Yevgueni Prigozhin, el jefe del grupo de mercenarios Wagner, guardia privada o de corps de Putin, se ha convertido en uno de los rostros más populares de la guerra de Ucrania. Sus últimos desafíos y críticas al Kremlinpor la escasez de material y munición en el frente ucraniano –un pulso en toda regla en un tono airado e incluso repleto de insultos–, ha atraído sobre él la atención de la prensa internacional. Hasta el punto de que Prigozhin va camino de convertirse en un líder incluso tan popular en Rusia como el propio presidente.
Entre los hombres de Prigozhin, los más violentos y sanguinarios del Ejército ruso, se le considera poco menos que un dios. Lo siguen ciegamente, cumplen todas sus órdenes sin rechistar y si hay que cortar cabezas, literalmente, se cortan. Pero también el pueblo ruso empieza a mirarlo con cierta simpatía e incluso con un punto de devota admiración. A fin de cuentas, Putin está cómodamente sentado en su sillón del Kremlin, como un burócrata más, mientras que él se juega la vida en el campo de batalla como un héroe de guerra.
Prigozhin vs Putin
Hace solo una semana, el misterioso militar, apodado “el cocinero de Putin”, lanzó un órdago a sus superiores. “Retiro las unidades del Grupo Wagner de Bajmut porque con la falta de municiones están condenados a una muerte sin sentido”, dijo dirigiéndose “al jefe del Estado Mayor, Valeri Guerásimov, al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, al comandante en jefe, Vladímir Putin, y al pueblo de Rusia”. Si el Grupo Wagner se marchase de Ucrania, Rusia no tardaría ni 24 horas en sufrir la temida contraofensiva de Zelenski.
Sea como fuere, la figura de Prigozhin está creciendo política y mediáticamente y eso no agrada precisamente a Putin, receloso de todo aquel que pueda hacerle sombra. “Está claro que Prigozhin intenta posicionarse para desempeñar un papel público en la política rusa”, afirma Mark Beissinger, profesor de Política en la Universidad de Princeton, que recuerda que “existe una pregunta que planea cada vez más sobre la política rusa: ¿qué pasará después de Putin?”. El presidente de Rusia no corre peligro inminente de ser derrocado, según cree Beissinger, “pero se está haciendo mayor, y a medida que los dictadores envejecen, los que tienen ambiciones tratan de posicionarse para llenar potencialmente el vacío dejado por la muerte del líder”. Inquietante lectura para el actual líder ruso.
Antes que militar, Prigozhin es un poderoso oligarca. Sus estrechos vínculos con el dirigente del Kremlin han sido público y notorios. Han hecho negocios juntos, se han enriquecido juntos, han matado juntos. El industrial posee un importante entramado de empresas, algunas de ellas acusadas de haber tratado de adulterar las elecciones de 2016 en Estados Unidos. Es por eso que se encuentra reclamado por la Justicia norteamericana. Nacido en Leningrado (hoy San Petersburgo) en 1961, probó suerte en el mundo del atletismo, pero no tuvo éxito. En 1979 fue condenado por robo. Dos años más tarde fue sentenciado a trece años de prisión por fraude y participación de adolescentes en delitos, pero recibió el indulto en 1988 y terminó siendo liberado en 1990. En total, pasó nueve años en prisión. A su salida de la cárcel, continuaron sus negocios con Putin, que le concedió jugosas contratas armamentísticas.
El sangriento historial del Grupo Wagner
El grupo de mercenarios Wagner es una empresa privada de seguridad que ha causado estragos en diferentes conflictos bélicos como Siria, Sudán, Libia, Mozambique o Malí. Todos esos siniestros encargos, con ánimo de extender la influencia de Rusia en África y Asia, ha reportado fama y dinero al polémico oligarca Prigozhin. Hoy el solo nombre de Wagner causa terror entre los nativos de aquellos lugares por donde han pasado sus fieros soldados. La unidad es feroz, cruel, despiadadamente criminal. En junio de 2017 circuló un vídeo en el que mercenarios Wagner destinados en la ciudad siria de Palmira golpeaban con un mazo a un hombre que después era decapitado.
Más tarde Putin, mediante un pacto con el líder sudanés Omar al-Bashir, encargó a Prigozhin que convirtiera Sudán en “la llave a África” para Rusia. El jefe de los mercenarios se tomó la invitación al pie de la letra: se propuso abrirlo todo con esa llave. Semanas después desembarcaba una multinacional rusa controlada por Prigozhin para saquear las minas de oro de la zona. Desde entonces, se estima que Sudán ha perdido 265 toneladas de ese metal preciado por el tráfico ilegal con destino Moscú. Ni qué decir tiene que decenas de mineros han muerto en minas artesanales a manos de los mercenarios. Finalmente, Rusia ha terminado por detonar la guerra civil en aquel devastado país africano. El pasado mes de abril estallaron enfrentamientos entre diversas facciones de las Fuerzas Armadas Sudanesas en lucha por el poder, de modo que las embajadas extranjeras tuvieron que abandonar el país a toda prisa. Allá donde entra Wagner no hay lugar para la diplomacia.
Se cree que el grupo paramilitar dispone de 50.000 soldados desplegados en suelo ucraniano. El Consejo de la Unión Europea ha dictado sanciones contra la unidad militar y sus responsables, incluido Prigozhin, por “violación de los derechos humanos”. Al amigo de Putin no le inquietan esas sanciones. Probablemente ya esté harto de andar por el mundo de batalla en batalla, asesinando gente y trabajando como contratista de la muerte para otros. Algunos dicen que está pensando dar el salto a la política. ¿Podría ser el próximo presidente ruso? Quién sabe.