Tras haber ganado la investidura, Pedro Sánchez ha acudido al Palacio de la Zarzuela a jurar la Constitución, un texto que con la proposición de ley de amnistía ha quedado temblando.
Sánchez ha elegido la siguiente fórmula para su juramento: "Prometo, por mi conciencia y honor, cumplir fielmente con las obligaciones del cargo de presidente del Gobierno, con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, así como mantener el secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros y Ministras."
Un detalle ha destacado por encima de todo: el rosto de incomodidad y la expresión de enfado del Jefe del Estado, que no ha ocultado en ningún momento. La sumisión incondicional de Pedro Sánchez a las pretensiones del soberanismo catalán no han sentado muy bien en Zarzuela y eso lo ha querido mostrar el rey. Un modo de desentenderse de la responsabilidad de lo que perpetre el gobierno.
La ley de amnistía con la que Sánchez ha comprado su Presidencia del Gobierno es una impugnación absoluta a la figura del Jefe del Estado porque coloca en una situación de culpabilidad tras el discurso del 3 de octubre de 2017, un discurso con errores, evidentemente, pero que Sánchez ha censurado con sus actos.
Además, la ley de amnistía ha provocado que una parte de la población favorable a la Monarquía se esté revolviendo contra ella y, eso, no lo aceptan en Zarzuela. En las concentraciones de la extrema derecha en Ferraz, por ejemplo, los gritos contra Pedro Sánchez se mezclan con el coreo de consignas contrarias al rey.
Por esa razón, Felipe VI no ha ocultado su disconformidad y estar muy molesto con el modo y el precio que Pedro Sánchez ha pagado para mantenerse en el poder, sobre todo porque el rey sí que está cumpliendo la Constitución al no realizar ningún movimiento.