Que VOX sea un partido de ultraderecha y racista no es un hechonoticiable, es una realidad. Que el racismo exista tanto en España como en lamayor parte del mundo también es una realidad, que se remonta a siglos dehistoria. La reciente muerte de George Floyd, un ciudadano afroamericano de 46años, cuando una agente de policía blanco se arrodilló sobre su cuello hastadejarlo sin respiración en Estados Unidos, desató numerosas manifestaciones yreivindicaciones a nivel mundial bajo el lema #AllBlackLivesMatter y en el casode España, con el añadido de #AllAfricanLivesMatter.
El racismo profeso de la formación política dejó ayer otro episodio que dio muestra de la falta de humanidad de sus integrantes. Los tres senadores de Vox fueron los únicos de toda la Cámara Alta que rechazaron la aprobación de una declaración institucional contra el racismo, que ha impedido que salga adelante y que ha reabierto el debate sobre los requisitos para suscribir este tipo de pronunciamientos desde el Senado, según informa Efe. Un veto que no es de extrañar cuando vemos cómo la formación ultraderechista resta importancia a un problema estructural como el racismo, apodando como “La Primavera Progre” a las movilizaciones antirracistas impulsadas por organizaciones y colectivos afroamericanos, racializados y antirracistas en todo el mundo.
Otro gesto que no hace más que negar las muertes de personas migrantes en la Frontera Sur o el mar Mediterráneo, el racismo institucional que pesa sobre las personas en situación administrativa irregular, las condiciones de semi esclavismo y hacinamiento de las personas de origen migrante que trabajan en los campos andaluces o catalanes, a los que llegan a negarle alojamiento, o la lucha feminista y antirracista de las jornaleras de Huelva. Estos son solo algunos de los ejemplos más recientes y cercanos de un racismo que permea en cualquier estrato de la sociedad global y que VOX defiende a ultranza.
Es tal el retorcimiento de Vox y su líder, Santiago Abascal, que afirma en su perfil de Twitter que “los lacayos de la primavera progre se manifiestan contra EE. UU. y contra nuestra policía” también los llama “terroristas callejeros” y continúa señalando como “menas” que el Gobierno se empeña en “traer y subvencionar”, a los menores extranjeros no acompañados. Tampoco sorprende que su diputada por Almería, Rocío de Meer, de lecciones de cómo proteger a los “inmigrantes para que no mueran en el Mediterráneo”, culpando directamente a “unos políticos irresponsables que se han puesto de lado de los multimillonarios que pagan esas grandes funciones organizaciones y ONG, que, en connivencia con las mafias del norte de África, provocan esta crisis de tráfico internacional y de trata de seres humanos”. Resulta paradójico que se muestren preocupados por las vidas de estas personas, los mismos y las mismas que apoyaron el tuit incendiario de Donald Trump que advertía: “Cuando empiezan los saqueos, empiezan los disparos”, alentado por las movilizaciones en la calle por la muerte de George Floyd.
Decía Malcolm X que tenemos que leer la historia de la esclavitud para entender esto: “Había dos clases de negros, el negro de la casa y el negro del campo. El negro de la casa siempre cuidaba la casa de su amo. Cuando el negro del campo se salía mucho de la línea, él lo corregía y lo ponía de nuevo en la plantación. El negro de la casa podía hacer esto porque vivía mejor que el negro del campo. Comía mejor, se vestía mejor y vivía en una casa mejor”. sEsta intervención podría servir como ejemplo de la figura del portavoz adjunto del Grupo Parlamentario de Vox, Ignacio Garriga, un hombre negro que sostiene “que la izquierda radical está instrumentalizando a los negros para generar caos en las calles, romper el orden y generar un estado de revolución”, y que afirmó en una entrevista para Periodista Digital que “para el Black Lives Matter yo soy un traidor y un esclavista por no tragar con sus dogmas”. Si tomamos como referencia las enseñanzas de Malcolm X, Garriga sería el negro de la casa y el movimiento antirracista mundial, el negro del campo.
En definitiva, un grupo político que antepone las muertes de losespañoles por COVID-19 a las que suceden diariamente por cuestionesestrechamente vinculadas al racismo secular, para utilizarlas como armapolítica para arremeter contra la izquierda, deja claro el nivel de inhumanidadque manejan. No obstante, mientras los 52 diputados continúan escupiendo bilisen cada una de sus intervenciones, el antifascismo, el antirracismo y elfeminismo se dan la mano para visibilizar, señalar y denunciar todas lasvulneraciones contra los derechos humanos de las personas negras, pobres,migrantes, racializadas o de diversa orientación sexual.
Ya se lo preguntó la gran Nina Simone en su canción Ain’t GotNo- I Got Life: “¿Por qué estoy viva?”. Lo explica claroy meridiano. Como cualquier ser humano, “tenemos cabello, cabeza, cerebro,oídos, ojos, nariz, boca, sonrisa, lengua y barbilla, cuello” y pecho, tenemoscorazón y alma, espalda, género y sexo, tenemos nuestros brazos y piernas, piesy dedos de los pies, tenemos hígado y sangre”, pero sobre todo, tenemos “vida”.
Por todo esto, tenemos el deber de seguir luchando por la libertad yla igualdad de todas las personas.