La histórica cifra del paro que hemos conocido esta semana demuestra que el Gobierno de coalición está haciendo una más que aceptable gestión económica. El número de personas con empleo alcanza los 20,8 millones, algo sin precedentes en nuestro país, después de que en mayo se hayan creado más de 200.000 empleos. Además, es el tercer mes consecutivo en el que la creación de puestos de trabajo supera esa cifra. Hay 582.676 afiliados más a la Seguridad Social. Si a esto se une que el FMI sube la previsión de crecimiento de España en 2023, superándose este año el nivel prepandemia, no cabe sino concluir que las cifras macroeconómicas le están beneficiando a Pedro Sánchez.
Buenos datos económicos
La izquierda sabe de números, rompiéndose de esta manera el topicazo difundido por la derecha de que cuando el PSOE está en el poder hay miseria y hambre. A las puertas de unas elecciones generales, esta es mala noticia para Feijóo. El escenario catastrofista que planteó el dirigente popular no se ha cumplido y el PP no puede hincarle el diente al Gobierno en la cuestión económica. Malas noticias para los prebostes de Génova.
Así las cosas, los populares no podrán plantear una campaña electoral propositiva rebatiendo los balances de Moncloa y tendrán que seguir con la estrategia que ya pusieron en marcha el 28M: patriotismo a destajo, Bildu y mucho ruido para tratar de confundir a los españoles.El falso eslogan de que “ETA está viva” y “Que te vote Txapote”, repetido machaconamente por Ayuso en los días previos a las municipales y autonómicas, va a tener que funcionar de nuevo. No le queda otra a las derechas ibéricas. Ni siquiera el cable que le ha echado a Feijóo JPMorgan –el señor del dinero de Wall Street que en los últimos días ha asegurado que un Gobierno del PP en solitario “sería positivo para la economía”– se antoja pólvora suficiente como para derrotar al sanchismo.
Pactos PP y Bildu en Euskadi
España va bien y el Partido Popular va a tener que remover todavía más odio, más barro y más mugre contra Sánchez. En ese contexto, el mensaje seguirá siendo que el presidente del Gobierno se ha plegado a Bildu por sus pactos con los herederos de ETA, es decir, es un traidor a España y a las víctimas del terrorismo. En realidad, el relato es endeble y cae por su propio peso, ya que PP y Bildu acostumbran a coincidir en iniciativas y propuestas legislativas en el País Vasco. Concretamente, de los 22 proyectos de ley que se han debatido en lo que llevamos de legislatura, ambas fuerzas políticas han ido de la mano en el trámite parlamentario en al menos diez. Y no en materias de poca monta. Populares e indepes, votando a favor o absteniéndose, han confluido a la limón en leyes como la de gestión y patrimonio documental de Euskadi, la ley contra el dopaje en el deporte, la ley de igualdad de mujeres y hombres y la ley de empleo público. Además, el PP vasco ha apoyado dos proposiciones no de ley presentadas por esos a los que ellos llaman, despectivamente, batasunos. Y ambos han votado no a los presupuestos de Urkullu, consumando una magnífica pinza al lehendakari que ni hecha a propósito.
La caída de Podemos
Feijóo acusa a Sanchez de pactar con Bildu cuando su propio partido está harto de votar lo mismo que los batasunos en el Parlamento de Vitoria. La contradicción es evidente, aunque eso no parece incomodar a los más de 7 millones de votantes que han apostado por el principal partido conservador español (el 31,53% del total frente a los 6,2 millones del PSOE con un 28,11%). El ruido y la maquinaria de propaganda de los asesores de Génova ha terminado imponiéndose a las cifras reales, a los datos micro y macro de la economía y el mercado laboral. ¿Qué está pasando ahí? ¿Por qué el Gobierno no consigue imponer el relato de que su gestión económica está siendo más que digna y decente? A la izquierda le han penalizado algunos factores. En primer lugar, el hundimiento de Podemos. Muchos votantes han querido darle un voto de castigo a los morados por sus rencillas y luchas cainitas (la última esa batalla absurda contra Yolanda Díaz por la plataforma Sumar), por su gestión legislativa (sobre todo la ley del solo sí es sí, que ha terminado en fiasco por la excarcelación de violadores, y la ley trans) y por su posición ambigua en la guerra de Ucrania, donde el sentimiento antiotanista de la coalición ha podido más, en ocasiones, que la propia condena contra Putin.
Odio al sanchismo
En segundo término, la gente ha votado por odio a Sánchez, ese odio en ocasiones irracional que la derecha ha alimentado de una manera tan astuta como cruel e injusta sobre todo durante la pandemia. Las derechas han conseguido que el retrato del presidente que encerró ilegalmente en sus casas a los españoles cale en la sociedad. La reciente sentencia del Tribunal Constitucional contra el estado de alarma decretado por el Gobierno de coalición tras el estallido de la crisis sanitaria ha venido a enfurecer todavía más a ese sector de la sociedad que ve a Sánchez como un autócrata bolivariano. Toda esa gente intoxicada por el bulo quiere vengarse en las urnas y ni los mejores datos del paro la van a hacer desistir de darse el placer. Así se ponga España a la cabeza del G20 superando en PIBa Estados Unidos y China.
La desmembración de la izquierda y la inquina contra el jefe del Ejecutivo serán los dos principales ejes sobre los que girará la campaña electoral de PP y Vox. Mientras tanto, los datos de la economía siguen mejorando. Las derechas han sabido construir una realidad paralela que buena parte del electorado le ha comprado.