Revilla da jaque al rey

El expresidente de Cantabria va ganando por goleada en su histórico duelo judicial con Juan Carlos I

17 de Mayo de 2025
Actualizado a las 18:31h
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Revilla a la salida del acto de conciliación por la demanda del rey emérito
Revilla a la salida del acto de conciliación por la demanda del rey emérito

El rey emérito dio la espantada ayer en el acto de conciliación previo a su demanda contra Miguel Ángel Revilla, a quien ha llevado a los tribunales por llamarlo corrupto y rajar de sus problemas con Hacienda. Juan Carlos I protagonizó una jornada esperpéntica propia de un sainete de capa y espada, ya que mientras el expresidente cántabro se explicaba en el juzgado, como un hombre honrado que dice lo que la mayoría de los españoles piensa sobre las andanzas del monarca, este estaba de regatas por tierras gallegas de Sanxenxo. Una imagen nefasta y poco edificante para la monarquía.

Hay quien ironiza con la situación al asegurar que un leguleyo republicano está, sin duda, asesorando a Juan Carlos, tal es la errática y desastrosa estrategia judicial que ha emprendido el patriarca de la Transición. Según ha podido saber Diario16+, el rey emérito se siente arrepentido de haber emprendido la senda judicial contra Revilla solo por un calentón, como suele decirse coloquialmente. El episodio va camino de convertirse en una patata caliente para Zarzuela, ya que el culebrón promete crecer y crecer, como una bola de nieve, en las próximas semanas. Ayer, el rey jubilata se escaqueó del acto de conciliación pero, de persistir en su absurda testarudez, más pronto que tarde tendrá que acudir a los juzgados de Madrid tanto si decide seguir por la vía civil (daño al honor) como si pide que empapelen al expresidente cántabro por lo penal (calumnias e injurias). En cualquier caso, el espectáculo denigrante para la Casa Real está servido. Todo un rey atravesando la puerta de los tribunales para mancharse las manos con un plebeyo que se ha limitado a decir lo que todo el mundo sabe ya, o sea las verdades del barquero: que Juan Carlos dejó a deber un pico a las arcas públicas de los españoles. No es la imagen más ejemplar para la jefatura de un Estado supuestamente democrático y regido por el derecho a la libertad de expresión.

“¿Por qué yo, por qué un Borbón contra un Revilla?, se preguntaba el demandado, compungido y afectado (también algo aturdido y superado por la situación surrealista) antes de comparecer ante la Justicia. La batalla psicológica entre el fuerte y el débil, entre el poderoso y el ciudadano de a pie, la tiene ganada el súbdito rebelde. Cada día que pasa, el emérito va cosechando un capazo más de antipatía entre el pueblo español. El asunto del pobre elefante abatido por la escopeta regia fue lo suficientemente feo como para que Juan Carlos pasara a la historia como un hombre odioso. Luego llegaron las trapacerías con el fisco, las mentiras, los enjuagues con la Fiscalía, las demandas de Corinna, los maletines de Bárbara, las cloacas del CNI, el destierro o exilio. Todo ha ido a peor desde que se instaló en Abu Dabi. Y ahora esto, esta demanda medieval de un señor con aires de absolutista y feudal que por lo visto no entiende cómo funciona este invento de la democracia. En un Estado de derecho la libertad de expresión es sagrada, más aún si lo que está diciendo el denunciante de corrupción está ya en los libros de historia, en los expedientes de Hacienda, en los tribunales, en los papeles y hasta en la Wikipedia. Revilla no es más que la cabeza de turco para un monarca resentido al que la vejez le ha agudizado las maneras déspotas hasta dejar a Fernando VII en pañales. La compasión es la virtud de los reyes, decía Shakespeare. Poco indulgente es un amo y señor que se ensaña con un vasallo. Con esta pataleta o rabieta de monarca cascarrabias y antipático, el emérito no hace más que cavar una palada más de tierra en su leyenda negra.

Estamos ante un duelo que pasará a la posteridad: el dios que acabó disuelto en una charca de mundana vulgaridad frente al mortal o ciudadano de a pie que va a terminar en el pedestal como un héroe de la democracia y la libertad. El cargante poderoso que acumula fortuna y riqueza frente al ciudadano valiente que no se calla ni debajo del agua y al que le llueven cartas y sobres con donativos de toda España para que pueda pagar su defensa. El cántabro recio ya ha dicho que no necesita de esa ayuda y que dejen de enviarle parné porque luego tiene que devolverlo por correo y es un engorro. Demoledora la honradez de uno frente a la avaricia del otro.

Ni el más acérrimo republicano hubiese escrito un mejor guion para el final de la monarquía. Un combate entre el hombre que paga religiosamente sus impuestos y la suprema divinidad inviolable e inmune que se cree por encima del bien y del mal, incluso por encima de la ley. El gran Andreu Buenafuente, en su necesario regreso a TVE de la noche del jueves, puso el dedo en la llaga: Juan Carlos ha defraudado a los españoles más que él a Hacienda. A este país le hacía falta un portavoz de la verdad y a Revilla le ha caído esa pesada carga sobre sus espaldas, en parte por designios del destino, en parte porque él mismo se lo ha buscado con sus confidencias con las hormigas de Pablo Motos. “Que pida perdón y repatríe el dinero”, le ha dicho el cántabro varón al emérito. “Hubiera agradecido que se presentase, y más estando en España. Tiene un avión supersónico y unos guardaespaldas que pagamos todos los españoles. Si hubiera venido, hubiéramos tenido aquí un careo, pero no creo que hubiéramos podido llegar a ningún acuerdo”, reprocha el político con más razón que un santo. Peón blanco, jaque al rey negro. Touché.

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