El regreso a la edad media en Manzanares el Real: la Duquesa del Infantado despoja a los vecinos de su parque

La aristocracia y su insensible afán de poder amenazan la vida comunitaria de un pueblo

05 de Septiembre de 2024
Actualizado a las 10:49h
Guardar
La concentración de vecinos frente al Parque infantil en contra de la decisión de la Duquesa del Infantado, este martes. Verdes Equo Manzanares el Real
La concentración de vecinos frente al Parque infantil en contra de la decisión de la Duquesa del Infantado, este martes. Verdes Equo Manzanares el Real

La nobleza española parece no haber aprendido de las lecciones del pasado, y hoy, en pleno siglo XXI, volvemos a ser testigos de un comportamiento que parece salido de los tiempos más oscuros de la Edad Media. En Manzanares El Real, una pequeña localidad de 9.000 habitantes situada en la Comunidad de Madrid, la Duquesa Almudena de Arteaga ha decidido despojar a los vecinos de un espacio que durante casi medio siglo ha sido sinónimo de convivencia, diversión y naturaleza: el parque Duque del Infantado.

La historia que ahora llena de tristeza y frustración a los habitantes de este pueblo tiene como epicentro una decisión judicial que le ha otorgado a la aristócrata la propiedad sobre este parque, un terreno que su propio abuelo cedió de manera gratuita en 1975, en un gesto de buena voluntad hacia el pueblo. Pero esos tiempos de generosidad parecen haber quedado enterrados bajo el peso del egoísmo y la avaricia. La duquesa, quien parece más interesada en el valor monetario de sus propiedades que en el bienestar de los vecinos, ha interpuesto una demanda para recuperar este espacio y despojar a las familias de Manzanares de su principal pulmón verde.

Protesta ante la puerta cerrada del parque infanil, Verdes Equo Manzanares el Real
Protesta ante la puerta cerrada del parque infanil, Verdes Equo Manzanares el Real

Un desalojo que huele a feudalismo

La imagen de los niños trepando las vallas del parque, gritando con desesperación "¡quiero jugar!", es una escena desgarradora que encapsula la gravedad de la situación. ¿Cómo es posible que en la España de hoy una aristócrata pueda cerrar un espacio que ha sido utilizado durante casi 50 años por los vecinos, y especialmente por los más pequeños? La respuesta es sencilla: porque tiene poder y dinero, y los utiliza sin contemplaciones para reclamar algo que jamás debió dejar de ser público.

Almudena de Arteaga ha demostrado una absoluta falta de empatía, hacia las familias que ven cómo se destruye no solo un parque, sino también un símbolo de unidad y un espacio vital para la comunidad. Lo que fue un terreno cedido por su abuelo como gesto de reconciliación, ha sido convertido en una fría transacción financiera, donde los árboles, los columpios y las risas de los niños son simplemente obstáculos que hay que eliminar.

La falsa justificación legal

La Duquesa del Infantado se ha escudado en tecnicismos legales para justificar su arrebato. Afirma que desde 2015, fecha en que terminó la última prórroga de la cesión, el Ayuntamiento ha estado ocupando ilegalmente el terreno. ¿Pero no ha tenido ningún peso moral la historia de ese parque, el uso que la comunidad ha hecho de él durante décadas? Al parecer no, porque para la señora de Arteaga, el pasado y el legado familiar solo son valiosos cuando pueden ser traducidos en términos de propiedad y beneficios económicos.

Es cierto que, legalmente, la duquesa tiene el derecho de reclamar su propiedad, pero ¿qué pasa con el derecho de los vecinos a tener un espacio público para su disfrute? En un tiempo donde la crisis climática y la necesidad de zonas verdes son más acuciantes que nunca, la aristócrata ha decidido priorizar sus intereses personales sobre el bienestar común, dejando al pueblo sin su único parque arbolado.

Un desprecio por la comunidad

Lo que más sorprende, y enfurece, es la frialdad con la que se ha llevado a cabo este proceso. La maquinaria ya está desmontando los juegos infantiles, y no ha habido ni una palabra de compasión o una oferta razonable de diálogo por parte de Almudena de Arteaga. Mientras su abogado se niega a hacer declaraciones, el pueblo ha quedado en shock al ver cómo su parque se convierte en escombros.

Los vecinos, que hasta el último momento intentaron frenar esta demolición, han sido ignorados. No solo han perdido un parque, han perdido un lugar que para muchos era el corazón de su comunidad. “Es como si volviéramos a la Edad Media, teniendo que plegarnos a los caprichos de la aristocracia”, señala María Díaz, una vecina del pueblo. Y tiene razón: todo en este caso huele a un retorno al feudalismo, donde los poderosos pueden hacer y deshacer a su antojo, sin importarles las consecuencias que sus acciones tienen sobre la vida de los demás.

El silencio cómplice del Ayuntamiento

Este desalojo no habría sido posible sin la falta de transparencia y la desidia del Ayuntamiento de Manzanares El Real. Tanto el alcalde como su equipo han sido cómplices silenciosos en este despojo. A pesar de que los vecinos llevan meses exigiendo explicaciones y una solución, el Ayuntamiento no ha sido claro en sus intenciones ni en los pasos que se estaban dando en los tribunales. El alcalde José Luis Labrador ha llegado tarde y mal con sus explicaciones, y su intento de trasladar el parque a un "antiguo vivero" sin sombra ni árboles no es más que una burla a las familias afectadas.

Las promesas vacías de buscar una expropiación forzosa, un proceso legal que, en última instancia, se ha dilatado hasta hacerlo inviable, son la prueba de que no ha habido voluntad real de salvar el parque. El Ayuntamiento, más ocupado en sus luchas internas, ha dejado a los vecinos desamparados frente a una aristócrata cuyo único objetivo es recuperar su "cachito de tierra".

Un grito de resistencia

La lucha de los vecinos de Manzanares no ha terminado. Aunque el parque haya sido cerrado y desmantelado, la indignación no ha hecho más que crecer. Las familias han dejado claro que no se rendirán fácilmente, y que seguirán exigiendo justicia. Porque esto no va solo de un terreno; va de defender el derecho de los ciudadanos a disfrutar de espacios públicos frente a los abusos de una aristocracia que parece haber olvidado lo que significa ser parte de una comunidad.

La duquesa Almudena de Arteaga aún tiene la oportunidad de rectificar, de demostrar que no está completamente desconectada de la realidad de su pueblo. Pero si sigue empeñada en cerrar los ojos y oídos a las súplicas de los vecinos, no quedará otra opción que recordar su nombre como el de alguien que, en pleno siglo XXI, decidió actuar como si estuviéramos en la Edad Media. Y eso, señora de Arteaga, es una mancha que ni todo el dinero ni todos los títulos nobiliarios podrán borrar.

La periodista y presentadora Mercedes Mila, vecina de Manzanares, publicó un mensaje el domingo por la tarde en redes sociales en contra del desahucio: “¿Tan difícil es para una familia como los Infantado ceder un cachito de tierra? Si su padre pudiera hablar desde su tumba, el litigio desaparecería como una estrella fugaz”. Acabo de recibir un aviso de mi amiga Eloina Prado desde Manzanares el Real para ayudar a parar un desahucio:

 

Lo + leído