El presidente del Senado, Pedro Rollán, admite que no está siendo “nada sencillo” localizar a Koldo García, el asesor del exministro Ábalos investigado por el pelotazo de las mascarillas en lo peor de la pandemia. ¿Dónde demonios se ha metido Koldo? En las últimas horas se ha especulado con teorías de todo tipo, y algún que otro plumilla de la caverna ha llegado a insinuar que así empezó aquel famoso caso Roldán que dinamitó el felipismo, con el director de la Guardia Civil de picos pardos, tomando las de Villadiego y dándose a la fuga en lujosos paraísos asiáticos.
John Updike, en Corre, Conejo, creó el mito del hombre moderno que con la excusa de ir a comprar tabaco ya no regresa más a su casa. Sin embargo, no parece que estemos aquí ante un caso ni siquiera parecido. El propio Koldo ha confirmado a varios medios de comunicación que de ningún modo se encuentra ilocalizable y que acudirá como un buen ciudadano a la comisión de investigación del Senado prevista para el próximo lunes. “Recibo muchas llamadas de gente haciéndose pasar por otra”, le cuenta a Vozpópuli el controvertido exasesor, quien jura y perjura no haber sido notificado por la Cámara Alta.
Sin ánimo de poner la mano en el fuego por nadie, y menos por un chico de los recados del Gobierno bajo sospecha de la Justicia, parece lógico pensar que Koldo cumplirá con su palabra de presentarse para rendir cuentas en el Parlamento. No tenemos por qué dudar, aunque ya se sabe lo que dice el dicho aquel: piensa mal y acertarás. Ahora bien, lo que vaya a declarar, y si su relato de los hechos servirá para aclarar el turbio affaire de las comisiones millonarias por las mascarillas, eso ya es otro cantar. Él ha filtrado a sus periodistas de confianza que se siente “obligado a acudir”, pero vete tú a saber lo que está pasando por su cabeza. Las acusaciones son graves, la UCO ha reunido indicios de peso contra él y contra su clan de presuntos comisionistas formado por los empresarios Aldama, Cueto, Rotaeche y otros, así que la tentación de dar la espantada es fuerte. Liarse la manta a la cabeza, esa misma manta que infunde pavor en Ferraz, podría ser una posibilidad. Descabellada, suicida si se quiere, pero una posibilidad, a fin de cuentas.
El problema es que el mundo de hoy es un lugar muy pequeño, la aldea global que decía Marshall McLuhan, y uno ni siquiera puede perderse en la selva del Brasil, si es que queda algo de selva, ya que Bolsonaro ha arrasado con todo y pronto el Amazonas será un centro comercial lleno de hamburgueserías y boutiques. El planeta, antes inmenso, es un reducido poblacho, todo el mundo se conoce, y ni ocultándose uno tras una mascarilla de esas de todo a cien que iba vendiendo Soluciones de Gestión se puede pasar desapercibido. Te puedes ir al desierto de Gobi, con la intención de perderte un rato, pero seguro que te tropiezas con un conocido corredor de tu pueblo (de Cuenca o de Zamora como Aldama), que está también por allí, en el exilio de la delincuencia, esperando que se enfríe algún asunto. Aprovechateguis que sacaban sus pellizquitos a costa del sufrimiento ajeno y que han levantado imperios con mucho Ferrari durante la pandemia. Gente así los hay a patadas, más que botellines de cerveza, y por momentos da la sensación de que en este bendito país hasta el más tonto se hizo un chalé en La Moraleja con la tontería de las mascarillas.
Por tanto, la opción de dejarse ir, de hacerse el longuis, de cambiar de aires o poner tierra de por miedo y perderse por ahí como quien no quiere la cosa, no se contempla. Koldo lo sabe. Koldo sabe que la UCO trabaja fino y bien (no en vano, le ha aireado las cuentas y el patrimonio, el parné que según el atestado policial no coincide con sus ingresos como asesor), y no le dejaría escapar bajo ningún concepto. También ha amagado Rubiales con quedarse un tiempecito en República Dominicana, resolviendo unos asuntos personales, y al final nada, como un corderito ante el juez. Ya decimos que el mundo de hoy es un pañuelo y cuando menos te lo esperas, estés en El Cairo o en Tegucigalpa, te sale Feijóo con un notario de detrás de una palmera para confirmar por escrito que todo está en orden. El líder del PP ya no se fía de Sánchez ni de sus pactos con Bildu, y ha retado al presidente a pedir cita con un fedatario público para ponerlo todo en negro sobre blanco y con acuse de recibo. Aquí habría que preguntarse si cuando el líder de la derecha española falta a la verdad, que lo hace bastante a menudo, también está delante su notario para levantar acta y decirle: “Alberto, que vas por mal camino”. Cosas de la política de la posverdad de hoy.
De momento, lo único cierto es que el Gobierno dice estar tranquilo ante lo que pueda confesar la mano derecha de Ábalos en la famosa comisión de investigación del Senado, que no deja de ser la comisión de investigación del Partido Popular. Koldo tenía una buena agenda de contactos y seguro que descalzo y sin asesoramiento jurídico no acude a la caza de brujas antisanchista. De entrada, ya ha dicho que no piensa largar más de lo que le aconsejen sus abogados porque la cosa está sub iudice. O sea que mutis, cremallera total, que el juez Ismael Moreno está sobre el tema y la Constitución ampara el silencio del imputado. De una comisión parlamentaria cabe esperar pocas novedades, pero de esta, un acto de propaganda electoral de los populares para sacarle unos votos al escándalo, menos. Mucho nos tememos que esto va a ser un teatrillo del absurdo en plan Ionesco, con un montón de silenciosos, mudos y enmascarados peregrinando por el Senado y acogiéndose a su derecho constitucional a no declarar mientras no se resuelva lo suyo en la Audiencia Nacional. Normal. A ver si los prebostes del PP se van leyendo, aunque sea por encima, nuestra Carta Magna. Y dejan de hacernos perder el tiempo.