Dice Abascal que no existe la violencia de género porque es un “concepto ideológico”. Una vez más, estamos ante una forma de negar la realidad, ya que el dirigente voxista habla sin ninguna base lógica o racional. Abascal es una máquina de fabricación de bulos, odio y sectarismo. Para empezar, aquí el único concepto ideológico es Vox. El Caudillo de Bilbao ha construido un partido cuyo programa político consiste en cancelar todas las conquistas sociales de la izquierda de las últimas décadas. A partir de ahí, todo es pura verborrea, pirotecnia retórica, incoherencia, absurdeces y cabriolas pseudointelectuales propias de charlatanes y vendedores de crecepelos.
Según Naciones Unidas, la violencia de género se refiere a todo tipo de violencia física, psicológica e institucional ejercida contra mujeres, personas o grupos de personas por su condición sexual. Son numerosos los convenios internacionales que España tiene suscritos en la lucha contra el terrorismo machista, como el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (1950); la Carta Social Europea (1961); el Convenio del Consejo de Europa sobre la lucha contra la trata de seres humanos (Convenio de Varsovia, 2005); y el Convenio sobre Prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica (Convenio de Estambul, 2011), entre otras muchas disposiciones. La violencia de género no solo es consecuencia del machismo o sexismo, también de la misoginia, la homofobia y la transfobia. Es un problema grave que afecta a toda la humanidad y por ese motivo, desde mediados del siglo XX, se ha legislado al respecto.
Como cualquier otro tipo de conducta violenta, la violencia de género supone un atentado contra los derechos humanos, aunque todo eso al líder de Vox le dará bastante igual. Como buen nostálgico del régimen anterior, la ONU debe parecerle un teatro inútil e inservible. A fin de cuentas, esa repulsión al Derecho Internacional la padecen los franquistas desde que la Asamblea General de Naciones Unidas, reunida en Nueva York el 9 de febrero de 1946, dictó aquella histórica resolución de condena contra el general golpista del Ferrol. Tampoco los convenios internacionales parecen concernirle al dirigente de Vox. En su delirante concepción autárquica y autoritaria de la sociedad y del Estado, él se debe solo al ordenamiento jurídico español, como si viviera en un planeta distinto y lejano a este. No será preciso recordar que esto de pasarse por el forro las disposiciones supranacionales ya era un clásico de aquellos viejos dictadores europeos de antaño. Cada vez que le daba el telele, Hitler pisoteaba la legalidad internacional, levantaba una barrera fronteriza e invadía un país vecino.
La existencia de la violencia de género está plenamente reconocida en España desde el año 2004, cuando la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral dictó una serie de ordenanzas para luchar contra este drama social que deja decenas de asesinadas cada año (ya van más de mil, superando el número de muertos a manos del terrorismo etarra). Se habilitó un teléfono especial de urgencias para mujeres maltratadas, se reforzaron los servicios sociales para atender a las víctimas y se endurecieron las penas con agravantes en el Código Penal. Tanto las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado –con sus diferentes protocolos de actuación para proteger a las agredidas y a sus hijos frente a la barbarie del machista–, como el Consejo General del Poder Judicial, la Fiscalía, los juzgados de instrucción, el Tribunal Supremo y el Constitucional trabajan desde hace años bajo la premisa de que estamos ante un problema grave con personajes reales, con situaciones reales y con dramáticas consecuencias reales. Por descontado, esa misma interpretación de los hechos es la que mantienen los tribunales europeos que dan amparo a los derechos humanos.
Tratar de negar todo ese universo legal y social construido con esfuerzo por las sociedades democráticas tras el final de la Segunda Guerra Mundial no es más que una forma de negacionismo. Terraplanismo jurídico y político. Burricie intelectual. Ya sabemos que toda esta gente de Vox coquetea peligrosamente con las teorías conspiranoicas más descabelladas. Detrás de Abascal está Donald Trump y detrás de Trump un señor con cuernos de bisonte de la secta Qanon, que es quien despliega el plan antidemocrático sobre el terreno, introduciendo el chamanismo creacionista en las escuelas de Ohio, Texas y Florida. Hay una América profunda ya gobernada por los negacionistas de extrema derecha como hay una España profunda, la España vaciada, donde se han instalado también para vender su carne de vaca infectada de tuberculosis, como en el neolítico, y para organizar cazas de brujas contra mujeres que abortan, como en los tiempos de la Santa Inquisición. No nos estamos enfrentando a una involución hasta los tiempos del franquismo, como parecería en un análisis superficial a bote pronto. Nos estamos jugando retroceder mucho allá en el pasado, probablemente seis o siete siglos, hasta la Edad Media con sus privilegiados señores feudales en la cúspide de la pirámide social y el pueblo llano abajo, tragando con relaciones de servidumbre, vasallaje y mujeres esclavas para el derecho de pernada.
Sonroja y espeluzna ver a un señor como Abascal negando la realidad y defendiendo el mundo al revés en las televisiones públicas y privadas en horario de máxima audiencia. Nos han blanqueado a la extrema derecha de tal manera, nos han colado la incultura y la ignorancia tan suavemente y con tanta vaselina, que ya nos parece algo normal asistir a debates de tan baja estofa intelectual como los que nos plantea el líder del fascismo blando hispánico. Cualquier día sale Buxadé en el programa de Ana Rosa diciéndonos que la Tierra es plana y lo hacen ministro de Ciencia y Tecnología. Todo se andará.