El trumpismo contamina hasta los Village People

Todo preparado para la toma de posesión de Trump, la consumación de un histórico esperpento político

20 de Enero de 2025
Actualizado a las 17:12h
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Los Village People durante el mitin de la victoria de Trump.
Los Village People durante el mitin de la victoria de Trump.

Todo preparado para que el gran ideólogo del absurdo mundo al revés tome posesión como hombre más poderoso del planeta. O quizá esa etiqueta no sea más que un cliché, ya que Donald Trump es solo una marioneta, el guiñol sostenido con hilos invisibles movidos por otros que están la sombra.

La ceremonia de toma de posesión como presidente del honorable delincuente no será más que una convención ultra formada por gente con el bolsillo lleno y la cabeza vacía, una fiesta de la oligarquía corrupta emergente que se está gestando en Estados Unidos. Con todo, el acto va a estar teñido de un fuerte simbolismo político tendente a un solo objetivo: declarar la muerte del Estado derecho y su sustitución por un totalitarismo extraño, el ciberfascismo del odio y el bulo donde Elon Musk ocupa el cargo de mano derecha, de Goebbels informático encargado de agitar la nueva propaganda reaccionaria global en su red social X.

Trump ha organizado la toma de posesión de hoy como una continuación de su performance de ayer, el histórico mitin de la victoria de Washington, donde no habló de política ni presentó programa alguno, limitándose a lanzar cuatro soflamas para borrachos exaltados y a pegarse unos trotecillos torpes en el escenario con los acartonados Village People. En eso se ha convertido la decadente primera potencia mundial, en un show business donde el Nerón de nuestro tiempo canta y baila antes de pegarle fuego a la Roma yanqui. En general, la alta cultura, la clase intelectual de Hollywood y Nueva York, ha hecho campaña por Kamala, pero al magnate neoyorquino le quedan algunas momias del artisteo fieles al nuevo fascismo y sin complejos, entre ellos este grupo del montón que reventó las pistas allá por los setenta y del que hoy no se acuerda nadie.

Todo lo que rodea a Trump es cutre, esperpéntico, casposo, pero no por ello mal calculado. A ritmo de Y.M.C.A –el nostálgico temazo de los Village antaño santo y seña del movimiento gay–, el flautista de Hamelín del ciberfascismo posmoderno ha sabido conectar con las clases populares, con el policía, el albañil, el militar, el motero, el vaquero y hasta con el discriminado indio, que agobiado por la crisis se ha vuelto racista también y vota Trump. El mérito del populismo trumpista reside en haber sabido camelarse a la village people de América, toda esa gente abandonada, desahuciada y hundida que vive en casas destartaladas, entre montones de chatarra donde antes había un esplendoroso jardín y bidones de queroseno repletos de cerveza. La rebelión de las masas, la revolución de los haters descontentos y abandonados por las élites demócratas, va a tener hoy su colofón final con la ceremonia de entronización del nuevo emperador de la astracanada, que según el Journal prepara un discurso de lo más duro y xenófobo para terminar de sellar la revolución de los parias adeptos al movimiento MAGA. Será interesante saber, dentro de cuatro años, qué piensan todos esos pobres abducidos por la secta conspiranoica a los que las políticas ultraliberales de Trump no les va a dejar ni siquiera el pobre subsidio estatal del que malviven hoy.

El Capitolio se engalana con las barras y estrellas. La ola ciberfascista promete arrasar Europa y Latinoamérica; la motosierra argentina sigue talando el árbol del Estado de bienestar; Xi Jinping reúne a su gabinete de crisis para reaccionar con el siguiente movimiento de ajedrez en la Guerra Fría y las empresas de Elon Musk se disparan en Bolsa mientas fragmentos de sus cohetes espaciales caen del cielo como una lluvia de chatarra como mentiras de acero. Pronto será imposible salir a la calle sin que nos caiga encima un pedazo del tiovivo cósmico para ricos del gurú tuitero. Lo que vamos a ver hoy es la materialización de un mensaje para el mundo: la democracia, tal como la conocíamos, ha muerto, y ahora manda un patrón, un cacique global, un caudillo supremacista y ario, o sea él. El sueño americano de una tierra de promisión y libertad para todos sin distinción de raza y nacionalidad (el gran secreto del éxito de los últimos doscientos años en Estados Unidos) se esfuma dando paso a la pesadilla del muro y la alambrada con jueces al servicio del poder, violadores en la Casa Blanca, mejicanos enjaulados y deportados y maestros enseñando la teoría del creacionismo en las escuelas.

Nos encaminamos hacia un nuevo feudalismo aislacionista gobernado por la internacional pseudofascista y las grandes multinacionales tecnológicas que imponen un oscuro régimen de bulo y patrañas. Trump no cree en la ONU, ni en la OMS, ni siquiera en la OTAN, y las cumbres del cambio climático le provocan la risa floja. El multilateralismo se desvanece, Europa se debilita (reducida a la categoría de vieja colonia formada por una serie de estados sucursales del trumpismo) y solo queda por saber cómo terminará el último acto de esta gran tragedia americana: el delirante plan expansionista del imperio con la invasión de Groenlandia (una declaración de guerra a la UE) y el gran combate comercial y militar USA/China (precisamente para eso, para que cierre fronteras al chip asiático que amenaza con hundir la economía yanqui, han colocado las élites a Donald Trump).

Hoy es Blue Monday, el día más triste del año, quizá el día más triste de la historia. Cuenta el New York Times que el gran dictador va a recibir la vara de mando en una rotonda, la rotonda del Capitolio que asaltó hace cuatro años, para ponerse a resguardo de la histórica ola de frío polar que vive el país. El planeta al borde de la destrucción y el millonario de los guantes negros y el abrigo de mil pavos refugiándose inútilmente en una hermética rotonda para no pillarse un catarro. Qué gran metáfora de nuestro tiempo: el hombre que niega el cambio climático congelado por el primer soplo de la próxima glaciación. Ya tienen reservada su silla Meloni, Milei, Abascal, Bukele, el racista Zemmour, los neonazis de Alternativa para Alemania y Orbán, es decir, los jinetes del nuevo Apocalipsis mundial. Y mientras tanto, el optimista ministro Albares que no nos preocupemos, que lo de Trump no es para tanto y que la democracia resistirá. Y luego nos preguntamos cómo hemos llegado hasta aquí.

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