Decenas y decenas de grabaciones con políticos actualmente en el poder. El sueño de todo policía o periodista. Ese es el material que supuestamente guarda, a buen recaudo y bajo llave en algún lugar seguro, Koldo García, el exasesor del ministro José Luis Ábalos que ha dinamitado el PSOE, dando un brusco viraje a la historia de España. Quién lo iba a decir. El chófer, el lacayo, el siervo fiel o chico para todo es quien ha puesto el país patas arriba sumiendo a la democracia española en la crisis institucional más grave que se recuerda.
Pero más allá de que los acontecimientos se hayan precipitado de forma vertiginosa, cabe preguntarse: ¿para qué quería Koldo audios y grabaciones con todos y cada uno de los integrantes del Gobierno? Que decidiera registrar conversaciones con su jefe Ábalos y con Santos Cerdán entra dentro de la lógica. Trabajaba codo con codo y estrechamente con ellos, de modo que tenía que asegurarse de que, llegado el caso, tendría las espaldas cubiertas. Si alguno de sus superiores decidía jugársela algún día, estaría todo registrado en un pendrive. Ahora bien, ¿qué sentido tenía meterse una grabadora en el bolsillo para pillar hasta al último militante de Ferraz? ¿Simple paranoia, exceso de celo o deformación profesional después de haberse movido, durante años, con gente bien conectada con las cloacas del Estado?
Fuentes policiales próximas a la investigación aseguran que Koldo García “los tiene a todos bien pillados”. También al presidente del Gobierno, que según estas fuentes barajaba indicios más que suficientes para sospechar lo que se estaba cociendo en los despachos del Ministerio del Transportes, un departamento goloso que mueve ingentes cantidades en adjudicaciones de obra para el ferrocarril, carreteras e infraestructuras portuarias y aeroportuarias. A este respecto, una información difundida ayer por La Sexta deja a Sánchez en una situación complicada. Según la cadena de televisión privada, Santos Cerdán “no era trigo limpio y así se lo hicieron llegar al presidente”. Este soplo le fue susurrado al inquilino de Moncloa por “gente cercana” y de su entorno, que también le advirtió del riesgo de “ratificar” al sospechoso secretario de Organización en el Congreso del PSOE de Sevilla. Es decir, el líder socialista estaba, si no al corriente de cada comisión o mordida que se repartía en el ministerio (eso lo situaría como partícipe directo en la trama de financiación), sí al menos con la mosca tras la oreja, como suele decirse. Su obligación era saber qué se cocía en ese fatídico Triángulo de las Bermudas (Koldo-Ábalos-Cerdán) y desatendió su función de forma tan suicida como incomprensible. Fue responsable político, al menos por negligencia u omisión.
Cuando se le ha preguntado a Sánchez por este asunto en rueda de prensa, ha echado balones fuera. “Yo estoy sufriendo ataques por parte de asociaciones ultraderechistas en causas judicializadas que no obedecen a ninguna verdad. Entonces, ¿cómo me enfrento a unos rumores si es también lo que yo estoy sufriendo? Es cuando conozco los datos y los hechos, como así ha sido el caso ahora, cuando llega el momento de actuar”, dice justificando su deplorable gestión. En ese momento, apenas un segundo, transmitió la sensación a la opinión pública de que todo un torbellino de malos augurios y recuerdos nefastos se agolpaba en su mente sometida a una presión política y mediática casi inhumana. Fue como si por un instante hubiese perdido su habitual temple y aplomo (incluso esa cierta arrogancia con la que se maneja cuando tiene que hablar del PP y de la extrema derecha), hasta empequeñecerse ante la nación. ¿Qué le había pasado por la cabeza, quizá esa amenaza o extorsión, ese telefonazo inquietante, ese chantaje velado, ese veneno que Koldo le tiene reservado antes de la traca final, antes de que el Gobierno salte por los aires?
Nadie, probablemente ni siquiera el propio Koldo, sabe hoy por hoy cuánto material de alto voltaje tiene en un poder. Con el trajín judicial en el que anda metido últimamente no habrá tenido tiempo aún de escuchar todos los audios. Por eso la información va a ir saliendo dosificadamente, lentamente, para ir erosionando al Gobierno como un ácido corrosivo. Un escenario terrible no solo para el Ejecutivo, sino para los socios de coalición y de legislatura. ¿Cómo puede estar segura Yolanda Díaz de que a ella no la cazó el siniestro asesor en alguna reunión? Y en esa incertidumbre viven también los líderes de Esquerra, PNV, Bildu o Podemos, posibles víctimas del espionaje del 'chiquitín de Baracaldo'. Koldo almacena tantos archivos secretos sobre tanta gente que ni la CIA. De modo que una especie de histeria colectiva se ha instalado en la coalición progresista que se resquebraja por momentos. Compromís le ha ha dicho a Sánchez que ya no tiene su apoyo y el BNG que ni siquiera piensa tomar parte en los contactos de hoy con los que el presidente espera sondear cómo está el patio antes de tomar una decisión (continuar hasta 2027, presentarse a una cuestión de confianza o sencillamente arrojar la toalla y convocar elecciones). Nunca se vio un Sánchez más acorralado y contra las cuerdas.
En las últimas horas se ha sabido que Koldo afirmó en una conversación con Ábalos que había amenazado a Santos Cerdán con llevarle a Sánchez “una grabación hecha en Pamplona”. “Le he escrito a Santos, le he dicho: voy a ver a José Luis [Ábalos]... Cinco minutos, necesito que me veas cinco minutos, o me ves cinco minutos la semana que viene o te juro por Dios que le llevo a Pedro una grabación que está hecha de Pamplona”. Por si fuera poco, el polémico asesor puede conservar conversaciones comprometedoras de las negociaciones de Santos Cerdán con Carles Puigdemont de cara a la amnistía y al apoyo de Junts a la gobernabilidad. De confirmarse ese dato, sería letal para Sánchez. Sobrecoge solo pensar que el último aizkolari socialista tenga en su poder algo así como las actas sonoras de lo que se dijo en aquellas reuniones. Las ofertas de Sánchez al independentismo catalán, las contraofertas, los cambalaches y enjuagues. Dinamita pura que en manos de Feijóo y Abascal catapultaría a ambos al poder en menos de una semana.
Ante semejante panorama, no extraña que Pilar Alegría perdiera ayer los papeles cuando la prensa le preguntó si cree que de los famosos audios de Koldo saldrán más implicados socialistas. “No lo sé”, respondió ella, entre lacónica, cortada y visiblemente descolocada. Sin duda, decidió recurrir a la prudencia después de que la vicepresidenta Montero pusiese la mano en el fuego por Santos Cerdán, quemándosela entera. A esta hora, una cosa está clara: Koldo pasa a la historia de este país como la grabadora que destruyó el sanchismo.