Sánchez cree que con más Calviño salvará los muebles el 23J

12 de Junio de 2023
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Cerrada la sangrienta batalla por las listas en Sumar, el PSOE da a conocer las suyas. Y en el partido socialista también cuecen habas internas entre quienes aspiran a que el jefe les dé un carguete. Si por algo se caracteriza la izquierda española es por no ser lista con las listas. Cada cuatro años el mismo gallinero, cada cuatro años el mismo triste ruido. Todos se navajean a conciencia para hacerse un hueco en las candidaturas. Si no se puede ser cabeza de león por la provincia, porque está imposible, el número tres mejor que el cuatro y el quinto mejor que el seis. Cuanto más arriba, más posibilidades de ser ministro o director general de alguna covachuela funcionarial.

En la derecha son mucho más discretos para estas cosas. No decimos nosotros que no haya competición y cuchilladas traperas conforme se va acercando el día de confeccionar las dichosas listas. Claro que las hay, son humanos, demasiado humanos como diría Nietzsche. Pero lo hacen mucho más de puertas para adentro. Los castigos a quienes se han portado mal y las recompensas a los más aplicados se llevan en secreto. Los trapos sucios mejor lavarlos en casa. Llega el líder, defenestra a fulanito o menganita, negándole el puesto, y no se entera ni Dios. Llega Feijóo, reparte los caramelos entre los delfines más fieles, y aquí paz y después gloria. Ni Federico ni Herrera se coscan de la maniobra. ¿Qué harán con Alberto Casero, el que no sabe darle al botón y vota junto a los comunistas por error? ¿Dónde meterán a Cayetana esta vez? Por lo visto, va a acompañar a Feijóo en la lista del PP por Madrid. Pero todo eso se hace elegantemente, sin histerias, con fineza, como se hacen las cosas en la Familia genovesa.

De momento, Pedro Sánchez ya ha cerrado los nombramientos. Y lo ha hecho rodeándose de sus más fieles colaboradores, ministros y cargos públicos que han ostentado responsabilidades de Gobierno y con los que el presidente ha estado trabajando, codo con codo, en pandemia, en escenario de guerra y en medio de una crisis energética mundial. En momentos difíciles se conoce al amigo y Sánchez es agradecido con los suyos. Si tiene que morir, morirá con ellos. Ha decidido ir a lo seguro, nada de caras nuevas que puedan salirle rana. El PSOE juega a amarrar, vuelven pesos pesados como Carmen Calvo, Ábalos y Antonio Hernando. En tiempo de tribulación no hacer mudanza, como dijo el santo aquel. En tiempo de cruenta ofensiva de la extrema derecha mejor ir al frente con los veteranos e incondicionales, habría que decir. Javier Lambán, por ejemplo, quería colocar como número uno por Zaragoza a Óscar Galeano. Sin embargo, Ferraz, que es lo mismo que decir Sánchez, ha optado por la ministra de Educación, Pilar Alegría. Se rumorea que entre los barones ha escocido, y mucho, la forma como se han confeccionado las listas. Más cizaña, más madera para la hoguera antisanchista siempre prendida y ardiente en el PSOE. Por lo demás, lo previsible. Repiten Margarita Robles, Teresa Ribera y María Jesús Montero, que será número uno por Sevilla. También Planas, Grande-Marlaska, Meritxell Batet e Iceta. Félix Bolaños sacará escaño, casi seguro, por Madrid. Un álbum de fotos, quizá algo amarillentas, que los españoles ya están hartos de ver.

Mención aparte merecen los independientes Nadia Calviño y Escrivá. No figuran oficialmente, pero se mantienen como núcleo duro de cara a un hipotético Gobierno. Cuando menos curiosa la explicación que da el ministro de Seguridad Social, quien confiesa que su territorio es el de “las ideas y el diseño de políticas”, no las candidaturas. Respecto a la titular de Economía, Sánchez quiere convertirla en la portavoz, de facto, de esta campaña electoral. Ya lo dejó claro el pasado fin de semana, cuando se permitió bromear con su número 2 al asegurar que “nosotros tenemos a Nadia, ellos [por el PP] a nadie”. Más allá de la gracieta o el ingenio del chiste, la afirmación dice mucho y tiene su enjundia. Sánchez pretende vender gestión, estabilidad, sensatez liberal y experiencia acreditada frente a los disparates de la ultraderecha que viene, ahora empeñada en vendernos carne de vaca con tuberculosis. De ahí que Sánchez insista una y otra vez en que la economía española “va como una moto”, aunque en realidad al ciudadano le quede la duda de si la moto la está vendiendo él. Ahora bien, no es lo mismo controlar el déficit y la inflación que subirse a un escenario, soltar un mitin encendido para la historia y enardecer a las masas. ¿Sabrá conectar Calviño con el electorado? Esa es la clave. Muchos españoles no están satisfechos con el balance de estos cuatro años, tal como se demostró el 28M con el descalabro de la izquierda. Así que el 23J es terra incognita.

Al recurrir al mismo equipo que ya jugó el partido anterior, con derrota por goleada, Sánchez plantea una táctica para empatar. En política, el riesgo se mide por la audacia de los personajes elegidos para plantear la batalla. Y en este caso el jefe del Ejecutivo ha preferido ser conservador, no perder demasiado, salvar los muebles. ¿Es la estrategia política más adecuada? Nadie puede saberlo a estas alturas. En cualquier caso, no parece que los candidatos elegidos, viejos conocidos de la afición española, como decían los reporteros futbolísticos de antaño, vayan a influir demasiado en el resultado final de los comicios. El Gobierno es sobre todo Sánchez y un conglomerado de caras de perfil bajo para no hacerle sombra al César. Las generales se han planteado, claramente, como una segunda vuelta del plebiscito sobre el premier socialista. El presidente del Gobierno lo sabe y pese a ello insiste en echarse el partido a las espaldas, tal como hizo en las municipales. Eso se llama, por utilizar el símil taurino, o puerta grande o enfermería.

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