Alvise Pérez, el antisistema que trinca un millón de euros de los contribuyentes

18 de Junio de 2024
Actualizado el 25 de septiembre
Guardar
Alvise Pérez en una imagen de archivo.
Alvise Pérez en una imagen de archivo.

Alvise Pérez, la estrella del momento del populismo ultra, no solo ha dado el campanazo en las urnas de las pasadas elecciones europeas (al lograr 3 sorprendentes escaños), también le ha caído el gordo navideño. Tanto como un millón de euros, que es la friolera cantidad que el Estado le transferirá en concepto de subvención por los diversos gastos electorales. Un millón salido de las arcas públicas, un kilo extraído del bolsillo de los contribuyentes, una millonada de la cartera de todos nosotros. Y llegados a este punto, cabría preguntarse si es moralmente justo o ético que un señor que ha aterrizado en la política para destruir, no para construir; para volarlo todo, no para hacer mejor su país; en definitiva, para cargarse el sistema, se lleve semejante pastizamen a su casa.

Alvise Pérez no dirige un partido. Él es el partido. Se Acabó la Fiesta (SALF)no es más que una broma de mal gusto, un subproducto de la coña marinera de las redes sociales. Y que conste que nadie está diciendo que la nueva formación ultra no tenga derecho a recibir los fondos y ayudas oficiales. A fin de cuentas, está escrito en la ley. El problema no es ese. El problema es que se está utilizando la democracia, una vez más, no ya para liquidarla desde dentro, sino para desvalijarla, o mejor dicho, para desvalijar al sufrido ciudadano que quiere que su dinero llegue a un buen fin y sirva para algo más que para pagar la fiesta del graciosete, vividor o presunto ultra de turno. ¿Hasta cuándo vamos a permitir estos desmanes?

Según el diario Infolibre, el Gobierno abonará a SALF “32.508,74 euros por cada uno de los tres escaños obtenidos, a los que se sumarán 1,08 euros por cada uno de los 800.763 ciudadanos que le dieron su voto. También otros 26.425 euros por el envío de sobres y papeletas electorales, así como propaganda a los ciudadanos. En total, Se Acabó La Fiesta, que ha basado su campaña en abominar de las ayudas públicas y sembrar dudas sobre el sistema electoral, puede llegar a recibir 988.775,43 euros gracias a él”. O sea, un dinerillo, una calderilla de nada. Flipa con el antisistema, menudo subvencionao.

Curiosamente, como buen populista que es, Alvise planteó una estrategia de campaña demagógica en la que llegó a decir que no quería ni un solo euro del Estado. Estos anti-intervencionistas son así. Cuando están fuera del sistema se comportan como los nuevos Robin Hood dispuestos a robarle al rico para darle de comer al pobre, pero en cuanto tocan despacho, cuando llegan al poder, nada de lo prometido, se quedan hasta con el último céntimo y del programa electoral rien de rien. Si son tan ultraliberales y coherentes con su ideología, ¿por qué no donan la pasta que les da el malvado Gobierno a un comedor social? No lo hacen. Serán ácratas, pero no tontos. Privatizadores de las cosas de los demás. Cuando son ellos los beneficiados por la pedrea del Estado nunca dicen que no. ¿A que no devuelve Alvise todo ese premio gordo que le ha caído del cielo, sin comerlo ni beberlo, en el Pasapalabra de la decadente democracia liberal? ¿A que ya se le ha olvidado toda aquella autosuficiencia económica de la que hacía gala, todo aquel discurso neoliberal que desprecia lo público, todos aquellos cuentos de hadas sobre la necesidad de que las leyes del mercado funcionen por sí solas, sin mediación del Estado? Normal, a nadie le amarga un dulce.

Hoy las cosas que soltó Alvise en campaña electoral quedan tan viejunas como los discursos de Blas Piñar en plena Transición. Toma el dinero y corre, como decía Woody Allen. Días antes de los comicios, el líder de SALF arremetió contra la casta, contra el “sistema criminal”, contra la corrupción de los partidos políticos, contra asociaciones y oenegés, contra la prensa izquierdosa y contra los chiringuitos que supuestamente se forran con el dinero de las subvenciones. Todo era postureo, pose, puro teatro. A la hora de la verdad, el dirigente de ese pequeño chiquipartido que va para arriba (sin que sepamos muy bien por qué) no le dirá que no a la peladilla, al caramelito, al chupito del sistema, entre otras cosas porque nada más llegar al poder, SALF, como Ciudadanos oVox en su día, como cualquier otro movimiento demagógico-populista que se precie, ya es casta y lo que quiere es mamar de la teta de papá Estado como hacen los demás.

Toda esta gente exaltada y trabucaire es muy de la mano invisible (laissez faire, laissez passer, dejen hacer, dejen pasar), pero llegado el momento lo que más les gusta es poner la mano, como a todo hijo de vecino, y que caiga en ella el maná feliz de la ayuda, esa paguita sin hacer nada que tanta rabia les da cuando le llega al inmigrante pero a la que ellos no hacen ningún asco. Hace tiempo que los tenemos calados a estos patriotas. Están en contra de la mamandurria cuando no es la de ellos. Arremeten contra lo público cuando no les toca esa lotería. ¿Se acuerdan cuando Aguirre rescató a Abascal y se lo llevó a la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid? Más de 82.000 euros de vellón al año. Toma libre mercado, moreno; toma anarcocapitalismo; toma alergia al intervencionismo estatal.

Por lo que estamos viendo, toda fiera ultraderechista sigue la misma extraña evolución. Cuando no son nadie y están en el púlpito, dándole a la máquina del engañabobos, mucho odio contra el sistema, contra el despilfarro y el gasto inútil y superfluo. Quieren acabar con todo, con las autonomías, con los sindicatos, con los partidos, con las asociaciones cívicas que defienden los derechos humanos y hasta con el transporte público. Pero cuando llegan a la cumbre, la fiera se amansa, se doma a sí misma y se embriaga con los dulces fondos públicos, esas trufitas que ni las de las hermanas clarisas cismáticas. Para muestra Marine Le Pen, que empezó soltando unos espumarajos por la boca que ni Hitler y ahora mírenla ustedes, echando pestes de los nazis de Alternativa para Alemania como cualquier progre. Una europeísta de toda la vida. Todo esto de la ultraderechita cobarde empieza a ser una inmensa broma de mal gusto tan esperpéntica como insoportable. Antisistema, pero trincando; ultras, pero cifrando. Son unos jetas con todas las letras.

Lo + leído