Hubo montones de puntos de antología. Y al principio del partido era evidente que Alcaraz era muy superior a Medvedev. Pero sufrió un exceso de confianza y el ruso se llevó el tie break.
A partir de ahí todo cambió.
Medvedev se vio como ganador del torneo, y dejó de ser ya un simple paso para llegar a Djokovic.
En el segundo set Alcaraz no estaba. No se encontraba a sí mismo. No podía aceptarlo. Había tenido oportunidades de sobra para ganar el primer set y las había desperdiciado todas.
Para el tercer set se marcó un Djokovic, se fue a dar una ducha; el recurso funciona casi siempre. Se recuperó, desconcentró a Medvedev y ganó el set.
Y en el cuarto set con un cuarenta quince a su favor y sacando volvió a diluirse.
Y ya no hubo nada que hacer. Sí, algunas bolas magistrales, por supuesto. Pero no estaba jugando su tenis, sino el de su rival. Y eso siempre tiene un precio.
Aun así podría haber ganado el set. Salvó nada menos que cuatro bolas de partido. Pero estaba fallón, poco Carlitos…
El mundo se va a quedar sin esa final tan esperada, sin ese nuevo duelo entre Alcaraz y Djokovic.
Aunque seguro que el partido entre Medveded y Djokovic también será extraordinario.
En nuestra opinión, y a pesar de que Medvedev jugó magnífico, quien perdió el partido fue Alcaraz porque, repetimos, desde los últimos juegos del primer set le faltó ser «más Carlitos».
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