Borja Sanjuan Roca es el número 2 del PSOE a la alcaldía de Valencia. Y por lo que se va viendo, también es un ultra del fútbol. Ché hasta la médula, para ser exactos. Ayer, durante el bochornoso linchamiento público al futbolista del Real Madrid, Vinicius Jr, no se le ocurrió mejor idea que sentarse a tuitear sobre lo que estaba pasando en Mestalla. “Yo nunca defenderé ningún insulto racista que hubiera podido haber a ningún jugador, pero eso no es lo que ocurre con Vinicius. Ese jugador es una vergüenza para el fútbol”, escribió. Un mensaje que acompañó a otro todavía más delirante: “Esta roja de Vinicius la hemos celebrado media España”. No sabemos cuál de los dos tuits fue más impresentable.
¿Es España racista, tal como denunció el delantero madridista tras ser sometido al escarnio público de un sector del público con frases como “mono mono”, “perro” o “puto negro”? Seguramente no. Nos resistimos a pensar que en este país solidario, abierto, acogedor y tolerante hay 47 millones de simpatizantes del Ku Klux Klan trumpista de nuevo cuño. Pero es evidente que tenemos un serio problema con el racismo. Sobre todo, en los partidos de fútbol, donde el racista encuentra un cómodo refugio entre la masa enardecida y deshumanizada. Ayer, en el estadio del Valencia, había más de 40.000 espectadores, de los cuales solo una minoría emprendió la cacería dialéctica contra el hombre. En eso se equivocó Carlo Ancelotti. Carletto es un señor, pero no calibró en su justa medida a la hora de buscar culpables. Pudieron ser veinte, doscientos o dos mil los vándalos que tomaron a Vinicius como blanco perfecto para descargar todo su odio xenófobo. Pero afortunadamente, no fue todo Mestalla, como dijo el míster merengue. Ni siquiera la mitad de Mestalla. De ser así, ya estaríamos viviendo en el Tercer Reich y no es el caso.
Lo que se vio ayer en el campo del Valencia fue grave, muy grave, y exigía políticos a la altura de las circunstancias capaces de dar una respuesta contundente y sin ambages. Líderes que soltaran un puñetazo encima de la mesa y salieran a la palestra de inmediato para decir que el racismo va a ser perseguido, con la ley, la Fiscalía y el Código Penal en la mano, hasta que sea definitivamente arrinconado. Sin embargo, una vez más nos encontramos con la mediocridad y el infantilismo de algunos que antepusieron el escudo y el hooliganismo futbolero a la causa más noble por la que puede pelear, hoy por hoy, un representante público: la derrota del supremacismo nazi. Los tuits del señor Sanjuan fueron vergonzosos para alguien que aspira a un cargo público. El personaje no supo estar a la altura, el hincha de la barra brava se comió al político, y dejándose llevar por su pasión por los colores no supo ver la magnitud de la tormenta que se estaba gestando sobre su cabeza. Decir eso de que “yo no soy racista, pero…” (señalando con el índice, por provocador, al indomable jugador del Madrid) resulta indefendible. ¿Se enfundó la elástica valencianista por puro populismo para rascar unos cuantos votos el próximo domingo? No lo vemos nosotros tan calculador y estratégico; sencillamente le pudo el fervor por el equipo de sus amores.
Con todo, lo peor de la metida de pata del concejal no fue su ambiguo posicionamiento contra el racismo, sino que lo haya hecho siendo político del PSOE, un partido que siempre batalló contra la violencia fascista, que a fin de cuentas es lo que es el racismo. Por momentos, leyendo las reflexiones del edil, daba la extraña sensación de que estábamos ante un dirigente de Vox. O ante uno de aquellos tibios batasunos que en los años del plomo decían estar en contra de la violencia etarra pero no la condenaban o lo hacían con la boca pequeña. Una torpeza que debe unirse al hecho de que nos encontramos en plena campaña electoral, a seis días para el decisivo 28M con derechas e izquierdas en empate técnico, y cualquier suceso inesperado o cisne negro puede decantar la balanza hacia uno u otro lado. Más le hubiese valido al candidato socialista haber aparcado el furbo por una semana para tuitear sobre lo verdaderamente importante ahora, o sea las promesas de Sánchez para reflotar la Sanidad pública, la Atención Primaria y el Área de Salud Mental. ¿A quién se le ocurre meterse en semejante berenjenal que deja al PSPV como un partido de forofos que están a lo que no deben estar?
Medio mundo apoyando a Vinicius, Lula Da Silva, los dirigentes del G7, Mbappé, Neymar y Ferdinand cerrando filas contra el fascismo que vuelve, y el señor Sanjuan pensando en si el Valencia suma los tres puntos vitales. Un futbolista llorando a lágrima viva tras ser sometido a su exterminio y anulación como persona y él completamente centrado en si su equipo salva la categoría o termina en Segunda. Ese es el nivel.
Hoy, el dirigente local socialista ha matizado su delirio balompédico de ayer con otro tuit en el que, esta vez sí, reconoce que hubo insultos racistas en el estadio, aunque según él Mestalla no es xenófoba. Tibieza sobre tibieza. Paños calientes sobre una herida que sigue supurando. Sánchez y Ximo Puig deberían estudiar este caso con sumo detenimiento. Porque estamos a pocos días para las elecciones y hay muchos votantes socialistas a los que el fútbol, ese santuario para delincuentes y fascistas, se la trae al pairo. Quizá a esta hora ya estén pensando en votar a Compromís.