Quim Torra, el más sensato de la “desescalada”

08 de Mayo de 2020
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Torra Eslovenia

Por lo visto, las derechas tienen prisa por pasar páginacuanto antes al drama del coronavirus. El “trifachito” madrileño se hapropuesto saltarse a la torera el estadode alarma y abrir la capital de una vez por todas para que la gente se echea la calle, los comercios reanuden sus negocios y fluya otra vez el dinero. “Alegría,alegría, el virus ya es historia”. Esa es la última consigna ultraliberal queha calado en mucha gente. Sociológicamente, la cosa es tal cual como en Tiburón,el clásico de Spielberg en el que unalcalde desalmado se empeña en abrir al público las playas de un pequeño pueblode Nueva Inglaterra en contra de laopinión de los expertos, mientras el monstruo babea ante el festín de bañistasque se prepara ante sus ojos de un vacío frío y negro. Todo aquel que ha vistola terrorífica película sabe cómo acaba la historia y no tiene más quesustituir al político yanqui por Martínez-Almeiday al bichejo verde coronado por el escualo, que no escuálido, como dirían loságrafos de Twitter.

Uno de cada cinco españoles saldrádepresivo del confinamiento, de modo que muchos están dispuestos a dejarsearrastrar por los delirios ultraderechistas e incluso dan por buena unavirulenta neumonía a cambio de una bocanada de aire fresco, una carrerita aorillas del Manzanares o un paseo enbici por El Retiro. El mensaje ultrade que el Gobierno es un ente comunista, totalitario y paternalista, unaespecie de Gran Hermano orwellianoque pretende secuestrar la libertad y los derechos de los ciudadanos, ha caladohondo. Las derechas lo saben y ya han empezado el macabro juego de laspresiones. La patronal, la banca y el Íbex35presionan Vox; Vox presiona a laderechita cobarde, o sea PP/Ciudadanos;y estos a su vez presionan al ministro de Sanidad, Salvador Illa, que al final es quien se come el marrón y la durapapeleta de levantar el confinamiento para que sea lo que Dios quiera.

No es España un país caracterizado por el cumplimiento de las normas, elrespeto al bien común y el civismo con los prójimos. Aprendemos a base demultas y garrotazos. Si podemos eludir impuestos los eludimos. Si nos dan laoportunidad de escaquearnos del trabajo lo hacemos. Y si podemos dársela conqueso al vecino le sacamos hasta los ojos. A diferencia de las sociedadesprotestantes, la picaresca forjada a la sombra del cura y el señorito (como enel Lazarillode Tormes) forma parte de nuestro ADN,como ya se ha podido comprobar estos días de cruda reclusión en los hogares.Mientras una buena parte de honrados y respetuosos ciudadanos (la mayoría sinduda) guardaba la cuarentena con diligencia, otros (no pocos) subían al coche yse escapaban a la sierra o a la costa, abrían clandestinamente las trastiendasde los bares (como en los años de la LeySeca americana) o se compraban un chucho por Internet para engañar a la policía y poder salir a pasear. Nosguste o no, así es este pueblo que lleva la calle en las venas, la taberna enla cabeza y el cachondeo en la sangre. Un escandinavo puede estar un añoencerrado en su cabaña, en medio de la más absoluta oscuridad, y terminarsuicidándose sin importunar al Estado ni saltarse una sola norma. Un españolno. Un español es ingobernable e irredento, obstinado y montaraz. Antes devolverse loco o sentirse esclavo se salta la ley, sale a la calle con furia ycon rabia, en medio de la peste, y monta una romería, una Verbena de laPaloma oun Motín de Aranjuez, si hace falta.

Somos una estirpe fenicia, pillospor necesidad y golfos por historia y tradición. Cómo habrá visto el desmadrede Madrid Francisco Igea, vicepresidentede Castilla y León, que resignado haterminado por afirmar: “Es algo que nunca pensaría tener que decir en mi vidapolítica, pero me asombra decir que QuimTorra ha sido más sensato. No dirémás”. Y tras alabar la gestión paciente y sensata de la Generalitat de Cataluña en la “desescalada”, ha añadido otro par deverdades como puños: “No sé en qué país vivimos, no sé si hay alguienconsciente de que nos hemos jugado la vida de miles de españoles, no sé sí hayalguien que quiera ser responsable”.

De haber un rebrote de la pandemia,Dios no lo quiera, esta vez no será culpa de Fernando Simón y su equipo de sesudos expertos, sino de esospolíticos que llenan la cabeza de pájaros al personal y también de nosotrosmismos, el pueblo, los españolitos siempre maltratados e irracionales y siempredispuestos a jugarse la vida por unas cuantas monedas del patrón o un par decañas en la tasca de al lado. A fin decuentas, de algo hay que morir.

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