La FundaciónSabino Arana acoge dos carpetas de documentos, accesibles desde el pasadodomingo, que relatan con detalle elpapel jugado por el Lendakari Iñigo Urkullu en las duras negociaciones entreMariano Rajoy y Carles Puigdemont en los días previos a la declaración delartículo 155. La gesta, y mandato popular, que supusieron la celebración delreferéndum del 1-0 pesaron demasiado al gobierno de la Generalitat que no seatrevió a defender la voluntad popular hasta el último amago de la DeclaraciónUnilateral de Independencia (DUI), que se produjo el 27 de octubre, y quepermitió que durante unas horas Cataluña fuese independiente. Tampoco Urkulluse planteó en ningún momento escuchar a la sociedad catalana y cerrar filas enese sentido. El posicionarse como mediador era a lo más lejos que el PNV lepodía permitir llegar. Ya que la posición de la formación conservadora,equiparable a la de la desaparecida Convergencia i Unió, no apuesta por nadaque se parezca a la vía unilateral. Algo que en Cataluña, con la “extraña”desaparición de la derecha catalanista, si se contempla como posible.
Negociacióndifícil
El empoderamientode la sociedad catalana, por un lado, y el aparato del Estado, por otro,arrollaron a Mariano Rajoy y Carles Puigdemont que, aunque aguantaron la presión,mostraron también momentos de duda e inseguridad. Al menos eso es lo que hareflejado en todo momento el testimonio del que se encargó de mediar entre unoy otro. Pero la presión era demasiada y cualquier intento de negociación lo ibaa tener difícil a la hora de parar los impulsos generados por la celebracióndel referéndum en Cataluña. Elpresidente de la Gereralitat se encontraba con un mandato popular claro y MarianoRajoy con el desafío más importante de la democracia española.
El testimonio másfiable
Urkullu podríaparecer a priori el testimonio más fiable de aquellos últimos días de octubrede 2017. Aunque, el vasco se sentía obviamente más cercano a la persona y a lapostura de Puigdemont. Así lo atestiguan los mensajes que se intercambiaba conel presidente de la Generalitat. Elpapel de Lendakari como figura mediadora y capaz de facilitar y entender pordonde deben ir los pasos del independentismo estaba en juego. Urkullu, ensu relato, siempre ha manifestado que hubo másvoluntad de diálogo por parte del presidente de la Generalitat que delpresidente del Gobierno de la nación. Y los documentos revelados confirmanesa versión.
Pulso al Estado
El maniqueísmo, en lo que tiene que ver con la DUI y la posterior aplicación del 155, se presta más dado que quien gobernaba en aquel momento era una de las derechas más rancias de Europa. Pero, ¿qué hubiese pasado si en su lugar hubiesen estado los socialistas o el gobierno de coalición que gobierna en la actualidad? El pulso que planteó el Gobierno de la Generalitat era, en una pequeña parte, contra el Gobierno del Partido Popular y, en otra mucho más grande, contra el Estado y la Constitución. El desafío solo podía acabar de una manera: con la victoria o con la derrota; con la celebración de un referéndum pactado a medio o largo plazo o con la aplicación del 155. Cualquier otra cosa hubiese sido una renuncia, pero el resultado acabó siendo digno para los dos, aunque lo que no es tan seguro es si fue lo mejor para Cataluña y para el resto de España. Lo cierto es que, después de aquello, vino un relevo en el Gobierno de la nación que presentaba a una colación mucho más dialogante. Mientras, por el otro lado, irrumpía una Esquerra Republicana con más voz que nunca y que presionaba para bajar las revoluciones. La cosa pintaba bien. Veremos qué pasa en este periodo de pandemias y distancias físicas “voluntarias” en el que una mesa de diálogo sigue haciendo falta.