Page es un “tocacojones”, Iglesias “un torpe”, Susana Díaz “la otra que está jodida”, Margarita Robles “una pájara” y en ese plan. Los mensajes de wasap que Pedro Sánchez cruzó con José Luis Ábalos, aireados por El Mundo, no demuestran gran cosa sobre la supuesta corrupción del PSOE. Todo lo más, son una serie de previsibles cotilleos familiares (en todas las casas cuecen habas).
Nada de lo que hemos visto publicado estos días en el periódico que mantuvo la autoría de ETA sobre el 11M, dando pábulo a las más rocambolescas teorías de la conspiración, debería sorprendernos. Hace tiempo que Sánchez está rodeado de enemigos políticos, los de dentro y los de fuera, y lógicamente no profesa demasiado cariño hacia ellos. Cualquiera en su lugar hubiese escrito mensajes de ese estilo en comunicación con una persona de confianza como era Ábalos en aquel tiempo (conviene no olvidar que todos los wasaps fueron enviados antes de que el ministro de Transportes empezara a ser investigado por el caso Koldo). Y sin embargo, sorprende que quienes han estado despellejando al presidente del Gobierno, en público y en privado, se rasguen ahora las vestiduras tras enterarse de lo que opinaba el jefe, realmente, sobre ellos.
Sorprende que Susana Díaz esté dolida cuando, de haber sido por ella, hace tiempo que “el muchacho Pedrito” estaría muerto y enterrado y ella sería presidenta. Sorprende que Page, que ha dicho lo más grande (y lo más bajo) sobre el inquilino de Moncloa, esté fastidiado al enterarse de que el líder no le quiere bien. Y también sorprende que Lambán esté decepcionado porque figuraba en la lista negra de indeseables (cuando ha despotricado todo lo que ha querido y más del sanchismo y por momentos, al igual que el bueno de Emiliano, parecían dos diputados del PP más que socialistas). Solo Margarita Robles, esa que “se acuesta con el uniforme”, ha sabido estar en su lugar, como una soldada profesional, y encajar con deportividad lo que era un secreto a voces: que Pedro Sánchez no ve el momento de hacer limpieza de barones y acabar de una vez por todas con los incómodos restos del felipismo.
Aquí hipócritas lo han sido todos, no solo el premier socialista, ya que los anteriormente citados no hubiesen dudado ni un solo instante en echarle la poción letal al César, en la sopa, para acabar con él. Habría que ver las cosas que han dicho en privado, sobre el canciller socialista, los Page, Díaz, Lambán y compañía. Habría que echarle un vistazo a sus teléfonos móviles para constatar que el odio es mutuo y bidireccional. Entre ellos y Sánchez solo hay una diferencia: la UCO, o quien quiera que sea quien ha filtrado las conversaciones privadas dando jaque el rey. Desde hace tiempo, hay una operación de acoso y derribo, por tierra, mar y aire, contra el secretario general del PSOE. El que pueda hacer que haga, ya lo dijo Aznar. Y todos están haciendo, todos están poniendo su granito de arena, en la medida de sus posibilidades, para abortar una legislatura que a las élites políticas y financieras de este país se les está haciendo muy larga.
Ayer fue el lawfare contra la familia del presidente, a la que se está despellejando en una especie de cadalso judicial retransmitido al minuto. Hoy son los mensajes privados de Sánchez los que se airean, como si el presidente del Gobierno, al que se ha deshumanizado como pocas veces se ha visto en política, fuese el único ciudadano de este país que no tiene derecho a su intimidad y al secreto de sus comunicaciones, tal como establece la Constitución. No verán ustedes a un juez Peinado o Hurtado abriendo causa para determinar de dónde proviene la filtración de los wasaps, si de fuego amigo o enemigo, ni poniendo a los sospechosos de esta infamia periodística y política ante un tribunal de Justicia por revelación de secretos, como sí se ha hecho con el fiscal general del Estado, otro linchado con saña y brutalidad (este por decir la verdad sobre los fraudes fiscales del novio de Ayuso). Si a Sánchez y familia los dejaran sueltos cinco minutos por Madrid, a la jauría ultraderechista le faltaría tiempo para lanzarse contra ellos, a tiro y a bayonetazo limpio, como a unos Romanov del socialismo. Que nadie tenga la menor duda de que ese magnicidio puede ocurrir en cualquier momento, tal es el odio que se ha inoculado en la sociedad contra Sánchez y su parentela.
Sí, es cierto que estos wasaps hablan de la personalidad oscura de un hombre que ejerce el poder y que se ve acorralado en todos los frentes. Pero, que levante la mano o tire la primera piedra quien no tenga sus canales de comunicación y redes sociales rebosantes de insultos, menosprecios, befas y mofas hacia otras personas a las que no traga o le caen mal. Las epístolas cibernéticas del presidente del Gobierno con Ábalos no demuestran el carácter arrogante, déspota y vengativo del dirigente monclovita, tal como están diciendo en el PP, en la extrema derecha y en esos corrillos de liberales travestidos del PSOE que desde hace tiempo se la tienen jurada al odiado líder. En todo caso, demuestran que Pedro El Cruel no es tan diferentemente malvado del resto del personal de este país farisaico donde primero llega la palmadita y después la puñalada trapera. Demuestran, si se quiere, que es un español pendenciero como otro cualquiera, de carne y hueso y de la calle. Desde la forma de utilizar el lenguaje (castizo, descarnado y quevedesco) hasta el propio contenido de sus expresiones, todo revela que estamos ante un tipo normal, con sus vicios y virtudes, y no ante una especie de altiva y autoritaria divinidad por encima del bien y del mal (Su Sanchidad, como lo retratan algunos). Tenemos un presidente que es el fiel reflejo de lo que es este pueblo cainita y feroz que no olvida las ofensas. Dice la gallega del PP Ana Vázquez que, después de este escándalo, el sanchismo está en descomposición y va a haber elecciones en junio. No se lo cree ni ella harta de orujo.