Pablo Iglesias y Felipe González desertan en plena ofensiva ultra

20 de Julio de 2023
Actualizado el 02 de julio de 2024
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pablo

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz se coordinaron bien para vapulear a Abascal en el debate a cuatro, que fue a tres por la ausencia de Feijóo, en TVE. Y parece que la técnica del poli bueno, poli malo, funcionó. La estrategia tuvo su aspecto positivo: contribuyó a movilizar a parte del electorado de izquierdas, algo alicaído últimamente ante la sombra del tsunami azul que asoma en el horizonte del 23J. Pero también adoleció de algo negativo: ambos candidatos defendieron lo mismo, un mismo Gobierno, un mismo programa, un mismo proyecto socialdemócrata. Por momentos eran como las cabezas de dos siameses dialogando consigo mismas.

De esta manera, un sector de la izquierda real pudo sentirse excluido de una aventura que no sienten como suya, mientras que una parte del PSOE, el PSOE Armani o liberal, no termina de ver la reedición de un experimento, el Gobierno de coalición, que volvería a necesitar de Esquerra y Bildu. Obviamente, el primer grupo de insatisfechos, indecisos o rencorosos de la izquierda española (que de todo hay) está liderado por Pablo Iglesias. El segundo por el incombustible Felipe González, el molesto Pepito Grillo siempre subido a la chepa de Sánchez. Para entender lo que está pasando en el bloque progresista basta con hacerse una pregunta: ¿dónde se han metido estos dos popes que para mucha gente siguen siendo referentes, gurús y santo y seña? Ni han estado en toda la campaña, ni estarán, ni se les espera.

Lo de Iglesias empieza a ser de manual de psicología clínica. Nadie puede entender que este hombre, que desde la generosidad y el compromiso social construyó un partido fundamental para entender la historia reciente de España, se haya refugiado en su resentimiento y en su nostalgia del pasado, desentendiéndose de Sumar, la plataforma de Yolanda Díaz. No se le ha visto en ningún mitin. No ha pisado ni un solo plató de televisión. Cuando lo que tocaba era remangarse, aparcar cuentas pendientes y remar todos en la misma dirección para tratar de hacer frente a la horda nazi que retorna con fuerza, se ha dedicado a sus cosas y a vivir la campaña en sus programillas de Internet, como un jovenzuelo youtuber al que le importa todo un bledo.

Sin un Iglesias proactivo y comprometido, Sumar es un proyecto cojo. Oficialmente Podemos va en la lista de partidos que coaligan con Yolanda Díaz. Pero es algo solo formal, protocolario, nominal. Un urgente salir del paso para que no se les pueda acusar de nada en caso de triunfo arrollador de las derechas. La fractura entre yolandistas y morados es un hecho y si Sumar no cuaja veremos cómo en los próximos meses vuelve el navajeo. De cuando en cuando algún primer espada como Ione Belarra se deja caer por los mítines de la vicepresidenta del Gobierno, hace acto de aparición para cumplir el expediente, da un par de biquiños a la ministra y con las mismas para casa. Ninguna arenga o soflama auténtica en favor de la unidad. Ningún discurso sincero capaz de generar ilusión en el conjunto de la izquierda. Pura rutina aburrida e interesada. Así no se puede salir a ganar unas elecciones.

Mientras tanto, en su rincón apartado, en su cuarto encerrado con un solo juguete (el ordenador), como en la novela de Marsé, bajo llave y sin querer ver a nadie como un adolescente alterado por las hormonas, Pablo Iglesias sigue hablando para sus fieles, incondicionales y acólitos. Como un Juan Bautista de la izquierda que no perdona que, entre unos y otros, le hayan rebanado el pescuezo. Enfurruñado todo el tiempo, enrocado, permanentemente arisco y de morros.

Pero si la izquierda a la izquierda del PSOE sufre la fiebre del tradicional mal del cainismo rojo, tampoco en Ferraz se libran de esa lacra. Felipe González también ha pasado mucho del tema de las elecciones, no se sabe si porque no ha tenido tiempo, porque odia tanto a Sánchez que coincidir con él en el mismo escenario le produce urticaria o sencillamente porque no le ha dado la gana. Los emperadores son como niños caprichosos. Es cierto que ha hablado en algún que otro periódico, revista o fanzine, pero no se ha metido de lleno en harinas, en faena, como sí lo ha hecho Zapatero. Al presidente de la ceja nadie podrá reprocharle que no se haya dejado la piel en esta campaña para plantar cara a la extrema derecha. Lo ha intentado todo, desde ponerse el traje usado de guerrillero de Alfonso Guerra hasta soltar discursos sobre astrofísica, la teoría del todo y la inmensidad del Universo, tratando de explicarle al personal quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Por momentos, Zetapé parecía Sartre echándole el sermón humanista/existencialista a la militancia, que dicho sea de paso, en algunos momentos no le pillaba la onda. Pero al menos, se ha implicado, ha dado la cara, cosa que el gran patriarca socialista no ha hecho. Ese compromiso altruista en los peores momentos quedará para la posteridad.   

Mientras Felipe se pone en modo pasota, tirando la toalla e incluso coincidiendo con Feijóo en que ha de gobernar la lista más votada, líderes progresistas firman un manifiesto en apoyo a la candidatura de Sánchez. Ahí están Lula Da Silva, el canciller Scholz, el presidente argentino, Alberto Fernández, y el portugués António Costa, entre otros líderes mundiales, además de excargos felipistas que no están dispuestos a pasar a la historia como los desertores que, por motivos más personales que ideológicos, salieron corriendo de las trincheras cuando los nacionales emprendían la segunda cruzada. Sobra decir que FG no se encuentra entre los abajo firmantes. Allá él.

Pablo Iglesias y Felipe González. Felipe González y Pablo Iglesias. Vidas paralelas. Dioses de la izquierda en su día, pequeños diablillos resentidos al final de sus carreras. De la grandeza a la miseria humana. Que el cielo los juzgue.

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