La Europa sionista

Los Veintisiete evidencian su división interna y la fragilidad de la UE frente al genocidio del pueblo palestino

22 de Mayo de 2025
Actualizado a las 12:44h
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Niños en Gaza esperan la ayuda humanitaria mientras la Europa sionista se pone de perfil | Foto:  ONU
Niños en Gaza esperan la ayuda humanitaria mientras la Europa sionista se pone de perfil | Foto:  ONU

La Unión Europea revisará el acuerdo comercial con Israel como sanción a la ofensiva de Netanyahu para destruir Gaza. Es poco bagaje para una Europa que está reaccionando tarde, mal y nunca ante el genocidio palestino. A estas alturas de la pesadilla, una UE fuerte y unida ya habría cerrado sus embajadas en Tel Aviv, habría roto todo tipo de relación política y diplomática con el Estado hebreo y habría acordado un bloqueo con fuertes sanciones económicas al Gobierno de Netanyahu por crímenes de guerra y lesa humanidad. No ha sido así y esa vergüenza nos acompañará siempre.

Ayer, los Veintisiete volvieron a escenificar uno de esos acuerdos timoratos que nos confirman lo que ya sabíamos: que la UE, más que una entidad política, más que un ejemplo de democracia para el mundo, sigue siendo un club de millonarios mal avenidos. Diecisiete países votaron a favor de la resolución, pero diez se pusieron de perfil, consumando la infamia. Entre los prosionistas estaban la Italia de Meloni, esa diva de opereta con ínfulas de pequeña autócrata; la Hungría de Orbán, el fiel amigo de Putin que hace las veces de topo ruso en las cumbres europeas; y la Grecia derechizada de Mitsotakis, el líder del partido conservador Nueva Democracia que nunca hará nada contra Israel porque el Estado judío es el primo Zumosol protector de los griegos ante la secular amenaza turca.

Por descontado, los alemanes tampoco moverán un dedo contra los judíos, ya que el sentimiento de culpa y el remordimiento por el Holocausto nazi sigue estando aún fresco y presente. El recién elegido canciller Merz ya ha dejado claro el apoyo “inquebrantable” a Israel en cumplimiento de la responsabilidad histórica de Alemania, es más, ha calificado el respaldo a los israelíes como “una razón de Estado”. Sin un paso adelante de Alemania, cualquier tipo de sanción o embargo serio contra el régimen de Netanyahu es pura ciencia ficción.

A los españoles nos queda el orgullo de estar, esta vez sí, en el lado bueno de la historia, junto a Francia y la mayoría de los países en la defensa de los valores de la democracia, del Derecho Internacional y contra el unilateralismo, la barbarie, la limpieza étnica y la ley del más fuerte que pretende imponer, por la vía de los hechos consumados, el criminal de Bibi. Pedro Sánchez, con buen criterio, ha situado a nuestro país en el bloque de los intolerantes con las matanzas indiscriminadas de palestinos y eso está bien. Tranquiliza la conciencia de cualquier demócrata el basta ya de España al carnicero de Gaza, si bien es cierto que el escándalo de los 46 contratos de compra de armas firmados con empresas judías emborrona la que por momentos pareció una hoja de servicios impecable del Gobierno de Madrid. Le guste o no a Sánchez, el diputado de Sumar Gerardo Pisarello tiene más razón que un santo: “Si por la mañana se grita genocidio y por la tarde se siguen vendiendo armas, no es denuncia: es complicidad”. Lógica aristotélica aplastante.

Resulta encomiable que el presidente del Gobierno nos alinee con la Europa democrática frente a los lacayos del trumpismo sionista, pero mejor hubiese sido empezar por limpiar el patio trasero propio antes de aparecer puro, prístino y virginal en los pasillos de Bruselas. El Ejecutivo español tiene muchas explicaciones que dar todavía sobre el asunto más nauseabundo de la legislatura. Vender el alma al diablo por un puñado de balas de Sion para la Guardia Civil no es un pecado venial que pueda purgarse con cinco minutos de malas excusas y medias verdades en el Congreso de los Diputados. Y más indignante aún es la posición de Marlaska, que ha calificado de ”error” los contratos de la vergüenza. Esto no es un error, señor ministro, esto no es un despiste más, señor mío, se llama complicidad con unos criminales buscados por la Corte Penal Internacional, que no es lo mismo, y usted como juez debería saberlo. Así que poca broma.

Más allá de postureos pacifistas en Bruselas, a Sánchez le ha faltado transparencia y contundencia en este feo asunto de Palestina. Transparencia para dar todas las explicaciones cuando tocaba; contundencia para romper cualquier tipo de negocio con los infanticidas (14.000 bebés siguen en riesgo de morir de hambre en las próximas horas, en el gueto de Gaza, por culpa del sádico bloqueo a los camiones con la ayuda humanitaria). Una vez más, la izquierda real de este país ha tenido que coger a Sánchez por los sobacos, levantarlo en peso, darle un par de sopapos como a ese boxeador noqueado y despertarlo de su modorra complaciente. ”Más allá de reclamar la expulsión de Israel del festival de Eurovisión, estaría muchísimo mejor que deje de conversar con Israel, como se demostró hace unas semanas”, le ha dicho Rufián al premier socialista. Qué diferencia el empaque moral del catalán con las cosas que dice Feijóo, quien anda quejándose de que el sanchismo le ha robado el Micro de Cristal a Melody. Patético.

Lo de revisar el acuerdo comercial con Israel es, sin duda, una medida que engrandece a los países que han firmado el acta, entre ellos España. Pero se antoja escasa represalia, un manotazo al aire del que se ríe Netanyahu. La UE debe ir mucho más allá en las sanciones, o sea poner en juego todas las medidas de presión posibles para tratar de frenar al loco y sanguinario genocida. No podemos conformarnos con desmarcarnos de esa Europa ultra, sionista y trumpizada que trabaja para otros intereses que nada tienen que ver con la defensa de los derechos humanos. Es hora de enseñarle los colmillos al vampiro de Gaza. Es hora no solo de dejarle claro al serial killer que Europa no solo sigue siendo el último reducto del mundo civilizado sino que en esta batalla vamos a estar hasta el final con el más débil: con ese pobre bebé que acaba de abrir los ojos al infierno y, sin comprender nada, llora de hambre en medio del campo de batalla organizado por una panda de alimañas sedientas de sangre.

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