Gobierno se tambalea, solo le falta un empujón para que caiga, o al menos eso cree Feijóo. El otoño caliente puede convertirse en un invierno de alto voltaje. Veremos.