¿Qué pinta Elon Musk, alguien que navega por otros mundos, por otros planetas, en un pequeño país del sur europeo como España, un lugar lleno de esa gente morena y moruna que como buen supremacista él tanto detesta? En las últimas horas se ha especulado con la posibilidad de que el magnate norteamericano que acaba de romper relaciones con Donald Trump termine aterrizando en nuestro país para emprender uno de sus negocios multimillonarios, más bien un pelotazo a beneficio de él mismo, ya que todos sus negocios terminan de la misma manera: en la quiebra y con sus trabajadores acusándolo de rácano, explotador y negrero.
Cuenta la prensa local que el dueño de Tesla estaría interesado en construir el túnel entre España y Marruecos y también en unos terrenitos en Valencia para salir del bache en el que se encuentra. Sin embargo, al hombre del espacio con sospechosa admiración por el nazismo le ha salido un duro competidor: Amancio Ortega. Los periódicos ya están vendiendo una pelea de magnates llamada a pasar a la posteridad. Un duelo a cara de perro entre dos de los hombres más ricos del planeta en el OK Corral valenciano, entre naranjos y arrozales. Qué gran novelón sobre poder y ambiciones hubiese firmado Blasco Ibáñez. Y qué gran astracanada nos hubiese dejado nuestro añorado Berlanga.
Desde que Elon acusara al presidente norteamericano de estar en la lista negra de ricos y famosos pederastas de la trama Epstein todo ha ido a peor para él. Cada día pierde un imperio, cada semana se le va de las manos un trillón de dólares o más. Al ritmo vertiginoso al que está bajando a los infiernos de la ruina, no extrañaría que para finales de año lo viéramos completamente desplumado, con una mano delante y otra detrás e implorando que le den el Medicare, el seguro médico público de Joe Biden que él mismo ha suprimido por comunista. O en una manifestación antifa denunciando la dictadura de Trump. Así son los ricos, gentes de contradicciones.
Los terrenos en cuestión a los que Musk ha echado el ojo pertenecen al municipio de Cheste, lugar de mucho motero y mucho humo. Se trata de una jugosa superficie rural de 1,5 millones de metros cuadrados situada en un enclave estratégico, cerca de la capital, a pocos kilómetros de la costa y con buena red de comunicaciones por tierra, mar y aire. Sin duda a Elon, como astuto emprendedor con olfato que es, se le ha encendido la bombilla del genio y ha debido pensar: “Tate, si allí hay carreras de motos necesitarán combustible, o sea mis baterías eléctricas”. Y allá que se ha ido. Él soñaba con conquistar Marte algún día y llenarlo de hoteles y hamburgueserías (el mismo plan de Trump para la Franja de Gaza solo que en medio del Sistema Solar), pero la cosa cosmonáutica no le va bien, se desinfla por momentos, y se va a tener que conformar con las proyecciones en 3D para turistas que sobre el planeta rojo ofrece la Ciudad de las Ciencias.
La futura gran factoría de Musk supondría una inversión de unos 5.000 millones de euros y unos cuantos miles de puestos de trabajo. Obviamente, el negocio le ayudaría a remontar el vuelo, ahora que Tesla se encuentra en números rojos. Pero se le ha cruzado por medio el duro de roer, laborioso y eficiente don Amancio, que planea colocar en ese mismo solar dos centros logísticos para su floreciente industria textil. ¿Quién se llevará el gato al agua del Mediterráneo? Y ahí es donde entra Carlos Mazón, otro trumpista en horas bajas tras su nefasta gestión de la riada con 228 muertos. El barón levantino de Feijóo necesita un impulso, un aliciente, una operación de marketing, maquillaje o publicidad para subir enteros en sus marchitos índices de popularidad. Qué mejor que Musk aterrizando por sorpresa en una de sus naves espaciales, en medio del paisaje lunar lleno de barro de L’Horta Sud, y posando con él en el pertinente selfi. Un pequeño salto para el hombre, un gran salto para la derecha valenciana.
La Generalitat ve con buenos ojos el pelotazo. Entre ambas partes hay sintonía, no en vano Mazón ya se ha vendido al trumpismo torero de Vox, así que por ahí tiene ganado al magnate de Tesla. Además, hay puntos en común: Musk piensa en las finanzas en escala cósmica, mientras que el PP lo hace en clave de corrupción astronómica, de modo que la operación encaja a la perfección con la filosofía manirrota del partido. En realidad, el proyecto sería como lo de Terra Mítica solo que con un criptobró dando las órdenes en lugar de Zaplana. Es evidente que a Mazón le hace más tilín la idea de Elon que la Marca España de Don Amancio. Aunque el leonés sea más serio, formal y profesional que el vaquero de Silicon Valley, va escaso de redes sociales, que es lo que cuenta al fin y al cabo en esta nueva era de la tecnología, el bulo y la desinformación. Don Amancio te cose un par de zapatos para toda la vida, pero lo publica en Twitter y no saca ni dos tristes likes. Así que el honorable president ya se está viendo con una gorra roja de béisbol, Make Valencia Great Again, y subido a uno de esos cacharros de Musk que atraviesan la estratosfera, hasta el infinito y más allá. Si Camps y Rita se pasearon en el Ferrari de Fernando Alonso, él va a hacer el signo de la victoria desde una cápsula chatarra de SpaceX. Chúpate esa, Paco el de los trajes. En una de estas, Mazón se lleva a Elon a El Ventorro y le saca el ansiado contrato. No hay yanqui que no sucumba a una buena paella. Y menos este, que le va la marcha.