Toros en la calle: el último vestigio de una sociedad todavía por civilizar

12 de Julio de 2019
Actualizado el 02 de julio de 2024
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toro
Para muchos en este país sacar un toro a la calle −con los cuernos incendiados en fuego o sin ellos−, y dejarlo suelto para que una turbamulta se divierta a placer con él en las fiestas del pueblo es una tradición que debe ser respetada. Sin embargo, desde cualquier punto de vista filosófico y moral, esa práctica no puede más que ser considerada una aberración, un anacronismo histórico, una salvajada. En Cataluña y Comunidad Valenciana el correbous o bous al carrer forma parte inevitable de cualquier programa festero en numerosas pequeñas localidades cuando llegan las fiestas de verano.En el País Valenciano los colectivos animalistas han mostrado su “decepción” al comprobar que se siguen celebrando espectáculos taurinos de esta índole a pesar de que desde hace cuatro años gobierna en esa comunidad una coalición de izquierdas formada por PSPV, Compromís y Podemos, el conocido como “pacto del Botànic”. Las cifras revelan que pese a la llegada del llamado Gobierno del cambio se ha producido un aumento de festejos relacionados con los “bous al carrer” desde 2015. Así, según datos publicados por el diario Público, “solo en 2018 se celebraron un total de 8.596 festejos en territorio valenciano, un millar menos que en 2017, que fue el año récord, con 9.512. Desde 2015, el balance histórico de la Memoria de Bous al Carrer del Gobierno valenciano indica que se han autorizado 35.287 actos taurinos en cualquiera de sus modalidades (vaquillas, bou embolat, encierro…), lo que supone una línea ascendente en la legislatura de los gobiernos del cambio”. Destaca que más de la mitad de estos actos festivos, por llamarlos de alguna manera, se organizaron en las comarcas castellonenses, donde existe una gran tradición y un gran colectivo de aficionados.Pero además, cuando nos fijamos en otros datos oficiales, constatamos la peligrosidad que los bous al carrer entrañan para la seguridad y la salud pública de las personas. Así, en 2018 se registraron 930 heridos, dos fallecidos y 13 toros muertos. La última baja fue un joven de 19 años que moría corneado por un astado en la localidad castellonense de Xilxes.En el portal correbous.org se anima a cualquier persona que esté en contra de estas prácticas a que estampe su firma para que el Parlament de Cataluña termine de una vez por todas con las tradiciones que incluyen el maltrato de animales, incluidos los correbous. Ya llevan 55.537 firmantes y cuando lleguen a 70.000 estudiarán una iniciativa para que los toros en la calle sean abolidos definitivamente.Por su parte, el partido animalista Pacma se queja de que en todos estos años no se ha hecho nada para acabar con celebraciones taurinas que nos colocan a la altura de países tercermundistas. “Ha sido una legislatura totalmente perdida; hemos ido hacia atrás”, asegura Raquel Aguilar, coordinadora de Pacma en las comarcas de Valencia.Llegados a este punto, cabría preguntarse si el reglamento aprobado por el Gobierno de Ximo Puig no es demasiado permisivo con este tipo de eventos que esconden tras de sí un intolerable maltrato animal. Según Pacma, se han legalizado modalidades de festejos taurinos que hasta ahora no estaban permitidos y además se ha ampliado la regulación de clases prácticas de tauromaquia.Un Gobierno de izquierdas no debería permitir espectáculos taurinos de esta índole en los que en la mayoría de las veces se hace sufrir a un animal solo para que una muchedumbre se divierta durante una verbena y una noche de alcohol. La imagen de un toro perseguido por la calle, picado y vapuleado hasta la extenuación no resulta edificante ni dice nada bueno de un pueblo que se supone civilizado. De hecho, Europa ya ha dado varios toques de atención a España para que controle y en su caso prohíba este tipo eventos taurinos propios de tiempos pasados pero que tanto chirrían en el siglo XXI. Sin embargo, nuestros gobiernos, tanto los regionales y municipales como los centrales, siguen haciendo la vista gorda sin duda para no soliviantar al poderoso lobby taurino, últimamente aliado con un partido ultraderechista como Vox que pretende proteger cualquier tipo de fiesta y tradición relacionada con la tauromaquia por bárbara y extemporánea que sea.Soplan malos tiempos para el respeto a los derechos de los animales y si gobiernos que se dicen de izquierdas no adoptan una posición contundente, valiente, sin complejos ni titubeos electoralistas, se habrá perdido una buena oportunidad para avanzar hacia una sociedad mejor. Un pueblo cada vez más civilizado.
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