Lobato apunta a Moncloa

El exlíder del PSOE de Madrid revela que Pilar Sánchez, jefa de gabinete del presidente del Gobierno, le remitió un wasap con información sensible sobre los presuntos delitos fiscales de Ayuso

29 de Noviembre de 2024
Actualizado el 30 de noviembre
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Juan Lobato entra en el Tribunal Supremo para prestar declaración sobre la filtración del caso del novio de Ayuso.
Juan Lobato entra en el Tribunal Supremo para prestar declaración sobre la filtración del caso del novio de Ayuso.

Juan Lobato se ha confesado con el juez Ángel Hurtado, instructor del Tribunal Supremo. El exlíder de los socialistas madrileños ardía en deseos de soltarlo todo sobre los correos del novio de Ayuso para limpiar su conciencia, curarse en salud y quedarse en paz consigo mismo. Y ha conseguido su propósito. “Todo contestado, acreditado; ya sabéis que los socialistas siempre la verdad y la ley por delante”, aseguró ante los periodistas a la salida del alto tribunal. Por desgracia, su tranquilidad de espíritu, su catarsis del miedo infantil a la cloaca ayusista, ha servido para cargarse el Gobierno y para abrir un poco más la puerta a la extrema derecha de este país. ¿Podrá dormir tranquilo el señor Lobato ahora que se ha quitado ese peso de encima, ahora que ha dado ese inesperado giro a la historia de España para ponernos a todos un poco más cerca del nuevo fascismo posmoderno? La que has liado, pollito.

La comparecencia ha ido tal como se esperaba: Lobato ha entregado a sus señorías la polémica acta notarial con la que se cubrió las espaldas ante una información que le quemaba como la radiactividad y con las mismas, tras sacudirse el polvo de las manos, se ha ido a casa. En realidad, la información viene a confirmar algo que ya se sabía sobre la secuencia cronológica de este truculento episodio. Pilar Sánchez Acera, jefa de Gabinete de Pedro Sánchez, le remite a Lobato, por wasap, el material confidencial sobre Alberto González Amador; el dirigente del PSOE empieza a inquietarse y le pregunta que por qué tiene esa información; y la empleada de Presidencia le responde que porque “la tienen los medios de comunicación”.

La asesora monclovita le envía el wasap al político socialista a las 8.29 horas de la mañana del 14 de marzo, cuando la historia sobre el novio de Ayuso ya estaba en el mercado periodístico, puesto que algún medio, como la Cadena Ser, ya había publicado entrecomillados íntegros del polémico correo intercambiado entre los abogados de Amador y la Fiscalía en el que el compañero sentimental de la lideresa confiesa sus delitos tributarios y pide un pacto con el Ministerio Público. Con la doctrina del Supremo en la mano, no habría revelación de secretos. Y aquí es donde se genera el gran dilema moral que se le planteó a Lobato: callar y participar en una información de alcance e interés público, como es el currículum presuntamente delictivo de la pareja de la presidenta de Madrid o denunciar que ha recibido pruebas de una verdad que España entera tiene derecho a saber, aunque esas pruebas se hayan obtenido clandestinamente. Es evidente que se decantó por la segunda opción, siendo perfectamente consciente de que desvelar documentos internos del partido provocaría el terremoto que finalmente se ha producido.

Lobato no tenía mucho más que hacer en este affaire, tan solo quedarse quieto y esperar a que los ecos sobre los fraudes de Amador –autoinculpado, no lo olvidemos, en un doble fraude fiscal de 350.000 euros– llegaran hasta el último periódico de pueblo. Pero su histérico nerviosismo, o lo que fuera que sintiera, empeoró la situación. La propia Pilar Sánchez intenta tranquilizarle cuando le dice que cuidado con los datos personales de los personajes implicados en la historia y le sugiere que en cualquier caso la información la puede tener en la nevera, en la retaguardia a buen recaudo, para su inminente y crucial debate cara a cara de ese día con Ayuso en la Asamblea de Madrid.

Si la información ya circulaba por las redacciones de medio Madrid, si el escándalo era de dominio público en Villa y Corte, ¿a qué vino salir corriendo al notario, desertando de la batalla política que se estaba librando, para dar fe pública de que él no quería saber nada del juego sucio de la política? Solo caben dos respuestas: o le temblaron las piernas ante los jueces ultras de Madrid y ante los tuits de MAR contra los socialistas que iban a ir “p’alante” por las diferentes causas abiertas o bien decidió participar en una maniobra oscura para cargarse a Pedro Sánchez antes que este lo liquidara a él en el próximo Congreso de Sevilla. En ambos casos está invalidado para la política. En el primero de los supuestos queda como un miedoso, timorato o pusilánime que no es capaz de cerrar filas con los suyos y aguantar la presión en la lucha contra la corrupción (lo cual lo descalifica para ser líder de nada, ni siquiera de su comunidad de vecinos); en el segundo estaríamos ante un hombre arribista y sin escrúpulos al servicio de las familias disidentes del PSOE dispuestas a asestarle el golpe de gracia al sanchismo. Un peón demasiado influido por Page y la vieja guardia felipista, por decirlo en pocas palabras.    

Lobato ya tiene lo que quería: quitarse el marrón del novio de Ayuso de encima que tanto le pesaba. A cambio de su inestimable colaboración con la Justicia, el juez Hurtado le ha premiado con la condición de testigo en el caso, perdonándole la imputación (eso sí, se ha quedado con su teléfono móvil para seguir el rastro que conduce hasta Moncloa y hasta el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz). De esta manera, su declaración judicial le libra de cualquier tipo de delito de revelación de secretos, pero contribuye al inmoral mundo al revés que están construyendo Ayuso y su maquiavélico Rasputín MAR. La Justicia arremete contra quienes quisieron destapar la verdad mientras el presunto delincuente se va de rositas. Flaco favor le has hecho, amigo Juan, a la lucha sin cuartel contra la derechona trumpizada y franquista que avanza sin remedio.

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