Leire Díez: más cotilla que cloaquera

La prensa sigue despellejando a la exmilitante socialista, que no está imputada en ningún sumario, mientras apenas se habla de los grandes casos de cloacas del PP

06 de Junio de 2025
Actualizado a las 12:10h
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Leire Díez durante su comparecencia ante la prensa en un hotel de Madrid.
Leire Díez durante su comparecencia ante la prensa en un hotel de Madrid.

Las derechas y la caverna mediática andan eufóricos con el caso Leire Díez. Todos, políticos y periodistas del rancio inframundo ayusista, creen haber encontrado el antídoto definitivo contra el sanchismo (esta vez sí, después de múltiples intentos). Sin embargo, si nos acercamos con detenimiento al asunto, sobrevolando el ruido y analizando a fondo el personaje, concluiremos que Leire tiene poco de fontanera, todo lo más un cursillo de iniciación para saber cómo se aprieta una tuerca con una llave inglesa y pare usted de contar. Leire, ya lo hemos dicho aquí en esta misma columna, no es un José Amedo, ni un Michel Domínguez (aquellos oscuros espectros de un felipismo de cal viva en descomposición), ni siquiera un Pequeño Nicolás, ese muchacho del submundo friqui más caricaturesco y folclórico que peligroso para la seguridad nacional.

No hay más que escuchar cómo se expresa la militante socialista bajo sospecha de cloaquera para concluir que de asuntos judiciales, policiales, de seguridad e inteligencia va justita y pelada. A Leire la ves en la tele y no parece un despiadado y sangriento agente al servicio de Moncloa. Y no solo porque tiembla y le falla la voz en cada entrevista (desbordada por el escándalo en el que se ha visto envuelta), sino porque, cada vez que habla, se enreda un poco más. Ella solita se mete en un charco mayor que el anterior y sin necesidad de que el entrevistador le apriete las clavijas. No tiene madera de espía (el espionaje es el arte de la mentira).

Si Leire es una dura y curtida agente de las cloacas yo soy monjita de la caridad. Uno no ve a esta chica con un machete entre los dientes, rostro embadurnado en camuflaje y reptando entre las alambradas y el barro. Qué va. Y si alguien en Ferraz la reclutó pensando por un momento que podía dar el tipo y cumplir con las misiones más delicadas –como acabar con el teniente coronel Balas, liquidar al fiscal Grinda o detonar los cimientos del Tribunal Supremo, último bastión o reducto de la extrema derecha de este país–, o deliraba, o se volvió loco o llevaba dos copas de más. Leire ni es una fontanera (mucho nos tememos que no sabe ni arreglar la cañería del cuarto de baño) ni una Mata Hari que surgió del frío. Era otra cosa, una cotilla del partido, que no es lo mismo. La mujer se enteraba de historias que corrían por Madrid, ponía ojos y oídos, se empapaba y luego iba soltando relatos por Ferraz con la esperanza de que le dieran algún carguete en Correos. Leire es la típica curiosona, fisgona o chismosa, un personaje que abunda en todos los partidos, también en el PP, por mucho que en Génova se rasguen las vestiduras con el escándalo y vayan ahora de castos, puros y regeneradores de la democracia. Llama la atención que Feijóo y los suyos quieran hacer de esta culebra de verano que no da para más el nuevo caso GAL del socialismo. Y sorprende mucho más que saquen pecho cuando tienen cadáveres en el armario para aburrir como la Policía Patriótica, la Kitchen y el sumario Villarejo, unos cuantos asuntillos de nada, unas bromas que en cualquier país democrático serio y avanzado hubiesen sido suficientes para cerrar el partido por organización criminal. Pero ahí están ellos, presumiendo de decentes, de morales, de dignos. Hasta Ayuso se jacta de virginal cuando tiene agentes cloaqueros en nómina. El tiempo y los jueces (si es que queda algo de Justicia para entonces) los pondrán en su sitio.

Pero no estamos aquí para hablar del PP, sino de Leire. Ya decimos que la mujer no da el perfil de cloaquera. Si Pedro Sánchez hubiese querido montar una Kitchen socialista para vengar a su amada Begoña, ficha a un par de periodistas competentes, a dos policías bragados del País Vasco (esos son los más recios y discretos), a dos paganinis que corran con los gastos y a dos abogados expertos en chanchullos, monta un grupo salvaje de sicarios en los sótanos o mazmorras del Ministerio del Interior y aquí no se entera ni Dios. No le encarga el marrón a una aficionada al periodismo de investigación que puede ser una corderilla o presa fácil en las garras de los muchachos de Pedrojota o Inda. Sánchez puede ser lo que se quiera, un autócrata, un guaperas prepotente o un socialista radicalizado (a Page lo tiene escandalizado), pero tonto no es. A nadie en sus cabales (y menos a un presidente del Gobierno) se le ocurre encargar a una novata con pocas luces una operación contra la fachosfera judicial y policial. Sí, nos ratificamos, corta de entendederas. ¿Cómo si no, se puede definir a una supuesta reportera que trata con la gente del lumpen sin sospechar que la pueden estar grabando con unos micros? Leire es tan corqui, tan cándida, tan ingenua y diferente a lo que debe ser una buena cloaquera, que llega al despacho de un abogado de Madrid, se desnuda ideológicamente, se queda a pecho descubierto y se pone a largar sobre cómo arruinarle la vida a un militar de la UCO. “Me he tirado faroles como para alumbrar una alameda”, confiesa. Y los fogonazos de fama te cegaron, niña.

Leire no filtra y así le va. Apostamos aquí con quien quiera que la caverna no va a poder sacarle mucha más punta a este caso, sencillamente porque lo que hay es lo que se ve: una muchacha algo fantasiosa que se vio con el Planeta en la mano gracias a un libro sobre el fraude de los hidrocarburos (que ya hay que ser literariamente retorcida). La prensa se ha subido alegremente al carril de la noticia, despellejándola como si fuera una sicaria torturadora de Intxaurrondo. El escándalo se diluirá antes del verano. Irán saliendo titulares-humo, pero poca dinamita de verdad. Los periodistas posmodernos se han vuelto cómodos, camastrones, dejados, y no los pongas tú a trabajarse las diez mil horas de audios en poder del empresario Pérez Dolset porque te hacen la peineta y te mandan a paseo. En ese material de Villarejo desechado por la Justicia sí que hay cloacas para entretenerse un rato. Pero es más fácil linchar a una pobre ilusa que no era nadie en el partido, aunque por momentos se creyera ministra del Interior.

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