A lo largo de su vida, Donald Trump ha demostrado que no asume sus fracasos, y ha tenido muchos, tanto a nivel empresarial como al convertirse en el primer presidente desde George H. W. Bush en no conseguir la reelección. Las próximas elecciones del 5 de noviembre, que tendrán al mundo con el corazón en un puño, pueden repetir el escenario de las de 2020, en las que Trump instigó un intento de golpe de Estado con la teoría conspirativa del fraude electoral cuando, tal y como se ha demostrado posteriormente, su propia campaña pretendió manipular las actas electorales.
El temor a que Trump pretenda revertir el resultado de las urnas aunque pierda es fundado, porque tanto él como sus aliados ya tienen puesta en funcionamiento una estrategia para ello.
Todo ello a pesar de que hay diferencias entre la situación de 2020 y la de 2024. Trump carece actualmente de algunas de las herramientas con las que amenazó en las anteriores elecciones para subvertir el resultado electoral. Ya no cuenta con el control del Ejército ni del Departamento de Justicia y durante la Administración Biden se han aprobado profundas reformas en la Ley de Recuento Electoral.
Todo el mundo sabe que Trump atacará el resultado si no se le da por ganador, aunque sea con una enorme ventaja de su oponente. Es un hecho que el candidato republicano tiene la Presidencia de los Estados Unidos como única tabla de salvación para eludir sus problemas con la Justicia.
Por esa razón, va a echar toda la carne en el asador. No dudará en profundizar la desconfianza en el sistema electoral a través de declaraciones hiperbólicas de fraude y por medio de la presentación de demandas judiciales impugnando el número de votos que precise para subvertir el recuento.
Trump también utilizará a funcionarios de los estados y los condados controlados por los fanáticos de MAGA para que se resistan a certificar los resultados. Es complicado, pero eso alimentaría aún más la máquina de falacias y de manipulación de Trump y de sus aliados de la extrema derecha supremacista.
Otra opción que se maneja en la campaña de Trump es que pretenda que el Colegio Electoral le niegue a Kamala Harris 270 votos electorales y, en consecuencia, el resultado de las elecciones quedaría en manos del Congreso que, actualmente, tiene mayoría republicana.
Donald Trump ya ha iniciado una campaña a través de todas las herramientas mediáticas, de redes sociales y aplicaciones de mensajería para crear toda la incertidumbre posible sobre la limpieza de las elecciones. Ya ha afirmado que el único modo en que Kamala Harris puede ganarle es a través del fraude electoral.
Los aliados fanáticos de Trump han amplificado estos mensajes y han iniciado una campaña de amenazas contra los funcionarios electorales de los estados clave, incluyendo el asalto a los centros de votación.