Están a un paso del tejerazo

08 de Noviembre de 2023
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Siete detenidos y treinta policías heridos. Ese es el preocupante balance de una nueva noche de violencia ultraderechista en Madrid, unos hechos que para el presidente del PP del País Vasco, Javier De Andrés, suponen una “reacción sana” del pueblo contra la ley de amnistía que prepara Pedro Sánchez. De un tiempo a esta parte, el cinismo se ha instalado como forma de hacer política. Estamos en manos de frescales, desahogados y demagogos que han dado la vuelta a la realidad como un calcetín, alterando la escala de valores y principios éticos y convirtiendo lo malo en bueno y viceversa. ¿En qué momento ocurrió, cuándo tuvo lugar el advenimiento al poder de toda esta escuela de cínicos y sofistas para quienes solo importa la persuasión y no la verdad? Fue un proceso lento que comenzó en los albores de nuestra frágil democracia (probablemente el propio Felipe, con su famosa promesa fallida de los ochocientos mil empleos, fue uno de ellos) y que ha ido degenerando hasta el espectáculo denigrante al que tenemos que asistir hoy.

Dos mil quinientos años después, Protágoras y Gorgias, con su nada es verdad ni mentira, sino que todo depende del color del cristal con que se mira, han derrotado a Platón y Aristóteles. Miramos a nuestro alrededor y no vemos más que sofistas manipuladores de la retórica y el lenguaje. Gente con piquito de oro y habilidad de falacia que arrastra a las masas a batallas campales contra los antidisturbios. Gente que es capaz de convencer a la muchedumbre desinformada de que es de día cuando es de noche. La política española está llena de tipos y tipas como el tal De Andrés. Maestros del eufemismo pestilente, expertos en el arte de retorcer el lenguaje sin pudor. Los Trump, Bolsonaro, Orbán y Milei triunfan en las sociedades modernas y millones les siguen ciegamente sin reparar en el volumen gigantesco de las mentiras que les dan a tragar. Los pioneros de la gran farsa demagógico populista internacional tienen sus seguidores y adeptos en personajes sin escrúpulos como Aznar, Ayuso, Abascal, Aguirre o el mismo Feijóo, que ha pasado de moderado a jefe de escuadrón de las falanges callejeras en un abrir y cerrar de ojos.

Así, si una batalla campal con heridos y graves destrozos en el mobiliario urbano es una “reacción sana” de la ciudadanía, el genocidio palestino es una operación policial contra el terrorismo de Hamás, la mesa de negociación para recuperar la convivencia en Cataluña es una rendición propia de traidores y Franco fue un gran hombre que hizo mucho por España. Y así todo. Se adultera la verdad constantemente por intereses electorales. Se transmuta la realidad creando lisérgicos mundos paralelos rebosantes de yonquis enganchados a las antenas mediáticas que propagan el odio. Se empieza diciendo que la mascarilla sanitaria es un bozal impuesto por un régimen tiránico opresor y se termina pateando a un policía antidisturbios. Y lo peor de todo es que cuando se entra en esa espiral de furia e ira sin sentido ya no se puede parar y el individuo intoxicado acaba gritando aquello de que “la Constitución destruye la nación”.

Los líderes de la derecha patria están jugando peligrosamente con fuego. Por supuesto que tienen todo el derecho del mundo a convocar manifestaciones contra la amnistía en las plazas de cada pueblo o ciudad. El problema no es ese. El problema está en el lenguaje guerracivilista empleado para calentar el ambiente, enrarecer la atmósfera política y exacerbar a las multitudes. En las altas esferas han decidido desempolvar del baúl de los recuerdos el manual de la estrategia de la tensión permanente, aquella vieja técnica de manipulación política propia de los fascismos del pasado siglo cuyo único objetivo era infundir miedo, inundarlo todo de propaganda barata, favorecer la desinformación, promover la guerra psicológica e infiltrar agentes que mediante la provocación son capaces de reventar huelgas, convertir manifestaciones pacíficas en sangrientas insurrecciones populares y hasta perpetrar sabotajes y atentados de falsa bandera para alcanzar sus objetivos. En esto del nazismo ya todo está inventado, entre otras cosas porque vivimos en un “fascismo eterno”, ya nos los advirtió Umberto Eco.

Pero no solo hay peligrosos retóricos sofistas en el bando de las derechas. Hoy mismo el president de la Generalitat, Pere Aragonès, se ha descolgado con unas maravillosas declaraciones a propósito de la rebelión fascista que se está apoderando de la capital del país. “El ultranacionalismo español que en otras ocasiones ha actuado en Cataluña, estos días extiende la violencia en las calles de Madrid. Mi solidaridad con los vecinos, partidos políticos e instituciones afectados por estos disturbios de los enemigos de la democracia”, asegura el mandatario catalán. Sin duda, al honorable se le ha debido pasar por alto un pequeño detalle: que durante días los enmascarados cachorros del independentismo ciego e irredento que él defiende (los ultras de su equipo) estuvieron quemando Barcelona durante días y sometiendo a la población a una estrategia de terror y de tensión permanente no muy distinta de la que hoy emplea el otro bando trágicamente radicalizado. Es fácil ir de pacifista cuando la batalla ha cesado y las aguas han vuelto a su cauce. Lo heroico está en jugarse el pellejo para detener la guerra cuando los dos bandos se están matando.

Madrid se dispone a vivir una noche más de violencia trumpista. A esto nos han llevado los discursos de quienes promueven la rebelión contra la democracia y quienes los apoyan. Ferraz aguanta como el último bastión ante la barbarie, aunque quizá no por mucho tiempo. Los comandos de “estética ultra” (así los llama eufemísticamente la policía, como si el nazi fuese una modelo de pasarela), están bien organizados y saben lo que tienen que hacer. Esto no es una movilización espontánea, sino que lleva preparándose durante tiempo, probablemente durante meses. Hay expertos en la guerrilla urbana asesorando a la muchachada. Hay planificación, jerarquía, medios materiales, órdenes de arriba abajo, la habitual parafernalia bélica fascista. Ya apuntan contra el Congreso de los Diputados. No tardaremos en ver a un torero vestido de luces empuñando la pistola en la tribuna de oradores.

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