En un hecho sin precedentes, el presidente estadounidense Donald Trump ha reunido este viernes en la Casa Blanca a los máximos líderes de Armenia y Azerbaiyán para firmar un histórico acuerdo de paz que pretende poner fin a más de treinta años de conflicto y desconfianza, especialmente en torno a la región disputada de Nagorno-Karabaj.
El primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, y el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, han rubricado no solo el acuerdo de paz sino también tratados bilaterales con Estados Unidos que persiguen fomentar oportunidades económicas y abrir el Cáucaso Sur al comercio internacional. Como parte de este acuerdo, Armenia permitirá la creación del “Trump Route for International Peace and Prosperity”, un corredor de tránsito de 43,5km que conectará Azerbaiyán con Turquía, facilitando el acceso desde Europa a Asia sin pasar por Rusia ni Irán, países que se han manifestado en contra del proyecto.
Otro aspecto clave del pacto es el compromiso mutuo de respetar la integridad territorial y la renuncia a acciones legales internacionales y a la presencia de fuerzas externas en la frontera, con la disolución del Grupo de Minsk como órgano mediador.
Los mandatarios, acompañados de Trump y altos funcionarios estadounidenses, han destacado que el acuerdo no sólo aspira a la paz entre gobiernos, sino también a una futura “paz cálida” entre los pueblos. Además, Estados Unidos obtiene derechos exclusivos para desarrollar la infraestructura del nuevo corredor, lo que podría traducirse en miles de millones de dólares en comercio anual y una mayor influencia americana en la región.
Conflicto histórico
El conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, iniciado en la última etapa de la URSS por el control de Nagorno-Karabaj, ha causado la muerte de miles de personas y el desplazamiento de más de 100,000 armenios sólo en la última ofensiva en 2023. Aunque Rusia ha sido históricamente el mediador principal, el acuerdo actual supone un giro diplomático, alejando a ambos estados de la órbita del Kremlin y acercándolos a Occidente.
Aunque el proceso de normalización lleva meses y quedan desafíos por resolver, la firma en Washington marca un antes y después en la política internacional del Cáucaso y para la propia administración Trump, que suma un sonado triunfo diplomático tras mediaciones recientes en otras zonas en conflicto.