Acusan a Sánchez de haber matado a Kennedy 

30 de Mayo de 2023
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Pedro Sánchez en Murcia

Andan los tertulianos, analistas y sesudos de la cosa tratando de explicar el batacazo de la izquierda el 28M. ¿Quién es el culpable de la hecatombe? Sánchez, Sánchez, seguro que ha sido Sánchez, dicen. Y le señalan con el dedo índice, pontificando a toro pasado, haciéndose los listos y jugando a caballo ganador. Los mismos que alababan al presidente por haberse echado la campaña electoral a sus espaldas le afean ahora que la haya personalizado dándose un atracón de ego. Los mismos que esos días previos le aplaudían por haber planteado una estrategia electoral en positivo, sensata y decente, huyendo de las burradas de Ayuso sobre ETA y Bildu, le echan ahora en cara que haya opacado a los cabezas de cartel en cada comunidad autónoma, o sea los Ximo Puig, Lambán, Fernández Vara, Page y compañía. Hasta le critican que haya prometido Interrail para los jóvenes y bono cultural a los jubilados. Ellos, los todólogos, siempre aciertan.

Sorprende que la barahúnda mediática, toda esa soldadesca de tertulianos mañaneros tanto de derechas como de izquierdas (si es que queda alguno de verdad), coincida ahora en que el responsable del fiasco ha sido única y exclusivamente Sánchez por haberse puesto al frente de la campaña electoral. Se olvidan de que Podemos se ha hundido estrepitosamente hasta desaparecer del mapa político autonómico. Obvian que, a pocas semanas para la decisiva cita con las urnas, Pablo Iglesias entró en un absurdo y salvaje navajeo cainita con Yolanda Díaz y su plataforma Sumar. Callan como tumbas cuando miran el recuento y ven que el PSOE, aunque pierde poder autonómico por el desplome podemita, solo se ha dejado un punto en la gatera y mantiene casi intacto su caudal electoral. De hecho, esa victoria tan arrolladora de Feijóo que pintan todos los medios de comunicación, sin duda fascinados por la contundencia del PP, se reduce a que ha sacado tres pírricos puntos de distancia a los socialistas, algo que ya preveían muchas encuestas, aunque por supuesto no la de Tezanos.

A Sánchez se le reprocha que haya convertido la campaña electoral en una especie de gran bazar o subasta de baratillo con promesas electorales sobre Sanidad, vivienda y gasto social para las clases trabajadoras. Como si explicar el programa de futuro del partido fuese contrario a la política. Al revés, siempre creímos que la política honrada y digna debería ser precisamente eso, debatir sobre contenidos, sobre propuestas, sobre proyectos para los ciudadanos, y no entrar en el barro ayusista, en el cuerpo a cuerpo descerebrado y en el tú más. Pero por lo visto no. El mundo de hoy pertenece a los retóricos, a los sofistas, a esa caterva de discípulos trumpistas expertos en construir realidades alternativas, universos distópicos, la posverdad.  

Todos estos avezados tertulianos que no se equivocan nunca y que se ponen estupendos analizan muy bien la guerra cuando la guerra ya ha terminado, cayendo en lo fácil. No se puede negar que en un amplio sector de la sociedad de este país se le ha cogido tirria, manía, ojeriza, al premier socialista. La animadversión viene de los peores años de la pandemia, cuando el presidente se puso en manos de la ciencia y confinó al pueblo porque se lo decía Fernando Simón. Muchos españoles, incluso gente que le había votado, nunca olvidarán cuando los dejaron encerrados en sus casas sin poder bajar a la calle a comprar el pan. Y no se lo han perdonado. En realidad, la gestión de la crisis sanitaria se llevó a cabo siguiendo las más elementales reglas del sentido común. Cualquiera en el pellejo de Sánchez, y que no estuviese loco, habría hecho lo que le aconsejaban los virólogos. Cuando uno va al médico y le advierte de que, o toma la medicina o puede estirar la pata, lo hace y punto. Más tarde llegó la guerra de Ucrania, la crisis energética, las sandías a cincuenta euros y el descontento social. Otra calamidad imprevista. El milagro es que, con tantos contratiempos y desastres, con todo el arsenal periodístico de las derechas al servicio de un solo objetivo, derrocar a Sánchez, el Gobierno de coalición haya durado tanto.

El odio al presidente, en cierta manera un odio irracional, visceral, franquista, se ha ido incubando desde el mismo momento en que llegó a la Moncloa. Las derechas siempre lo consideraron un líder ilegítimo por haber descabalgado a Rajoy en aquella histórica moción de censura para depurar la corrupción. Y a partir de ahí no han parado en la maniobra de acoso y derribo. Durante todos estos años, la caverna ha sabido fabricar el personaje del coco, alguien que unas veces era un radical bolivariano, otras un indepe traidor y siempre un señorito al que le gustaba coger el Falcon hasta para ir a mear. Toda esa bilis del populacho es la que ha sabido agitar este 28M, con la precisión de un químico loco, el binomio PP/Vox. Crearon el cuento del sanchismo (que no existe, en realidad es un mito, una leyenda, un bulo más) y mucha gente se ha tragado la fábula en unas elecciones en las que se debería haber hablado sobre los problemas municipales de cada pueblo o ciudad pero que las derechas, hábilmente, todo hay que decirlo, supieron convertir en un plebiscito contra el intruso, contra el bilduetarra, contra el okupa que venía a tocarles el cortijo. Cuando la prodigiosa y formidable maquinaria de propaganda del PP se pone en marcha para arruinar la reputación de alguien, nada ni nadie puede pararla. Son implacables. Insaciables. Caníbales y letales. Dan mucho miedo estos falsos demócratas.

No seremos nosotros quienes salgamos aquí, a estas alturas, a defender al presidente del Gobierno. Todos llevamos dentro un lado oscuro y quienes le tratan advierten de que no conocemos bien al personaje. “Nos ha utilizado a todos los que hemos estado a su alrededor. Somos un clínex para él, nos usa y nos tira”, se queja, tal que hoy mismo, Andoni Ortuzar. El peneuvista descarta cualquier tipo de posibilidad de pacto con la derecha española, pero aconseja al presidente que en el futuro haga una cura de humildad y empatía con los que han sido sus socios. Sánchez ha cometido errores, como todo hijo de vecino, y tendrá que dar cuenta de ellos en las urnas, como ocurre en cualquier Estado de derecho. Pero cuidado, que la izquierda no se ha movilizado el 28M y puede hacerlo el 23J.

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