Donald Trump ha llamado “idiotas” a los médicos y científicos que lo asesoran en la lucha contra la pandemia, que está causando estragos entre la población en todo el territorio de Estados Unidos. A pocos días de las elecciones presidenciales, el presidente norteamericano está sacando lo peor de sí mismo para convencer a su electorado de que sus patrañas y bulos son la solución contra la plaga de coronavirus. Vox, como fiel seguidor y sucursal del mundo Trump en España, aún no ha llamado a la caza de brujas contra los epidemiólogos, salvo contra Fernando Simón, el Giordano Bruno socialista al que la Inquisición ultra se la tiene jurada y sueña con montarle una hoguera a las puertas de su casa algún día.
El partido de Santiago Abascal bebe de las mismas fuentes fangosas, negacionistas y friquis de los ultras estadounidenses y como todo lo malo se importa de Yanquilandia también nos llegará, más tarde o más temprano, esta moda anticientífica y creacionista del Ku Klux Klan dando batidas contra el médico chavista y rojo. De momento, la líder de Vox en Madrid, Rocío Monasterio, ya se ha apresurado a decir que la restricción de la actividad económica y las reuniones sociales nocturnas en Madrid suponen un “toque de queda encubierto” y un atentado a las libertades de los españoles. Cuando toda la comunidad científica ha hecho ya su diagnóstico clínico de la pandemia en España y ha llegado a la dramática conclusión de que el virus solo será atajado con medidas severas de confinamiento, llega esta señora ágrafa en ciencias que debe creer que un fonendoscopio sirve para observar las estrellas y va y rebate a nuestros grandes médicos y expertos del CSIC con todas sus titulaciones y másteres, con todas sus noches de guardias en los hospitales y con toda su experiencia en la lucha contra la enfermedad y la muerte. Grotesco.
En las últimas horas, Isabel Díaz Ayuso parece que ha empezado a entrar en razones y por fin está tomando medidas contundentes. Una vez decaiga el sábado el estado de alarma, la Comunidad de Madrid limitará las reuniones sociales en toda la región entre las 00.00 y las 06.00 horas. La insumisa “trumpita” del PP madrileño ha necesitado ocho meses y miles de muertos y contagiados para darse cuenta de que esto va en serio, de que la pandemia no es el juego del gato y el ratón con Sánchez, y que el virus no es un invento de los socialcomunistas para secuestrar a la población en un gulag. Con la muchacha IDA hay que ir poco a poco con las lecciones de biología porque si se le mete mucha información de golpe sobre las diferentes clases de agentes patógenos, proteínas y linfocitos corremos el riesgo de colapsar su linda cabecita. Tras meses negándose a las medidas de confinamiento ahora ya reclama el toque de queda como ese griposo que no se aguanta y pide jarabe a cucharadas dobles. IDA ha aceptado el toque de queda, aunque con la boca pequeña y sin hacer demasiado ruido, no vaya a ser que sus CDR, los cayetanos del barrio de Salamanca, se revuelvan contra ella y le monten un 2 de Mayo en Sol con enloquecidos terraplanistas y antivacunas defendiendo la superchería.
Por lo visto Ayuso está dejándose por una temporada la nicotina del “trumpismo”, un vicio que no lleva a nada bueno, pero Monasterio sigue enganchada a la mierda ideológica que vende el camello Trump y sigue en sus trece de no hacer caso a lo que dicen los médicos. Si por ella y por Santi Abascal fuera, Madrid seguiría abierta, haciendo vida normal como si tal cosa, hasta que unos cuantos millones de madrileños enfermaran o estiraran la pata. Eso de la “inmunidad de rebaño” es un concepto que seduce mucho a las huestes neofascistas y ya lo han incluido en su diccionario de neolengua orwelliana, entre la milonga del “consenso progre” y la patraña de la “guerra cultural”. A fin de cuentas ellos son franquistas y siempre han creído que el pueblo ero eso, un rebaño, un ganado, una piara o una manada bestias de tiro al servicio del señorito, del cacique o del marqués de turno. En cualquier caso, a Rocío Monasterio hay algo que está claro que le obsesiona, y es que la economía no se pare, que el Íbex no baje y que el PIB no se hunda. Por eso cree que no se puede tratar “igual a las zonas contagiadas que a las no contagiadas” en una especie de apartheid sanitario castizo. En definitiva, la Monasterio viene a decirnos que el confinamiento sí pero para los pobres y parias de la famélica legión. Y a los ricos ni tocarlos o montan un 36.
Luego, por disimular, la portavoz verde en Madrid introduce algo de medicina en su discurso. “¿Por qué no estamos haciendo test en todos los barrios, en todos los distritos, por qué aplicamos las mismas medidas a los que están contagiados que a los que no están contagiados?”, se pregunta la número 1 de Abascal. Muy sencillo señora, porque el Gobierno que usted sustenta y dirige en la sombra no ha tenido a bien invertir en más Estado de bienestar, o sea en prevención, en tratamientos, en rastreadores y en médicos y enfermeras. Llama la atención la facilidad que tiene esta gente para escaquearse de sus responsabilidades políticas. Vox forma parte del trifachito de Madrid, las competencias en Sanidad pertenecen a la comunidad autónoma, pero ella se lava las manos y que sea otro el que se coma el marrón, mayormente Sánchez. Enerva la sangre de cualquier demócrata escucharla decir que lo primordial es destinar recursos para hacer frente a la pandemia (“menos confinar y más rastrear”). Y lo dice con toda su jeta y su morro una fundamentalista del capitalismo que sería capaz de vender hasta el último ladrillo del último hospital público de Madrid para hacer negocio con los fondos buitre. Ascazo de ultraliberales.