Cuando el 29 de octubre de 2016, solo y descabalgado manu militari de la dirección del PSOE, anunció que cogía su Peugeot 407 diésel para recorrer todos los rincones de España en busca del apoyo de la militancia socialista con la que recuperar lo perdido, Pedro Sánchez no sabía las veces que tendría que recorrer la misma cuesta arriba con idéntica pesada carga a lomos de sus hombros. Un Sísifo del siglo veintiuno en toda regla en la era de la inteligencia artificial, la desinformación y con el lawfare más activo que nunca. Los mensajes personales intercambiados en 2020 con el ex secretario de Organización socialista José Luis Ábalos, ahora publicados por el diario El Mundo en un previsible caso penal de revelación de secretos, vuelven a colocar la misma roca sobre los hombros de un líder que hace apenas un año amagó con dar la espantada definitiva del poder. Sabía lo que se le venía encima y no estaba seguro de reunir las fuerzas necesarias para continuar la lucha. Decidió seguir adelante. Este nuevo capítulo de golpes bajos no es más que otro escollo que él cree saber no solo cómo contener sino cómo darle la vuelta y administrar a su favor, como ya lo ha hecho en ocasiones precedentes. Ahí están los resultados electorales del 23-J para certificarlo.
“A partir del lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar a aquellos que no han sido escuchados, los militantes y los votantes de izquierdas de nuestro país”. Aquel 29 de octubre de 2016, la voz apenas le salía del cuerpo, quebrada. Estaba completamente roto tras entregar su acta de diputado en el Congreso y haber dimitido como secretario general del PSOE. Ni de lejos, era la única roca que encontraría en su camino hacia las mieles del poder en estos ocho años de intensa trayectoria política. Pandemia, independentismo catalán, amnistía, volcán de La Palma, guerra de Ucrania, inflación, apagón… La lista no cesa para el presidente del país que tiene las tasas de desempleo más bajas en lustros y hoy representa la economía de referencia en todo el continente europeo.
Este nuevo capítulo de golpes bajos no es más que otro escollo que él cree saber no solo cómo contener sino cómo darle la vuelta y administrar a su favor, como en ocasiones precedentes. Ahí está el 23-J para certificarlo
Si algo enseña el mito de Sísifo es la importancia de la resiliencia y la adaptabilidaddel ser humano en su lucha en solitario contra los elementos de su destino. El rey griego de Corinto conocido por su astucia en ningún caso ve como un castigo la tarea interminable que le encomiendan los dioses, incluso halla satisfacción en el esfuerzo y la repetición incansable de empujar la pesada roca una o otra vez. Los mensajes personales de Sánchez con su entonces amigo de confianza José Luis Ábalos, que ahora ven la luz de forma extemporánea sin ninguna incidencia ni influencia en la causa penal que investiga al ex número dos del PSOE por el caso Koldo, no vienen a certificar más que lo que todos ya sabemos en este país: que el líder socialista tiene a su alrededor una panda de supuestos fieles totalmente infieles, más o menos controlados por momentos que sacan los pies del tiesto de vez en cuando, y siempre que los programas televisivos al dictado de ese inapelable “quien pueda hacer que haga” necesitan carnaza con la que alimentar a la muchachada de Colón.

A quién sorprende a estas alturas la animadversión o escasa afinidad que el presidente del Gobierno guarda con personajes de la talla de Lambán, Page o Susana Díaz, principales protagonistas de los mensajes hasta ahora filtrados de sus conversaciones de hace cinco años con el entonces número dos socialista. Más allá de dar algunos minutos de gloria a un puñado de políticos en retirada o casi, convertidos en meros tertulianos de programas de humor, nada aportan en todo el revuelo mediático generado, más allá de buscar reabrir las heridas de un partido abierto en canal hace apenas unos años y que el hoy liderazgo incuestionable de Sánchez ha logrado cicatrizar.
Es más, en esa intimidad que todos creemos tener cuando escribimos mensajes a través de WhatsApp con amigos, demasiado comedido se le ve al presidente sabiendo con qué bueyes ha arado todo este tiempo. A estas alturas, este caso solo evidencia una conclusión: absolutamente nadie sobre la faz de la Tierra escaparía al escrutinio en la plaza pública de nuestros mensajes de WhatsApp.
