Las bases de Esquerra ponen la primera piedra del paraíso fiscal catalán

La militancia vota hoy si está de acuerdo con el pacto con el PSOE que hace 'president' a Illa a cambio de un nuevo modelo de financiación

02 de Agosto de 2024
Actualizado el 05 de agosto
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Esquerra Republicana de Catalunya(1)
La cúpula de Esquerra antes de la votación de la militancia.

Las bases de Esquerra votan hoy para convertir a Cataluña en un paraíso fiscal. Ya lo venimos advirtiendo en esta misma columna desde hace tiempo y lo acaba de certificar, tal que hoy, el indómito periodista Antonio Maestre quien, en su imprescindible Todo está en Bourdieu, escribe: “El preacuerdo del PSOE con ERC (...) es una basura reaccionaria que privilegia a la burguesía catalana para que pueda competir con la burguesía madrileña en su carrera por atraer a las grandes riquezas con rebajas fiscales”. Chapó, Antonio, lo has bordado compañero.

Hay que ser muy obtuso para no ver que todo este tinglado del cupo catalán que nos quieren colar por la puerta de atrás, contra la Constitución y contra los principios más elementales de la izquierda, tiene mucho que ver con las ansias por la pela de la burguesía de Canaletas. Pues ahí están los Junqueras, Rufián, Rovira y otros, gentes que se llaman a sí mismas progresistas, referentes de la nueva izquierda nacionalista, animando a ocho mil afiliados, a ocho mil ciegos de la desnortada militancia republicana, para que se entreguen alegremente a las élites financieras y empresariales. Es un suicidio ideológico. ¿Qué otro calificativo si no deberíamos darle a una maniobra que es como ponerle el cuchillo en la mano a la patronal supremacista de Puigdemont para que termine de decapitar a la clase obrera?

Nacionalismo e izquierda son dos conceptos opuestos, irreconciliables, antitéticos. Es más, a mayor dosis de nacionalismo, menos izquierda. ¿Por qué?, como se preguntaría Feijóo con esa coletilla retórica tan suya que empieza a cansar tanto como su programa ultra. Sencillamente porque el nacionalismo es principalmente egoísmo, codicia, endogamia, fractura social y aislamiento del terruño, valores muy alejados del internacionalismo clásico de una hermandad mundial como siempre fue la izquierda. Se lo hemos dicho muchas veces a Rufián, un tipo al que admiramos con sinceridad por su talento innato para la política: el programa nacionalista/indepe jamás puede prevalecer sobre la lucha de clases y sobre los principios generales del socialismo. Que no, Gabriel, que no, que no te empeñes, que no se puede estar en misa y repicando, o sea en la trinchera con los trabajadores y en los despachos del Foment del Treball construyendo, codo con codo con el patrón, la riqueza de unos y la miseria de otros, mayormente la de los obreros andaluces, extremeños y murcianos. Pero nada, él erre que erre, enneciado. Absolutamente decidido a transitar de los Països a los Paraísos.

El concierto, cupo catalán o como quiera llamarse a este atropello que Sánchez no debería firmar bajo ningún concepto solo tiene un único objetivo, ya lo dijimos ayer: romper la caja única estatal que garantiza una mayor igualdad y solidaridad interterritorial, quitar de en medio a los molestos inspectores de Hacienda –los incómodos moscones de Madrid–, levantar un paraíso fiscal donde se paguen menos impuestos y los opulentos vivan mejor. O sea, panameñizar, caimanizar o luxemburguizar Cataluña. Nadie que se considere un verdadero hombre o mujer de izquierdas debería estar en esa antipática guerra y la prueba de que el engendro solo beneficiará a las clases altas es el ataque de cuernos que se ha pillado Carles Puigdemont, enfermo de rabia porque ese pacto no lo haya firmado Junts con el PSOE, como debe ser, como mandan Dios y la Moreneta y como hubiese ocurrido en los felices tiempos del tres per cent, del patriarca Pujol y del abuelo Florenci.

Ocho mil ciegos, ocho mil falsos autónomos de la izquierda, ocho mil trabajadores obnubilados por una falsa bandera (todas lo son) deciden hoy si Cataluña avanza hacia una mayor justicia social para las clases sociales más humildes, para todas las clases humildes, no solo las catalanas, o si aceptan retroceder mil años hasta el condado feudal. En el fondo, lo que van a decidir es si desean entrar en la dura competición con el Madrid trumpizado de Ayuso (otra independentista tributaria) por ver quién lleva más lejos el dumping fiscal, la miel letal que atrae a los inversores extranjeros. Puigdemont juega al postureo de querer reventar el pacto PSOE/Esquerra, pero en realidad está encantado porque, aunque aún no tiene la independencia política y jurídica, sí puede tener la económica y tributaria para, algún día, suprimir la tasa a las grandes fortunas, abolir el impuesto de sucesiones y donaciones y desgravar el IRPF de los millonarios. El hombre de Waterloo se frota las manos. Por fin dispone de la llave de la caja (un Gollum con peluca aferrado a su tesoro) para malversar fondos legalmente, a sus anchas y con total impunidad, sin que el juez Llarena le toque els cullons. Ambulatorios y escuelas públicas no habrá, pero de referéndums de autodeterminación, DUI, embajadas en Osetia del Sur, selecciones catalanas de petanca y patinaje e intercambio comercial con la dictadura de Putin van a ir sobrados los catalanes.

Hoy Esquerra y el sanchismo ponen la primera piedra de una España del norte más rica y una España del sur más pobre, a la manera del injusto modelo de la Lombardía. Si Moncloa quiere solucionar el problema de la desigualdad que empiece por financiar mejor a las comunidades deficitarias como Valencia, Murcia y Andalucía y por reequilibrar la balanza interterritorial, redistribuyendo menor los fondos de solidaridad; llevando a cabo una verdadera armonización fiscal (metiendo en cintura a la insumisa Ayuso); y evitando que la tercera región por PIB de este país, que es Cataluña, consume la desconexión de facto con el Estado.

Ningún cupo o concierto catalán va a solucionar los problemas del proletariado y los que menos tienen, esos a los que dicen defender los de Esquerra. Al contrario, convertir Cataluña en una inmensa Andorra repleta de mercadillos y bazares de todo a cien no hará más que aumentar la brecha social entre ricos y pobres, rebajar impuestos con el consiguiente destrozo en el Estado de bienestar y convertir esa hermosa tierra en una cueva de piratas, como un nuevo Gibraltar parlando el catalá en lugar del inglés. Quieren convertir a los catalanes en los nuevos llanitos de Europa. Solo faltan los monos trepando por la Sagrada Familia. Ya los fichará Laporta con alguna de sus palancas.  

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