Nuestras vidas están en manos de Abogados Cristianos

La asociación logra paralizar la eutanasia de una mujer en silla de ruedas que quiere poner punto final a su vida

07 de Agosto de 2024
Actualizado a las 14:07h
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Nuestras vidas abogados cristianos
Una manifestación ultra frente al Congreso de los Diputados contra el derecho a morir dignamente.

Una juez, en una decisión inédita en España, ha paralizado in extremis la eutanasia de una joven de 23 años prevista para hoy en Barcelona. La muchacha, víctima de un trastorno límite de la personalidad (una dolencia mental que puede convertir la existencia en un infierno para quien la padece), sufre además otra situación tan extrema como terrible: carece de movilidad completa en las piernas, por rotura de la médula, desde que saltó al vacío desde un quinto piso para acabar con su vida.

La decisión judicial es consecuencia, cómo no, de las presiones de Abogados Cristianos, personada en la causa como representante legal del padre de la chica. AC es ese lobby nacionalcatolicista y nostálgico de la Iglesia preconciliar, ese grupo de picapleitos pensado para acabar con el Estado de derecho, en su versión laica, e implantar el Estado teocrático medieval. Talibanismo puro y duro, siniestro fundamentalismo católico. Sepulcros blanqueados, lobos con piel de cordero, inquisidores disfrazados de santurrones y meapilas. Toda esta gente dice defender los principios del cristianismo cuando, visto lo visto, no tienen ni pajolera idea de lo que significa esa religión. Puede que crean en Jesús, como dicen, pero en un Jesús inventado por ellos y pasado por el tamiz franquista al que han amoldado a sus intereses políticos reaccionarios. El Jesús de la espada, no de la paz; el Jesús de la venganza, no del perdón; el Jesús de la ira, no del amor. Se atribuyen a sí mismos el título de cristianos cuando, si Cristo levantara la cabeza los sacaba a latigazos del fariseo templo de la Justicia y de sus suntuosos despachos en rascacielos de oro. Lástima que el Mesías vaya a llegar cuando ya no haga falta, tal como predijo Kafka en uno de sus enigmáticos aforismos.

¿Qué demonios pinta Abogados Cristianos entrometiéndose en la vida de las personas, en el sufrimiento de quien ya no soporta este mundo porque se le acabaron las fuerzas para seguir luchando? ¿Qué sabrán estos defensores de la crueldad de las noches en vela del enfermo, del dolor físico y psicológico, de la depresión profunda que es como un pozo sin fondo, del miedo y la angustia para quienes el día siguiente es un infierno insoportable? El suicidio no es más que la misma muerte que nos llega a todos, solo que pagada por anticipado. La cancelación de una pesada hipoteca. No hay nada ignominioso ni maldito en el hecho natural de interrumpir una vida desprovista de valor vital. No pedimos permiso para venir a este valle de lágrimas y no deberíamos pedir permiso para salir de él, y menos a una panda de idiotas.

La demonización del suicidio hunde sus raíces en los diez mandamientos (eso los sabemos por Charlton Heston), concretamente en el quinto, el “no matarás” que, huelga decirlo, proviene de la tradición hebrea. No deja de ser paradójico e irónico que el pueblo que instauró ese principio religioso y casi de Derecho Civil sea el mismo que, hoy por hoy, en la actualidad, menos lo cumple, y para muestra el horrible genocidio de Gaza. Pero no nos desviemos del tema, que se nos cae la columna de las manos.

El atormentado Hemingway se disparó con una escopeta en la cabeza. El traumatizado Pavese dijo hasta aquí he llegado con dieciséis somníferos. Y Walter Benjamin se inmoló con la balsámica morfina, en un hotel de Portbou, aterrorizado por los nazis que le pisaban los talones. Quiere decirse que el único problema filosófico verdaderamente serio es el suicidio, ya lo dijo Camus. La eutanasia es un derecho regulado por una ley emanada del Parlamento, pero parece que no hemos salido del fanatismo religioso propio de otras oscuras épocas de la historia de la humanidad. Abogados Cristianos pretende derogar la ley del hombre para reinstaurar la ley de Dios, o sea el “yo quitaré la vida y yo haré vivir” de la Biblia, que es el nuevo Código Penal de los intolerantes trumpistas. La Iglesia debería desmarcarse de esta gente atávica que cualquier día nos coloca el cilicio en el gimnasio, como un aparato más, para purgar pecados entre sesión y sesión de burpees.

Abogados Cristianos se ha quedado en el Concilio de Arlés (siglo V, ya ha llovido), cuando se definió el suicidio como un pecado inducido por obra y gracia de Satanás. Desde entonces el suicida siempre fue excomulgado, consumándose una de las mayores injusticias que se conocen. Al pobre sufridor o desahuciado no solo se le obligaba a soportar un mal invivible en vida –una enfermedad incurable, la amputación de un miembro, la ceguera y tantas cosas horribles–, sino que, en el caso de quitarse de en medio, se le condenaba a seguir sufriendo en el Más Allá, entre las llamas del fuego eterno. Y daba igual si había sido la persona más buena y noble de este mundo, iba a la hoguera de cabeza. Todo muy humano y muy civilizado, viva el amor fraternal.

Hasta mediados del siglo XX no se despenalizó el suicidio en la mayor parte de los países occidentales. Hoy el papado de Roma ha moderado su posición y permite que el suicida entre en el Paraíso como cualquier hijo de vecino, pero eso le da igual a Abogados Cristianos que, como buena asociación retrógrada, no reconoce ningún avance de la Iglesia que se haya acordado después del Concilio Vaticano II. Hoy se permite la entrada del desgraciado suicida en el reino de los cielos, pero no porque se lo merezca después de una biografía llena de penalidades (sigue siendo un pecador que ha quebrantado gravemente la ley de Dios), sino porque los teólogos modernos creen que la persona que decide poner fin a su vida está condicionada por su dolor, de modo que su acto no es totalmente libre y voluntario. Es decir, que a todos los efectos sigue siendo un delincuente al que se le aplica una atenuante, lo cual hace que la sentencia siga siendo intrínsecamente injusta. No hay perdón para el suicida. Nunca lo hubo. Las religiones se pierden como los hombres, eso también lo dijo Kafka.

Estos leguleyos de AC ni son abogados (un abogado defiende la justicia, no la tortura física y mental), ni son cristianos, ni son nada. Solo una tropa de extremistas intransigentes. No hacen más que llevar su sadismo a los tribunales, promover inhumanas querellas, enredar con recursos y medidas cautelares para dilatar el sufrimiento de la víctima. Juegan con las vidas ajenas, vidas ya de por sí duras como para tener que soportar a una recua de niños de papá sin escrúpulos que matan su tiempo libre en los tribunales y que hacen lo que hacen por un minuto de gloria en la televisión, un carguete en el partido ultra de turno o un titular de mierda en el tabloide amarillo de la caverna. Que dejen morir en paz a esta pobre chica, a este ángel doliente que simboliza el sufrimiento gratuito y sin sentido, y se dejen de moralinas y sermones baratos que ni ellos mismos se creen.

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