Las fallas recién plantadas y, tal como era de esperar, Carlos Mazón está en todas partes. Es el ninot del año. La estrella de cartón piedra mucho más exitosa que Pedro Sánchez, Trump o Putin, otros insignes candidatos a ser chamuscados en la hoguera de las vanidades de San José. Hay mazones y mazoncitos de todo tipo, figuras grandes y pequeñas, hiperbolizadas o realistas, en pelota picada o con el traje a rayas de gondolero. Parodias construidas con el ingenio y gracia de los valencianos para criticar al político incompetente, aunque, bien mirado, nunca podrán llegar al grado de caricatura grotesca que ha alcanzado este nefasto personaje. La realidad siempre supera la ficción y Mazón hace ya tiempo que sobrepasó todos los límites imaginables de la indecencia.
Al exhonorable no lo van a poder imputar, pero lo van a amputar la noche de la Nit del Foc, cuando le perforen el pertinente agujero al ninot para meterle el combustible o acelerante y que arda lo más rápido posible en la tradicional fogata. Así se hará justicia por fin, la justicia que no puede hacer la jueza de Catarroja, frenada en seco ante la muralla del aforamiento del president, un privilegio jurídico anacrónico propio de los tiempos de Jaume I el Conquistador sin ningún sentido en un Estado moderno y democrático. Mazón se aferra al trono del Palau, mi tesoro, mientras la magistrada instructora busca un resquicio, una grieta, una rendija o fisura por la que poder colarse, sentar al hombre de El Ventorro ante un tribunal y aplicarle el terapéutico Código Penal. La jueza quiere pedirle al líder del Consell la carta de aquella tarde dramática, el menú a base de incompetencias, torpezas, mentiras e infamias.
El sistema está tan podrido que protege y ampara al político corrupto y amoral, pero ahí están los falleros y falleras valencianos, el poble que siempre salva al poble (ese eslogan ultra inquietante que ha terminado por calar en la sociedad) para meterle antorcha y mechero al culpable tras arrojarlo a la pira de la historia. En las últimas semanas, miles de personas han salido a la calle al grito de “Mazón a prisión”. Tendría que haber dimitido al día siguiente de la dana, pero ahí sigue, y va para cinco meses, mientras Feijóo lo protege y Vox le tira el flotador para que no se ahogue como se ahogaron sus paisanos. No hay manera de hincarle el diente al pájaro, no hay justicia en este bendito país para procesar a un señor por negligencia con resultado de 228 muertos, como tampoco la hubo para llegar hasta el fondo de la verdad en el macabro caso de los 7.291 ancianos fallecidos en las residencias de Ayuso. El presidente de la Generalitat se ha encastillado en las Torres de Serranos, armadura, espada en ristre y senyera blavera, y ya solo le siguen cuatro fieles mazonistas (los campsistas van a por él para quitarle la corona), más el general Pampols (lo tiene bien pagado) y una mesnada de mercenarios de la santa cruzada franquista que ha cambiado el hábito templario por el traje de luces, o sea la cuadrilla taurina de Vox.
Cuenta la prensa local que el barón popular ha dado el pertinente giro ultra, radicalizándose, voxizándose como recurso último y desesperado para aprobar los Presupuestos de este año y seguir manteniéndose en el poder siquiera un rato más. De modo que el Mazón liberal (si es que lo fue alguna vez) muta como la serpiente que cambia de piel y ahora es ya, sin tapujos, un negacionista del cambio climático, un xenófobo trumpizado y un carca provida. Lo que haga falta, hasta vender el alma al Diablo, con tal de mantener la paguita. En el año 23, Mazón renegaba de los ultras. “En el peor de los casos, tendríamos que chupársela a uno de Vox, que vienen aquí a tocar los cojones”, trascendió en un audio intercambiado con un compañero de partido. Por lo visto, el trato carnal dio resultado, en Bambú quedaron satisfechos con el trabajo y ha habido reconciliación. Abascal ya le ha dado la bienvenida al mundo fascista sin complejos, bendiciendo el nuevo pacto PP/Vox en la red social de Elon Musk. El Caudillo del Bilbao lo felicita por sumarse a la conspiranoia de que la riada fue culpa de Marruecos, de Sánchez, del radicalismo ecológico y del mena o mantero multicultural. Un porro antológico, un chocolate con churros a la valenciana bien cargado de odio.
Génova refocilándose en la infamia de otro 11M; la Justicia maniatada (los jueces de la caverna lo tienen todo controlado); la extrema derecha con la sartén por el mango y la democracia cada vez más degradada y decadente. ¿Qué más puede salir mal? Mazón es un mal sueño fallero de ceniza negra y barro del que resulta imposible despertar. El honorable se agarra a la tabla del aforado en medio del tsunami político, pero ahí están los valencianos para hacerle el juicio justo del fuego, la ordalía sin indulto, que es lo único que nos queda ya a los ciudadanos. Un tribunal de las aguas que no terminará con el president en Picassent, pero que lo pondrá en su sitio y lo dejará quemado ya para siempre. De momento, Mazón sigue desaparecido y sin dar señales de vida. Todos los actos públicos cancelados. Él, que está en política para hacerse la foto, sonreír falsamente y recoger diplomas. Ni siquiera se ha asomado al balcón del Ayuntamiento durante las mascletás y pasacalles. ¿Se habrá refugiado otra vez en El Ventorro? Nunca un ninot dio para tanta risa. Y para tanto llanto.